Editorial

EL ESPACIO ES PÚBLICO,PERO NUESTROS CUERPOS NO – SINERGIA DE PALABRAS

EL ESPACIO ES PÚBLICO,

PERO NUESTROS CUERPOS NO

LISSETH FLOTA

SINERGIA DE PALABRAS

Hablar de acoso es algo normal en estos días, ya todas y todos sabemos que acosar está mal, que irrumpir en la esfera personal y privada de una persona sin su consentimiento no es correcto, pero ¿realmente sabemos qué es el acoso y a quienes afecta?

Podríamos comenzar por definir el acoso como ‘’la forma de violencia de género mas normalizada y cotidiana’’, este fenómeno afecta en mayor medida a las mujeres, ojo que nadie está diciendo que no pueda sucederle a los hombres o que sea menos importante, pero en esta ocasión nos centraremos en el sector más afectado de manera, histórica, sistemática y socialmente, ya que justo hacer mención de estas características es fundamental para entender la razón de ser de esta práctica.

El espacio público ha sido históricamente dominado por los hombres, a medida que los movimientos de derechos de las mujeres ganaban más y más batallas, las mujeres comenzaron progresivamente a liberarse de los roles domésticos que les habían sido instituidos como único propósito en la vida , es decir, las mujeres dejaron la esfera privada y salieron finalmente a la pública, finalmente fueron consideradas personas que ya no dependían de la compañía de sus esposos para salir a las calles, podían ir al trabajo solas y reunirse con otras mujeres, desgraciadamente cuando el bando opresor goza de beneficios a causa de la opresión del otro, busca siempre mantener esta dinámica y la igualdad significa siempre una pérdida: de poder, de espacios. Entonces la única manera de lograr revertir esa pérdida es ejerciendo violencia para recuperar lo que le fue ‘’quitado’’, una violencia disfrazada de amabilidad y galantería, de caballerosidad y de coquetería pero que en realidad tiene un trasfondo correctivo que busca recordarnos que no pertenecemos al espacio público, que debemos sentirnos inseguras, ya que las calles no son un espacio en el que podamos circular libremente.

 Cuando un hombre desconocido por la calle nos dice algo como ‘’bueeeenas tardes’’ (si así, justo con ese tono que sé que tú y yo sabemos identificar, el tono que no busca saludar sino, ofender e intimidar) o un ‘’HERMOSA’’ mientras baja la velocidad de su automóvil y nos mira de pies a cabeza, no busca ‘’elogiar la belleza femenina’’ o ver si en una de esas ‘’caen, porque eso le gusta a las mujeres’’, estas acciones buscan recordarnos constantemente el ejercicio de poder que se ejerce y en el que -una vez más- nos encontramos en desventaja, busca decirnos que no importa cuanto luchemos de manera individual, cuantos trabajos con buen puesto tengamos o cuantos premios por deportes o desempeños académicos hayamos logrado obtener, las calles y la esfera pública siempre nos van a reprochar el habernos atrevido a cuestionar y rechazar el rol impuesto y perfectamente diseñado para nosotras.

Desde mis vivencias como mujer de 20 años con oportunidad de acudir a la Universidad, estas situaciones cotidianas me tienen harta, herida y sumamente enojada, es horrible el adecuar nuestra vestimenta según los lugares por los que pasaremos ese día y no adecuarla según nuestro gusto y comodidad, me refiero a que, tomar un camión a las 12 del día en un clima donde la sensación térmica alcanza los 50° no es muy cómodo llevar pantalón  y una blusa que cubra los hombros, pero esta es una de las medidas que tomamos al ser mujeres andando solas en un espacio público porque, no vaya a ser que unos hombros y piernas descubiertas ‘’inciten’’ al señor de a lado mío en la fila del camión y entonces todo sea mi culpa por no cuidarme y por enseñar de más.

Hoy en día la discusión acerca del acoso está sobre la mesa, la cuestión no es repetir el discurso hasta el cansancio, la cuestión está en identificar estas actitudes que todos y todas tenemos en mayor o menor medida, reflexionar y cuestionarnos ¿por qué lo hacemos? ¿nos gustaría que alguien nos hiciera lo mismo?

Entender que necesitamos aprender nuevas formas de relacionarnos con las y los demás -formas sanas y correctas- que hagan sentir cómoda a la otra persona y que no sean consideradas una intromisión en el ámbito privado sin previo consentimiento, construir relaciones de iguales, no confundir ‘’la caballerosidad’’ o el ‘’coqueteo’’ con  el acoso hacia la otra persona, identificar actitudes preocupantes en nuestros amigos y amigas y hacérselas ver, no a modo de reproche pero si a manera de querer ayudar a cambiarlas para bien.

La tarea es de todos y todas.

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