MEMORIAS DE UNA MAESTRA
Gloria Chávez Vásquez
No es nada fácil ser maestro en ningún lugar del mundo actual. La política, la burocracia, la disfuncionalidad de algunos padres y alumnos tienden a socavar la vocación del educador. Con frecuencia el ambiente laboral resulta más hostil que educativo. Muchas personas que están en la profesión tan solo por el dinero y el reconocimiento, pueden ser muy competitivas. Igual se espera, injustamente, de un docente, que asuma el papel de padre, consejero, trabajador social, enfermero y mucho más. Todo esto sin los recursos ni el apoyo y lo que es peor aún, sin ninguna autoridad.
El maestro dedicado trata de desempeñar todas esas funciones, trabaja 24/7 y lo hace de corazón y compulsivamente. Día a día lucha, no solo contra la mala voluntad crónica del sistema, sino contra la adicción de los muchachos a la nueva tecnología, el facilismo y el consumismo que permea la sociedad. Se supone que la humanidad evolucione hacia la empatía y la cooperación. Por suerte, aún quedan los idealistas, que persisten y aportan a sus alumnos lo necesario para dejar huellas positivas en su aprendizaje de tomar comando en su propia vida.
Esta es una de esas historias
Nacida en Cali en 1959, Malena cursó el bachillerato en Armenia, con el apoyo de su madre, a quien ella recuerda como “una mujer cariñosa e inteligente”. Su primer trabajo, fue en Telecom, cubriendo licencias temporales. Un día le dijo al gerente que solo cubriría durante el día porque iba a estudiar en la noche. Yo insistí en estudiar porque tenía vocación para enseñar, –recuerda la profesora. En la Universidad del Quindío estudió lingüística y literatura e hizo su posgrado en la “Enseñanza de la Literatura”. Seguidamente estudió “Educacion personalizada” en la Universidad Católica de Manizales. En esa época de preparación, la docente trabajó como profesora a distancia de la UQ para un colegio en Buenaventura.
La educadora describe el comienzo de su carrera (1982) como una especie de calvario en el que los maestros tenían que rogar por un trabajo. Quien lograba un puesto estable podía considerarse afortunado. Ese año pudo iniciar su labor académica como itinerante en Córdoba, Quindío. Fue así que recorrió todos los municipios del departamento por varios años. Mientras tanto suplementaba su bajo salario con otras actividades. En Génova cofundó con Jorge Delgado un periódico que cubría las noticias y la cultura del pueblo, al que llamaron Don Segundo Henao (fundador de Calarcá y Génova y uno de los primeros dramaturgos y escritores de la región). Durante esos años esperaba, angustiada, en casa de familiares, gestionando por una plaza estable.
Por fin, en 1994 se activó un decreto mediante el cual, muchos maestros fueron empleados a tiempo completo con derecho a cesantía y vacaciones pagadas. A pesar de las dificultades, la docente seguía animada con su profesión: Para mí la educación significaba continuar estudiando para poder dar lo mejor de mí a esos chicos de los cuales me diferenciaba por unos pocos años.
Oportunidades para sus alumnos
Aparte de enseñar un currículo de bachillerato, Osorio se dedicó a buscar oportunidades educativas extracurriculares para sus estudiantes. Trabajaba en el Colegio Rufino J. Cuervo del Sur en Armenia, cuando Carlos Castrillón, educador y catedrático universitario, le informó que, para la semana del idioma, el Colegio Granadino en Manizales celebraba anualmente el Congreso de jóvenes ensayistas, en el que participaban estudiantes del eje cafetero. En 2003 Castrillón le facilitó también, el contacto con escritores regionales como Susana Henao y Humberto Senegal quienes la apoyaron en sus proyectos de lectura.
En esa época, uno de sus estudiantes, Andrés Mauricio, a la sazón de 12 años, amigo de Pablo Esteban, (hijo y alumno de la profesora), y John Faber, otro compañero de clase, frecuentaban su casa para utilizar la computadora. Los chicos, apodados los tres mosqueteros, se preparaban para participar en el Concurso de ensayo Agmandiel patrocinado por la Editorial White Owl Editions en Nueva York. El torneo se concentraba en la obra de escritores quindianos y fue durante varios años un aliciente, tanto para los profesores de literatura como para los estudiantes.
El concurso nunca tuvo contratiempos ni tropiezos puesto que no dependíamos del gobierno para nada. Siempre tuvimos claro que no debíamos contar con las entidades gubernamentales, recuerda la profesora Osorio. El profesor Castrillón seleccionaba los miembros del jurado y sugería el nombre del escritor que trabajarían ese año. Yaneth Cárdenas, propietaria de la Librería El Quijote y gestora cultural, era su colaboradora más generosa y entusiasta.
