Editorial

RADIOGRAFÍAS – La memoria donde ardía de Socorro Venegas

RADIOGRAFÍAS

La memoria donde ardía de Socorro Venegas

NORMA SALAZAR

María del Socorro Venegas nació el 21 de agosto de 1972 en el estado de San Luis Potosí, estudió  Comunicación Social en la Universidad Autónoma Metropolitana campus Xochimilco, maestría en Literatura en el Centro de Investigación y Docencia en Humanidades de Morelos, posgrado en Políticas Culturales y Gestión Cultural por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Ha sido subdirectora y directora de la Escuela de Escritores Ricardo Garibay sede Cuernavaca de la Sociedad General de Escritores de México, fue responsable de las colecciones para niños y jóvenes del Fondo de Cultura Económica actualmente es la Directora General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su obra literaria ha sido traducida al inglés, francés; sus cuentos Concho en River Review, Literal, The Listening Eye, The Modern Review, Des nouvelles du Mexique (2009) Sudden fiction latino (2010) Premio de Poesía y Cuento Benemérito de América 2002 por Todas las islas (Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca) Premio de Novela Carlos Fuentes 2004, categoría ópera Prima por Será negra y blanca.

Con este breve preámbulo  apreciables lectores escribiremos concerniente a su más reciente libro de la narradora y editora Socorro Venegas La memoria donde ardía bajo el sello Páginas de Espuma, 2019. ¿Coexiste un receptor de la reminiscencia quien cede para tomar indiscutibles decisiones? Los seres humanos son conscientes de su propia limitación intelectual al no tener una memoria viva con mayor perspectiva lo expresó en su momento Friedrich Nietzsche  “Yo he hecho eso”, dice mi memoria. “Yo no puedo haber hecho eso” –dice mi orgullo- y permanece inflexible. Al final, la memoria cede” Es necesario comprender más allá del transparente lapso de nuestro repaso, estar al tanto que el universo puede ser desigual y,  como tal, dar existencia a su antípoda; el otro mundo viable más allá del aro de la situación que protege a la sociedad del caos emocional, en sí, los estremecimientos brutales e indomables. Un punto de vida mental, así, como la propia vida orgánica tiende a similar progresivamente en nuestro interno habitad mediante estructuras sociales, económicas, etcétera, resguardamos nuestra esencia un particular trascendental entre el olvido de nombres y los recuerdos encubridores. La memoria donde ardía

                        “Se dice a veces que uno se deshace en disculpas o en lágrimas.

                                    Yo me deshacía en memorias. El Señor del Tiempo me había

                                    dado otras vidas para gastar y yo, cómo negarme, las había vivido”

 

Se ha dicho que la remembranza opera como un reacción contemporánea, es en el presente en el hoy, cuando retornamos a vivir la experiencia resonada o la experiencia tal y como la creemos que aconteció.  No es pues el pretérito el que nos perturba cuando de memorias infelices se trata, es en el presente que continuamos ‘viviendo el recuerdo’ o ‘el supuesto recuerdo’ Por otro lado Bertolt Brecht afirmó que el arte no era sólo un espejo que reflejaba la realidad, sino que era como un martillo para darle forma, es decir, el arte es a su vez un espejo y martillo que refleja y aporta nuevas formas y miradas de aquellas realidades mentales y externas desplegando otros puentes entre ambas, nuestra editora Venegas lo comparte alcanza entrelazar un análisis profundo a través de su escritura va sanando a sus protagonistas del Duelo, la Memoria, la Maternidad y la Muerte; la infancia con mosaicos agridulces. Sus coprotagonistas 19 cuentos que considero directamente aguzar su cabida de auscultación, no por estar al corriente sino por todo lo nuevo que éstos tienen que aportar, Socorro Venegas en efecto, al leer sus breves cuentos muestra una narrativa para escudriñar una verdad, deja que su narrativa sea lo que es un cuento con personajes honestos y clímax de tensión interior cada pasaje el lector descubre sus indetenibles efectos. Las tensiones inherentes de la condición humana que nuestra autora cuenta  con nuestras segundas, terceras lecturas en un respiro redescubrimos una resiliencia entre sus párrafos, con líneas poéticas ennoblece lo cruel de sus vidas por muy despiadadas hace que descubramos una adversidad, sin  dejar la acción de unidad, apoyo moral hasta el final con una enseñanza profunda. Personajes que afloran su más frágil sentimiento, esa  voz  desafiante, aquí, uno de sus cuentos lo relata perfectamente, Los aposentos del aire

 

                        “Lucía, han pasado varios días y no me dejan verte.

                                    Pero me colé y logré mirarte. Más lejos que nunca, lejos, lejísimos,

                                    bajo muchos tubos y sondas no eras tú de verdad.

                                    ¿Estabas ahí? Alcé la sábana y busqué tus pies para acariciarlos.

                                    Tuve que irme porque hacía mucho que no me daban ganas de llorar.”

 

Su lenguaje es trasladar a otras directrices apuntalar con el valor justificado a la palabra “un enorme manifiesto” de lo que se dice o se escribe, esa fortaleza es la que intenta la literatura cada vez  rescatar y difundir lo real de sus historias. Ávidos lectores quisiera finalizar subrayando que la narrativa de Venegas intercede en los disímiles conocimientos del sufrimiento humano sumando en estos graduales períodos de ordenación, ofrece otra mirada que reabre las posibilidades desde y para sus personajes una inquebrantable y consoladora redención, y en ese equivalente sentido considero que tanto la literatura es como un psicoanálisis unos de los refugios más sólidos para la subsistencia de un espacio viable donde desarrollar los fondos de una humanización siempre en riesgo de conmoción profunda. La memoria donde ardía es un libro de detalles de defensa inconsciente de la desmedida situación traumática e insoportable de los afectos, Pertenencias

                        “Nos despedimos con mucha cortesía, sin mirarnos a los ojos.

                                    Extremadamente delicados y atentos, sabíamos que lo único

                                    que teníamos para cuidar era nuestra fragilidad”

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