A 80 y tantos días de que inicie el Mundial de Rusia 2018, la selección mexicana que dirige Juan Carlos Osorio, deja más dudas que certezas.
Si nos vamos a los números, en realidad el proceso de Osorio ha sido muy positivo, con todo y las dolorosas derrotas ante Chile en la Copa América y frente a los alemanes en la Copa Confederaciones.
En lo que respecta al estilo de juego, no dejará de ser una cuestión sumamente subjetiva. A algunos les basta que México gane, a otros no les basta y opinan que no tiene un estilo definido, vamos, que no juega a nada.
Desde este espacio he defendido el trabajo de Osorio y me mantengo. Es un tipo serio, que difícilmente se engancha ante los cuestionamientos de los medios (serios o de reventadores), que entrega resultados.
Si entiendo bien, la filosofía de Osorio es la siguiente: echar mano de los mejores futbolistas dependiendo del rival en turno. No hay un once fijo, porque no se enfrenta siempre al mismo rival, además, no existiría una competencia interna.
La idea me parece fenomenal, me parece una gran estrategia, solo hay algo que al día de hoy me deja dudas: colocar a jugadores en posiciones que no dominan. ¿México se puede dar esos lujos ante los grandes protagonistas? Opino que no.
Ya se sabe que ante los grandes rivales, por ejemplo Alemania, aprovechan cualquier debilidad, cualquier punto flaco, para pasarte por encima. Desde 1994 la tendencia ha sido esa: México ha tenido la oportunidad de acabar con el rival y ha perdonado. Los rivales no y México ha tenido que conformarse con los octavos de final.
Fuente: Marca
rrc