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La historia definitiva de Lionel Messi y el Barcelona: Cómo todo se vino abajo, y lo que sigue

Hace un año, Lionel Messi puso sus condiciones para seguir en Barcelona. «Quiero estar en Barcelona todo el tiempo que sea posible. Ésta es mi casa», le dijo al diario catalán Sport. «Pero no quiero tener un contrato largo y estar aquí solamente por eso. Necesito saber que vamos a tener un equipo ganador, porque quiero seguir ganando cosas en este club.

«Para mí, el dinero o una cláusula no significan nada. No tengo intenciones de ir a ningún lado, pero quiero seguir compitiendo y ganando».

Doce meses más tarde, Messi se negaba a entrenar, afirmando que su relación de 20 años con Barça había terminado, e intentando forzar un pase a Manchester City.

Que Messi, hombre de un solo club, capitán e ídolo, intentara irse de Barcelona de esta manera –notificándole mediante un infame burofax que, para él, ya no formaba parte del club– debería haber sido impensable. Y, sin embargo, ésta no fue una decisión apresurada. Deberíamos haberla visto venir.

Hacía mucho tiempo que Messi no estaba contento en Barcelona — con el presidente, la junta o la dirección. Reconoció esto en una entrevista que le dio un cierre temporario a la crisis este verano: «Le venía diciendo [al presidente Josep María Bartomeu] que quería irme durante todo el año». Una figura pública reservada, Messi solamente habla cuando tiene algo que decir, y a los 33 años ha sido más vocal que nunca. Estaba desesperado por ser escuchado. Quienes estaban a cargo en Barcelona, no escuchaban.

Ésta es la historia –contada con la ayuda de varias contribuciones de primera mano de fuentes allegadas tanto al jugador como al club– de cómo las persistentes dudas de Messi sobre Barcelona se volvieron imposibles de ignorar, y lo que sucedió después.

POR ENCIMA DE TODAS las demás consideraciones tanto personales como profesionales, el descontento de Messi viene de su deseo de ganar. Y para Messi, ganar significa la Champions League. Barcelona no la gana desde 2015. Ni siquiera ha estado cerca. Avergonzado por Liverpool y Roma estos últimos años, la humillante derrota por 8-2 ante Bayern Munich en los cuartos de final del torneo de la temporada pasada, en agosto, fue el punto de inflexión. Messi es muy consciente del impacto que los fracasos europeos de Barça tendrán en su legado. Cuatro títulos de Champions League son suficientes para los mortales, pero no para Messi.

Varias fuentes hacen referencia a un momento que ilustra muy bien el desencanto de Messi. Fue en el Camp Nou en mayo de 2019. Barça estaba 3-0 arriba en el partido de ida de las semifinales contra Liverpool. En el minuto 96, Messi, quien había convertido dos veces, se llevó a tres defensores antes de colocarle la pelota a un Ousmane Dembélé abierto. Dembélé pateó mal, Alisson atajó sin problemas, y Messi se dejó caer teatralmente al suelo, boca abajo en el césped.

Sabía que Barcelona necesitaba otro gol –la temporada anterior, Roma borró un déficit de 4-1 en el partido de ida para avanzar a las semifinales por diferencia de goles– ya que no podía contar con que sus compañeros defendieran una ventaja de 3-0 de visitantes. Seis días más tarde, quedó demostrado que no se equivocaba.

«La última ocasión de Dembélé fue muy clara», les dijo Messi a los periodistas después del partido de ida. «Cuatro goles habrían sido mejores que tres».

¿Cómo evitar que esos errores sigan ocurriendo? Un enfoque podría apuntar a una visión clara del tipo de equipo que se quiere construir. Pero los planes de Barcelona han sido incoherentes en el mejor de los casos. Perder a Neymar, con quien a Messi le encantaba jugar, en manos de Paris Saint-Germain quizá haya sido perdonable. Gastar casi 300 millones de euros en Dembélé y Philippe Coutinho –quienes aún no han estado a la altura, después de tres años– no tanto. El club no logró recuperar a Neymar el verano pasado, y en cambio fichó a Antoine Griezmann por una suma similar. Griezmann es un jugador que no ha logrado adaptarse por varias razones, entre ellas que su posición preferida está ocupada por Messi.

Una serie de directores deportivos –Andoni Zubizarreta, Robert Fernández, Pep Segura, Eric Abidal y Ramón Planes– llegaron y se fueron estos últimos cinco años, todos ellos incapaces de implementar una estrategia efectiva a largo plazo, porque nunca se les dio el tiempo para hacerlo. Todos fueron chivos expiatorios de Bartomeu, sacrificados como símbolos de las deficiencias del club. Entre ellos, incorporaron una mezcla de jugadores reclutados con diferentes ideas en mente. Los nuevos fichajes llegaban, fracasaban y se iban. Se fue el legendario mediocampista Andrés Iniesta. Gerard Piqué y Sergio Busquets se pusieron grandes.

Messi esperó, con desánimo, que las cosas mejoraran.


AUNQUE BARCELONA FRACASABA, en Europa al menos seguía ganando La Liga.