Entretanto, Malena se movilizaba de colegio en colegio en su motoneta, promocionado el concurso y reclutando cada año, un mayor número de jóvenes participantes. Los ganadores y finalistas iban luego al Congreso en Manizales a presentar sus ensayos. El tiempo que duró el concurso todo fue muy bien. Cada quien hacia lo suyo, asegura Osorio. Pero los celos profesionales, el negligente apoyo institucional, y el fallecimiento prematuro, primero de Yaneth C. y después de Carlos C. dificultaron en adelante las convocatorias y los espacios para el proyecto. Por otra parte, nunca hubo reconocimiento del concurso por parte de las entidades públicas.
Los tres mosqueteros
Sin embargo, por lo menos tres de esos jóvenes ya se habían convertido en ensayistas y argumentadores proficientes. Aceptados y becados en La Gran Colombia, fueron enviados para representar a la universidad en otras instituciones del país. Andrés Mauricio ya había dado señales de liderazgo durante uno de los congresos en Manizales, cuando a punto de iniciar su lectura, el papel con su ensayo se extravió. A pesar del percance, expuso exitosamente.
Cabe resaltar la simbiótica y extraordinaria relación de los tres jóvenes estudiantes, ahora profesionales, durante esos años escolares con su maestra. El trio no solo fue una extensión de la familia sino un equipo de trabajo en el colegio. Incansable, Osorio los motivaba con eventos culturales y visitas a bibliotecas y librerías. Juntos asistían a los programas universitarios explorando carreras para el futuro y bajo su guía llenaron los requisitos y formularios.
Los tres adolescentes apostaron por el derecho y ahora son reconocidos abogados: J.F. Quintero es consultor legal y representante jurídico de entidades públicas y privadas. Es además catedrático universitario, conferencista y columnista; Andrés M. Quiceno Arenas es asesor en derecho administrativo, consejero del alcalde de Armenia y docente universitario; Pablo E. Quiñones trabaja en el Ministerio de Vivienda en Bogotá como abogado en contratación estatal, especializado en estrategias anticorrupción y políticas de integridad. El profesional recuerda a Malena como una madre y maestra dedicada, capaz de inculcar el amor por el estudio y que ha dejado una huella indeleble en sus estudiantes. Quintero Olaya reconoce que la profesora Osorio “…me permitió conocer los libros y la literatura como un proceso de transformación personal, cultural y social. Me impulso a tener una visión crítica y disciplinada respecto al mundo como eje de progreso en mi vida. Fue más que una docente. Una verdadera maestra en mi secundaria”. Por su parte, Quiceno Arenas resalta sus consejos y enseñanzas. Su método particular de educar, está guiado por la sabiduría de quien entendió que a las aulas no solo se va a transmitir conceptos, sino que se va a transformar vidas, a transformar familias, a evolucionar y revolucionar a través de la palabra.
A pesar de las trabas de algún rector autoritario o compulsivo y el apoyo moral y económico de un eficiente secretario de educación como Álvaro Arias, Malena Osorio pudo ofrecer oportunidades de participación y desarrollo a sus estudiantes más sobresalientes, como fueron el Concurso Agmandiel y el Congreso Literario en Manizales. El hecho de verlos desenvolverse y superar las competencias, aun le produce satisfacción y orgullo.
Ahora retirada de la docencia, la docente lamenta la pérdida de valores morales y respeto al maestro. El gobierno determina que se apruebe 95% de los estudiantes, se esfuercen o no por aprender. Los directivos cumplen ciegamente lo ordenado por el Ministerio de Educacion, premiando hasta quien no asiste a clases. Obviamente el interés de muchos padres es que sus hijos no pierdan el año. De ese modo se confunden derechos con privilegios y de ahí que los estudiantes subestimen a padres y profesores y no tengan incentivo para mejorar o superarse. Según palabras textuales de un rector, “El que manda, manda, aunque mande mal”.
Aunque la profesora fue reconocida en varias ocasiones, particularmente por el colegio Camilo Torres donde obtuvo diploma como profesora del año, en el sistema educativo los premios son muy competitivos y requieren de apoyo político. Irónicamente, al final de su carrera resultó víctima de acoso laboral a manos de la rectora de la Institución Educativa Laura Vicuña.
Los nuevos maestros tienen menos derechos y por tanto son más vulnerable al acoso, porque son provisionales y viven amenazados por la arbitrariedad de las evaluaciones anuales. Muchos de estos docentes son profesionales con maestrías y doctorados que deberían unirse para exigir una mejor representación de los sindicatos y hacer valer sus derechos. La profesora Osorio tiene esperanzas en que el gobierno del cambio facilite a los docentes nuevas posibilidades para equiparar sus salarios con los de los demás profesionales.
Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos