NI UNA SOLA COSTRA
GABRIEL AVILÉS
A PULSO DE TINTA
presagiodemar@gmail.com
Me despierto y ni una sola costra se desgaja de mi faz,
taciturno añoro los brazos de mi abuela
en época de lluvia cuando repetía: No temas a los rayos,
toda tempestad trae consigo el ardor de la calma,
este día abruma a los infieles antes del adulterio.
De mis manos caen residuos de lágrimas.
Alucinaciones se fugan con la muerte,
ruptura aparente,
el efebo con el cual forniqué, dormita en el sueño de una doncella.
Veo el calendario, miércoles de ceniza,
evoco al niño que oía misa,
repitiendo con tedio los padres nuestros.
En mí, la autodestrucción es adictiva.
Los minutos se adueñan de las eras,
desnudo, bebo un café combinado con tabaco,
las pastillas humedecen ventanales.
A la hora de afeitarme,
un filo dibuja sobre los vidrios,
me abandona. Despacio arranco
llagas, sin pensarlo me ofrendo en sacrificio.