Pieles Vemos, Corazones No Sabemos
Alejandro Romanella
¿Existe una raza superior? Es posible, pero seguramente no estaría determinada por el color de piel, ojos, cabello o alguna característica física por el estilo. De hecho, estos factores tienden a ser tan relevantes que, mientras los griegos de tez caucásica y cabello oscuro inventaban fórmulas matemáticas, técnicas alquímicas y obras sociales diversas, los vikingos rubios y ojos claros seguían corriendo en taparrabo matándose entre sí por un pedazo de tierra para cultivar. Por otro lado, los indígenas mexicanos tenían un mejor y más desarrollado sistema de higiene que los conquistadores españoles.
La superioridad racial es un concepto incompatible con la estructura social actual. Las oportunidades de crecimiento deberían ser directamente proporcionales al esfuerzo y dedicación de los individuos, y no a factores como la raza o la cultura.
Aún así, existe una brecha gigantesca entre personas de diferente etnia y costumbres. Por ejemplo, El 64.6 por ciento de las personas en México se consideran a sí mismas morenas; sin embargo, el 54.8 por ciento afirma que a las personas se les insulta por su color de piel y el 15 por ciento ha sentido que sus derechos no han sido respetados por esta misma razón (ENADIS 2010)
Eso quiere decir que los casi 7 millones de indígenas en México están expuestos al maltrato y discriminación por su apariencia física. Esto lleva a un ciclo social, en donde la discriminación es un factor decisivo en la falta de oportunidad laboral, lo cual conduce a la pobreza.
Y no solamente los pueblos indígenas han sufrido de esta marginación social, sino que muchísimos mexicanos de diferentes razas y costumbres han visto obstaculizado su progreso personal y familiar debido a tener (o no tener) ciertas características físicas.
La discriminación profundiza la desigualdad social. Las relaciones asimétricas entre quienes gozan de ciertos privilegios y quienes no, obstaculizan el desarrollo humano en el país. Esto termina en un solo desenlace: el aumento de clases sociales bajas y el empobrecimiento general de la población. Entonces podríamos afirmar que la diferenciación de personas por su físico es un cáncer social.
¿Cómo contrarrestamos este cáncer? Erradicando las viejas costumbres y prejuicios racistas y clasistas que heredamos de nuestros antepasados y enseñándole a nuestros hijos que no son especiales por su piel, ojos, cabello o acento. Ninguna persona es mayor a otra por motivos físicos, sino que la bondad, la compasión y la empatía enriquecen la condición humana más que cualquier otra cualidad.