Editorial

Goliardos – NORMA SALAZAR

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Goliardos

NORMA SALAZAR

La poesía goliarda es curiosa y atrayente, es otro tipo de poesía profana escrita en latín, reunida al movimiento goliardo, cuya particularidad, cualidad y actitud frente al mundo y a los goces de la vida crean diversas veces un genuino valor literario y un específico significado cultural y social.

El movimiento goliardo es una corriente poética que se abrió en Alemania, Inglaterra, Francia y España primordialmente, desde el siglo XI hasta el XIII. El nombre de goliárdico (o goliardesco) proviene de los poetas que labraron este género de poesía: los goliardos.

Los goliardos, también nombrados clérigos vagantes eran poetas o estudiantes que se transportaban de una escuela a otra, ya que eran las épocas en que se fundaban las grandes universidades europeas y a falta de recursos, se ganaban la vida ejerciendo como juglares. Por otro lado se incluían entre el grupo de los goliardos algunos clérigos sin beneficio, o bien monjes que habían escapado de sus conventos y se entregaban a una vida errante  y anómala.

La poesía goliardesca nace en un contexto muy culto y literario con eruditos  en retórica latina y lecturas de los clásicos que guían su preocupación literaria y su perspicaz inspiración hacia la creación de poemas en las que afrentan el ambiente que los asedia, remedan la formalidad y la magnificencia de los himnos litúrgicos, cantan humorísticamente al amor, vino  dan rienda suelta a la malignidad a la picardía colegial. Ello compone una cierta primicia en la poesía docta, pues esta procede de la cátedra y del templo para asentir a la taberna o al lupanar no para distraer al pueblo, que arduamente podía opinar su vocabulario de latín y su burla intelectual, sino para cantar en regodeo grupo de gente cultivada. Los instantes felices de la vida estudiantil de todos los tiempos dan la idea más acertada  de lo que fue la poesía de los goliardos, arte de una minoría que se cree superior a los demás, y a la que accede no ser comprendida por los que no tienen su enaltecido interés  erudito.

Ahora bien su importante rol se encuentra comúnmente en la poesía goliárdica, una actividad directamente discrepante a los altos mandos eclesiásticos, desde el Papa, los cardenales, los obispos, la corte pontificia, el clero. En muchos de estos poemas se clama el declive y el envilecimiento eclesiástico que creen advertir en su entorno, en oposición a tiempos óptimos. En otras circunstancias llegan hasta la sátira más descarnada y cáustica en la que abarcan toda suerte de desfachateces y liviandades con el propósito de avivar las risas. Infatigablemente relucen en este tipo de poemas el juego de palabras y el equívoco burlesco, pese a su actitud descortés no existe en estos poemas oposición dogmática con la Iglesia, falta de fe o herejía sino un anticlericalismo inadaptable frente a las injusticias de los poderes eclesiásticos.

Por otra parte, los autores de este poema están vigorosamente enlazados con la Iglesia por lo que  están habituados con los textos bíblicos, las técnicas de culto y de liturgia; de ahí que efectúen torcidas parodias de estos textos y procedimientos en busca de una expresión ridícula y malintencionada.

Este es un tema perfeccionado con gracia e incluso emoción. Una de las pautas  más valiosas es la del aclamado Archipoeta de Colonia, en la que al lado de estrofas escritas de un áspero e inquietante sentimiento, el gozoso espíritu juvenil va exhibiendo las suaves extenuaciones del goliardo, victima totalmente resignada del amo:

“Es cosa muy ardua vencer a la naturaleza

y que a la vista de una doncella la mente siga pura

los jóvenes no podemos una ley tan dura

y no prestar cuidado a cuerpos tiernos.

Es mi propósito morir en la taberna

para que el vino esté cerca de la boca del que muere;

entonces cantarán alegremente los coros de ángeles:

“Dios, sé propicio a este bebedor”

El vino es uno de los temas predilectos de los goliardos. Los poemas consagrados al vino están llenos de gracia, agudeza y cuantiosa palabrería, este contexto nos han mostrado auténticas obras maestras y han escrito los brillantes y más francos poemas ofrecidos al vino.

Termino ávidos lectores  con una afama canción que con toda riesgo, emprende

“Cuando estamos en la taberna

no nos preocupamos de nuestro entierro,

sino que nos precipitamos al juego,

en que siempre nos afanamos …

Podéis oír este canto goliardesco”

 

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