Editorial

La humillación del tiempo: análisis de Pero va a llover de Clarice Lispector

La humillación del tiempo:

análisis de Pero va a llover de Clarice Lispector

Mariel Turrent

 

 

La vejez es la peor de todas las corrupciones.

Thomas Mann

 

Autora emblemática de la literatura brasileña, Clarice Lispector es una de las voces más importantes de la literatura del siglo XX. Su narrativa breve es la vertiente más rica de su obra, en ella se ve reflejado el poder apabullante de la realidad cotidiana. “Eso no es literatura, es brujería” dijo un amigo de Clarice Lispector a una a sus lectoras. Y es que, al parecer, la escritora encontró una forma de embrujar a través de lenguaje, de sus historias que cuenta sin contar, de sus diálogos tomados de la realidad como muestras microscópicas de un universo profundo e inenarrable que ella ha sabido mostrar.

Pero va a llover, es un breve relato que, en pocas páginas, recrea la soledad y el mundo de una mujer de sesenta años, María Angélica de Andrade; una viuda que se enamora a primera vista —o cree enamorarse— de un joven repartidor de medicinas y se engaña a sí misma pensando que él también la ama, a pesar de las advertencias de sus amigas:

 

—María Angélica, ¿es que no ves que el muchacho es un bribón? ¿Que nada más te está explotando?

—¡No admito que a Álex le digas bribón! ¡Él me ama!

 

Cuando leo este relato, no puedo evitar que venga a mi mente la teoría del iceberg. La narración de Lispector no es más que la punta de una gran historia sumergida en la obviedad de las cosas; un instante eterno que se repite en todos los hombres y mujeres que se resisten a envejecer; el retrato de la condición humana visto a través de una mujer en el atardecer de su vida, que se aferra a la juventud, su crisis ante la negativa de quedarse sola, envejecer, perder sus encantos y la compañía de alguien. El drama de alguien que necesita sentirse amado y reafirmarse en la mirada del otro.

Existe un gran paralelismo con la novela de Thomas Mann, Muerte en Venecia. María Angélica de Andrade, la protagonista del cuento, es la versión femenina y actual del romántico Gustav von Aschenbach; Alejandro, sin embargo, es la antítesis de Tadzio, o tal vez la versión actual en la que se desvirtúa la belleza contemplativa, virginal y poética que retrata Mann y a cambio tenemos un Alejandro que se corrompe inmediatamente, es burdo, lleno de espinillas y con malos modales.

El chico acabó de comer y beber, se limpió la boca con la manga de la camisa. María Angélica no consideró que fueran malos modales: quedó maravillada, lo vio natural, sencillo, encantador.

En ambas historias el personaje principal es de clase alta, pero María Angélica no parece ser un espíritu elevado como Gustav —aunque este punto permanece bajo el agua—. El amor que en Muerte en Venecia es meramente platónico, se consuma en el cuento de Lispector con una posesión carnal casi inmediata aunque vemos a ambos personajes esmerándose en parecer lo que no son: Gustav se pinta el pelo y el bigote y María Angélica se cambia de ropa, se pone una bata de encaje transparente parecida a un kimono. En ambos casos vemos retratada la decrepitud en contraposición con la juventud. Y el precio que está dispuesto a pagar el protagonista por conquistar a su ser amado. Del romanticismo de la corriente literaria de Mann y la música de Mahler, del sentido exaltado del amor sobrenatural donde Gustav abraza su destino y lo asume, Lispetcor nos aterriza a la época actual de la inmediatez donde todo se compra y se consume rápido, incluso a domicilio para mostrar claramente la banalidad y la prostitución.

 

—Ven a la cama conmigo…

—¡¿Yo?!

—¡Te daré un gran regalo! ¡Te regalaré un coche!

¿Coche? Los ojos del chico resplandecieron de codicia. ¡Un coche! Era todo lo que deseaba en la vida.

 

Dice Andrés Neuman que la voz del narrador en un cuento “tiene tanta importancia que no siempre conviene que se escuche”. Lizpector logra esto iniciando de forma directa y al grano, nos lleva desde el primer renglón al asunto y en ese primer párrafo presenta a los personajes y en las cuatro primeras oraciones nos dice incluso la trama. Al principio, el narrador pasa desapercibido, y el lector se centra en estos datos de los que quiere saber más, no repara en quién lo cuenta hasta después; su voz se va haciendo cada vez más notoria al grado incluso de convertirse en un personaje que está divulgando las intimidades de María Angélica y emite juicios y la ridiculiza:

Lo que pasó en seguida fue horrible. No es necesario saberlo. María Angélica —¡Oh, Dios mío, ten piedad de mí, perdóname por escribir esto!— María Angélica daba pequeños gritos a la hora del amor.

María Angélica apenas creía en su buena suerte. Poco le importaban las criadas que casi se reían en su cara.

Lispector utiliza este tono de voz casi paródico que a mí, como lector, me provoca aún más el sentimiento de humillación que vive el personaje. Con esto logra hacer que sus personajes actúen, los hace hablar, nos hace escuchar sus voces y esto nos lleva de inmediato a la escena misma, como si la estuviéramos presenciando. El lenguaje es simple, claro, directo, en ocasiones descarnado. Muestra la realidad tal cual es, sin adornos ni formas como si por casualidad nos hubiéramos topado con alguien que nos cuenta un chisme y luego “pasa de largo y sigue viviendo”1.

El final es desgarrador, las mismas advertencias del narrador y las amigas nos van preparando; desde que se nos plantea la situación sabemos que no habrá un final feliz. La herida es mortal. María Angélica, ante la confrontación de las amigas, entra en la negación frente a la imagen de que Alejandro es un zafio, y cuando ella ya no puede sostener su propio engaño para deshacerse de la tensión se evade, y piensa en el clima frente al misil que la aniquila.

Parecía una herida por la guerra. Pero no había Cruz Roja que la auxiliara. Estaba quieta, muda. Sin una sola palabra que decir.

—Parece —pensó—, parece que va a llover.

La frase final nos provoca un sentimiento de luto, nos sumerge en ese día nublado del alma de María Angélica cuando Dios, definitivamente la ha abandonado.

 

Bibliografía

1.- Decálogo del cuentista, Andrés Neuman.

2.- Todos los cuentos, Clarice Lispector, Siruela, 2018.

3.- https://steemit.com/spanish/@elinderzambrano/viviendo-entre-libros-5-pasion-por-la-juventud-breve-analisis-de-muerte-en-venecia

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