Editorial

Eugene OʾNeill y sus resonancias subconscientes – NORMA SALAZAR

RADIOGRAFÍAS

Eugene OʾNeill y sus resonancias subconscientes

NORMA SALAZAR

Eugene O’Neill con la ideología europea hasta la médula  y de un estilo cuya huella resulta más perceptible en cavilaciones del psicoanálisis. Las lecturas de O’Neill en este rubro son escasas, la influencia del psicoanálisis en el autor es indudable. No debemos de extrañarnos la resonancia  en aquél tiempo tenían nuevas ideas en el arte y tratándose de un autor muy comprometido en la dramaturgia de los estados inconscientes. Dentro de los psicoanalistas la influencia específica de Sigmund Freud no fue la principal en O’Neill, sus obras se aprecian llanamente en los  ecos freudianos como el retroceso a la infancia, la valoración del mundo subconsciente de una forma especial, casi omnipresencia del complejo de Edipo.

Sin embargo, consideramos indudablemente que la fuerza de lo edípico – y de otros compendios freudianos-, se debe bastante a la biografía familiar del autor que a la influencia del gran teórico del psicoanálisis. Es significativo subrayar para nuestro ensayo la considerable afinidad que tuvo O’Neill con las teorías de Carl Jung que ejercieron interiormente como inducción de su imaginación creativa, tal efecto, mientras el espacio del psicoanálisis freudiano le parecía a O’Neill algo simple y reduccionista que atraía en cambio un interés del psicólogo suizo por los temas de carácter espiritual.

De una manera especial, le interesaba la teoría junguiana del inconsciente colectivo y de los modelos arquetípicos que preceden a la ideología y creación artística, O’Neill recurrió  a la tesis del inconsciente colectivo para explicar porque distinguía la emoción al pensamiento consciente, aseverando que las emociones no emanan sólo de nuestra práctica personal, sino también de la usanza de toda la humanidad a través de la historia. A partir de cierto punto de vista podemos decir que a O’Neill no le concernía tanto el enfoque freudiano, por ser más “extrovertido” a los concluyentes en un orden de carácter en las personas y acontecimientos externos, en cambio, se sentía más cercano de la perspectiva más “introvertida” de Jung, inclinada hacia los componentes internos, fundamentalmente al inconsciente colectivo.

Por otro lado, los héroes de O’Neill están confrontados individualmente con la sociedad y escudriñan su propia redención sin asemejar una establecida trinchera social o política en relación con el teatro, es decir que O’Neill establece su propia singularidad sin obtener  precursores, ni dejar convenientemente una escuela, sin embargo, recibió la influencia de autores como el poeta, dramaturgo noruego Henry Ibsen, el dramaturgo alemán Benjamin Franklin Wedekind y particularmente,  el escritor, dramaturgo sueco August Strindberg. Proclamó que el dramaturgo sueco era al autor al que más le debía. Los grandes temas de Strindberg se asimilan a los de O’Neill: el apremio entre hombres y mujeres, la decepción amorosa, el desafío entre el individuo y la sociedad, la incompatibilidad de las personalidades humanas, la disputa entre las recapitulaciones del universo, por supuesto recurrió a Strindberg para ciertas técnicas: símbolos, máscaras, imágenes dramáticas abstractas, gran notabilidad tuvo la tragedia griega que contribuyó a estimular en la obra de O’Neill un sentido determinante de la vida y del destino.

El siguiente texto es indicador, referente a la postura del autor sobre la tragedia y su conclusión en relación con la felicidad del hombre:

“Claro que escribiré acerca de la felicidad, si llego a trabar contacto con ese lujo y lo encuentro suficientemente dramático y en armonía con cualquier ritmo profundo de la vida. Pero la felicidad es una palabra. ¿Qué quiere decir? Exaltación; una sensación agudizada del valor significativo del ser y el devenir humanos. Bueno, si es eso lo que quiere decir (…) sé que hay más de eso en una tragedia verdadera que en todas las comedias de final feliz que se han escrito. ¡Es una mera opinión del momento actual la que considera que la tragedia es infortunada! (…) (A) los griegos y los isabelinos (…) los levantó espiritualmente hasta lograr una comprensión más honda de la vida”

Las obras de O’Neill nos exponen un universo de seres dominados con su propia vivencia, incapaces de percibir los singulares universos de los otros, en consecuencia estos temas están entre los más trascendentales del teatro de los últimos cien años, lo que ayuda a entender porque las obras de este autor conservan vigencia para nosotros.

Uno de los temas que más alucinó a nuestro dramaturgo y que profundizó  fue el problema de la personalidad del hombre contemporáneo: quién es y cuál es su lugar en el mundo. En O’Neill, la exploración de la identidad es una prioridad apremiante no sólo para el individuo, sino también para el clan de los seres humanos. Lo podemos observar en su pieza El mono velludo, el dramaturgo “lo que impulsa a todos los seres pensantes es la búsqueda de la identidad (…). La búsqueda de la identidad no es únicamente un problema individual, sino que se muda en un problema colectivo, universal de la humanidad.

Termino ávidos lectores, este breve texto es una abstracción desde la vertiente psicoanalítica en las obras del dramaturgo Eugene Oʾ Neill, su distintivo sistema de  símbolos enfocados a una hipótesis primordial  de la compatibilidad con otros elementos míticos y espirituales, centrado en el tratamiento de la personalidad, la complejidad, el misterio humano.

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