ACERCA DE LA POESÍA
GABRIEL AVILÉS
EPÍLOGOS DE LA MEMORIA
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La poesía es el reflejo del universo. Gracias a ella se preserva un momento de la humanidad. No el hombre se sirve de la poética, sino la poesía al hombre, lo anterior, me sirve para citar al poeta polaco Czeslaw Milosz quien escribe respecto a esa conjetura: “Los simbolistas descubrieron la idea de un poema como una cosa autónoma, una unidad autosuficiente, ya no más describiendo el mundo sino existiendo en vez del mundo”. Al separarse de su autor y penetrar en la mente del lector se vuelve un ente independiente, con una vida propia que pendula entre lo profano y lo místico. Se sabe solitaria, por eso puede bañar sus versos en el río, dormir en el océano y observar un bosque desde la montaña; confiando en que establecerá un diálogo con algún hombre, sin importar, raza, sexo o idioma, pues, un buen poema tiene la cualidad de traspasar las fronteras del pensamiento.
De este modo un iraquí y un sajón pueden tener el mismo sentimiento de gozo al leer el siguiente fragmento de Borges: “Me crucifican y yo debo ser la cruz de los clavos. /Me incendian y yo debo ser el infierno. / Debo justificar lo que me hiere. / No importa mi ventura o mi desventura. / Soy el poeta”.
Lírica es sinónimo de existencia cuyas raíces también incuban el andar del ser humano por el tiempo, retratando en metáforas, la tragedia y la grandeza de los siglos. Retorno a Milosz, pues, en su ensayo, Partiendo desde mi Europa, subraya de manera contundente: “Hoy día, el poeta se da cuenta de que la poesía moderna tiene su propia historia, sus ancestros, héroes y mártires” y remarca: “Después de todo, un siglo es una esperanza utópica. En su nombre ha estado muriendo gente, en su nombre gente se mata entre sí y la esperanza adquiere la forma de una revolución cuya meta es reemplazar el ominoso poder del dinero”.
Así que, bardos contemporáneos, gocemos de nuestra misión: Seamos el instrumento de esa poesía autónoma que nace de un disímil e inexplicable universo donde el mundo es sólo la vestimenta y nosotros el corazón.