¿Viejos o Ancianos?
Roberto Cardozo
Y Aquí Empieza el Abismo
Desde hace algunos años, debido a los avances en todos los sentidos de las sociedades, las poblaciones han sufrido dos fenómenos que no pueden ser dejados sin analizar y observar. El primero es la elevación de la tasa de natalidad, sumada a un incremento de la supervivencia de los infantes; el segundo es el incremento de la esperanza de vida adulta, pasando en nuestro país, de 34 años en promedio, en la década de los 30, a 75 años en épocas recientes.
En el caso del incremento de la esperanza de vida adulta, a pesar de que las sociedades tenemos las condiciones adecuadas para que se de este fenómeno, realmente no estamos tan preparados para lidiar con esto. Lo veo todos los días y cada día en aumento, cuando las personas llegan a edades de envejecimiento en las que, desde el modelo económico actual, han dejado de ser productivas. Nuestra cultura, a pesar de hablar de cuidados a los ancianos, no podemos dejar de ver cómo sobreviven en condiciones de abandono, aún en sus propios hogares y rodeados de las personas que se supone deben cuidar de ellos.
Esto es cultural, porque una persona anciana no tiene que ser necesariamente una persona vieja, ser anciano es una cuestión de carácter biológico y cronológico; ser viejo es parte de un constructo social, en el que se ejerce violencia sobre los adultos mayores, empezando por pensiones paupérrimas, menosprecio en el entorno familiar y social por considerarlos estorbos, aumento de enfermedades crónico degenerativas y demás situaciones que dejan en un lugar poco digno a los ancianos.
En resumen, cada día hay más viejos y la sociedad ni los gobiernos están preparados para esto. Urge replantearnos las medidas que debemos adoptar para que esta etapa que es relativamente nueva, tenga mejores condiciones de vida, que dignifiquen nuestra salida de la misma.
Es que, al incrementar la esperanza de vida, también incrementa la incidencia de enfermedades que “antes no se veían”, como suelen decir las personas al hablar de enfermedades propias de la población envejecida; claro, antes no vivíamos lo suficiente para desarrollar algún tipo de cáncer o padecimientos relacionados con el deterioro de nuestras capacidades físicas, como la osteoporosis, por decir una.
Tenemos que plantearnos desde las posibilidades de que la vida económicamente activa se incremente, con las debidas proporciones para las capacidades de cada persona, tomando en cuenta que hay espacios económicos y sociales que pueden ocupar las personas de mayor edad, sin menoscabo de su dignidad como seres humanos. Cuando menciono estos espacios, no pienso en lo que se está volviendo tradición: los abuelos cuidando de los nietos, o actividades más relacionadas con el entretenimiento.
Los viejos necesitan dejar de ser viejos, de ser una carga, de ser un accesorio, o un estorbo en los mayores casos; necesitan tener un nuevo proyecto de vida una vez que se concluya la que nos han enseñado o, quizá, tener un proyecto de vida más largo, que nos permita seguir activos al paso de los años.
Está bien claro que uno se vuelve un viejo cuando deja de hacer las cosas, aunque se sea un anciano. La juventud no es un divino tesoro, el divino tesoro es mantenerse con la energía vital a pesar de que la fecha de nacimiento cada día pertenezca más a la historia y nuestra infancia esté más cerca de pertenecer a un libro que de una plática con amigos.
Una de las razones por las que nos estamos tardando, es el hecho de que a nadie le gusta pensar en lo efímero de nuestro paso por la vida, por lo que un día despertamos y nos damos cuenta de que fuimos asaltados durante la madrugada por la vejez. Por eso se hace importante sabernos breves y frágiles, para que nos vayamos preparando en lo mental y en lo físico para el paso del tiempo; es fácil, alimentarnos bien, hacer un poco de ejercicio y cultivar el alma a través del arte.
Por mi parte, lo he sabido desde niño, me iré de este mundo con la frente en alto, cuando ya no me aporte nada ni yo al mismo. No lo haré con un afán de notoriedad ni como una salida fácil, simplemente porque me reconozco transitorio y entiendo que todos tenemos una fecha de caducidad, lo que importa es lo que hacemos para dignificar esta transitoriedad.