Editorial

Los Anti-Intelectuales – A Través de la Pluma

Los Anti-Intelectuales

Mariel Turrent

A Través de la Pluma

El otro día platicando con mi amigo Rodrigo Caso, me dijo algo que me hizo sentido: “Malix Editores y sus talleres se han convertido en un movimiento anti-intelectual”, refiriéndose a que los integrantes son como bien lo hemos dicho malixes, escritores de la calle, sin pedigrí. Y es yo me pregunto: ¿cómo empiezan los intelectuales a ser intelectuales? ¿de qué sirve la literatura como un mero objeto artístico si no logran tocar vidas? ¿de qué sirve si no permite la entrada a otros? ¿de qué si su hermetismo es excluyente y no incluyente?

Con tristeza me he enterado ya en repetidas ocasiones de que en escuelas y universidades al cambiar el plan de estudios eliminan asignaturas como redacción, literatura, y otras materias menos prácticas vinculadas con el arte. Y es que lo de hoy es formar especialistas. En los países desarrollados ya no solo hay especialistas, por decir algo, en ginecología, sino especialista en operaciones de determinada afección del cervix. Y así es como hoy en día los profesionistas se convierten en especialistas de la especialidad de la especialidad. Por lo tanto, cualquier cosa que no tenga que ver con ese restringido universo que les atañe pareciera que no es de utilidad.

Esto mismo sucede con quienes quieren estudiar filosofía y letras. Quien quiere escribir debe estudiar la carrera de filosofía y letras porque en ninguna otra facultad le enseñarán al estudiante cómo hacerlo. Sin embargo, los escritores más prolíficos aseguran que para escribir es importante hacer otra cosa que no sea escribir. Es decir. Tener una carrera, profesión o especialidad de la se nutra, un área de conocimiento que proporcione el material sobre el cual escribir. El novelista norteamericano, David Baldacci, asegura que es gracias a sus conocimientos y experiencia en el derecho y la abogacía que puede escribir estos libros de acción y suspenso con tanto detalle. Pero ¿cómo se llega entonces a conocer las artes de la narrativa, de la poética, de la escritura? ¿Dónde se forman los grandes escritores?

La pregunta me remite a los talleres, a los masters, a los cursos extracurriculares que los aficionados vamos tomando aquí y allá. Pero en los que muchas veces los asistentes se sienten marginados por quienes se precian de ser intelectuales —un círculo cerrado de literatos o gente culta donde no hay cabida para quienes no vuelan a sus alturas—. Con esto pienso en aquella carta que Flaubert escribe a su amante Louise Colet: “Quiero escribir un libro sobre nada, quiero escribir una novela que sea solo estilo”. Flaubert pretendía que esa novela fuera una obra de arte en sí misma, algo puramente estético que no tuviera utilidad alguna. Es decir, el arte por el arte. Cultivar lo bello. Desafortunadamente una obra así solo es apreciada por una élite. En la misma época en que Flaubert escribía a Colet, Sarmiento, en Argentina, persuadía a Urquiza de que la escritura era una herramienta útil para derrotar a Juan Manuel de Rosas —político y militar que estaba en el poder.

El mundo actual está necesitado de otro tipo de literatura, —no quiero decir con esto que no tenga cabida lo que buscaba Flaubert— sino que el grueso de la población necesita una literatura anti-intelectual a la que pueda tener acceso. Que le sirva para iniciar su viaje al conocimiento, a la introspección, que amplíe sus horizontes. En esta era donde la especialidad de la especialidad reina, necesitamos que todos narren sus puntos de vista y que muchos más lo lean para conocer a través de las letras, lo que significa un mundo global, para ser empáticos, para sentirnos acompañados, para vivir nuestros duelos y nuestras alegrías dimensionándolas. Dice John Grinder que, para aprender el máximo posible de cualquier situación o experiencia, se necesita recoger información desde el mayor número de puntos de vista posibles. Y ¿no es precisamente eso lo que se logra a través de la literatura?

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