El DT Ernesto Valverde, a pesar de su impopularidad entre algunos hinchas de Barça, ganó la liga contra Real Madrid en 2018 y 2019. A Messi le gustaba Valverde. Fuentes le informaron a ESPN que Valverde, tranquilo y diplomático, mantenía una relativa armonía en un vestuario dividido entre dos camarillas: una, liderada por Messi, Luis Suárez y Arturo Vidal, quienes básicamente estaban contentos con el régimen relajado del entrenador; y otra, con Marc-André ter Stegen y Frenkie de Jong, quienes hubieran preferido un enfoque más disciplinado.

Ese equilibrio duró hasta enero de este año, cuando Valverde fue despedido –con Barça primero en la liga– luego de la derrota ante Atlético de Madrid en la Supercopa de España. Fue reemplazado por Quique Setien, un hombre sin experiencia en la dirección de un grupo de jugadores de este nivel.

Las repercusiones del despido de Valverde también fueron dañinas. El director deportivo Abidal dijo en una entrevista con Sport en febrero que «muchos de los jugadores no estaban contentos [con Valverde] y no estaban trabajando mucho».

Messi, en un inusual momento de rabia, perdió los estribos. «Sinceramente no me gusta hacer estas cosas, pero creo que cada uno debería hacerse responsable de sus decisiones». «El departamento deportivo debería asumir la responsabilidad. Cuando hablan de jugadores, deberían dar nombres. Si no, nos están manchando a todos y alimentando cosas que la gente dice que no son ciertas».

Abidal tocó un nervio. Messi es realmente sensible a la idea de que él dirige las cosas en Barcelona, de que es responsable de contratar y despedir entrenadores y de identificar fichajes. Es comprensible, aunque resulte difícil eludir cierta verdad: que Barça debería hacer todo lo posible por tener contento al mejor jugador de su historia.

Barça no lograba hacerlo dentro de la cancha, y tampoco afuera. En febrero se dijo que una compañía que el club había contratado para proteger su imagen estaba detrás de las cuentas de redes sociales que publicaban comentarios despectivos sobre jugadores actuales y exjugadores. Messi y su familia fueron mencionados. Éste fue otro golpe a su ya frágil relación con Bartomeu, aunque Barça siga negando responsabilidad por el escándalo conocido como «Barçagate».

EL CICLO DE SETIÉN fue breve y complicado. Desde el principio, Messi nunca estuvo impresionado con él a pesar de las afirmaciones exageradas de un regreso al estilo más ofensivo y basado en la posesión que se hizo famoso en el club con Johan Cruyff primero, y Pep Guardiola después.

Una tregua débil de seis meses duró hasta junio, cuando La Liga regresó luego de la pausa forzada por la pandemia. Cuando Barça perdió sus primeros puntos en un frustrante empate sin goles con Sevilla, las fuentes le comentaron a ESPN que hubo un tenso intercambio en el vestuario entre el capitán y el entrenador ante la aturdida mirada de los compañeros.

La punta de la tabla, que Setien había heredado de Valverde, se esfumó rápidamente. Real Madrid ganó 10 partidos seguidos, mientras que Barça perdió puntos en cuatro de sus fechas. Sus posibilidades de ganar el título terminaron con una derrota local por 2-1 ante Osasuna el 16 de julio. Cuando habló inmediatamente después, Messi no se contuvo.

Dijo que todo había salido mal desde enero, una crítica flagrante a su nuevo entrenador. «Hemos sido un equipo muy errático, débil y con baja intensidad. El partido de hoy es un resumen de la temporada. Debemos tener autocrítica, empezando por los jugadores, pero todo el club también».

BARCELONA NO HABÍA GANADO nada en 2019-20, su primera campaña sin trofeos en 12 años. Setién fue despedido. Su reemplazante fue una leyenda del club, Ronald Koeman, pero ya era demasiado tarde. Messi ya había tomado una decisión. Un primer encuentro entre Messi y Koeman –por el que Messi interrumpió sus vacaciones con Suárez y Jordi Alba en los pirineos para regresar a Barcelona el 20 de agosto— no fue bueno. Messi expresó sus dudas y seguía decidido a dejar el club.

Durante estos días llamó a Guardiola.

«Messi y Pep hablaron durante horas», le dijo una fuente a ESPN. Tienen una relación estrecha y muchas cosas en común. Messi, Guardiola y Manchester City comparten una obsesión por la Champions League. City nunca la ganó; Guardiola y Messi sienten que no la han ganado lo suficiente.

Messi sabía que sus opciones para salir de Barcelona eran limitadas. A diferencia de Barça, consideraba que City tenía una estrategia clara y una trayectoria ascendente. El jugador le dijo a su ex entrenador que quería un pase. Guardiola le dijo que hablaría con los responsables en City. Le advirtió que no sería sencillo.

El coqueteo de Messi con City no era nada nuevo. De hecho, la reconstrucción de City bajo la mirada de sus nuevos propietarios durante la última década se llevó a cabo con el objetivo de sumar a Guardiola primero, y a Messi después. Hubo conversaciones en 2014, y nuevamente en 2016. Sin embargo, la esperanza de City de fichar a Messi este verano dependía de que pudiera jugar la Champions League. Una vez que su suspensión de dos años de los campeonatos europeos fue levantada el 13 de julio, supo que estaría primero en la lista de candidatos si Messi se iba de Barça.

Nunca hubo un contacto directo entre los clubes, y la gente de Messi tampoco le transmitió directamente a Barça el deseo de un traslado a City, pero fuentes en el equipo catalán dicen que ellos fueron informados por una tercera parte del interés de City para fichar a Messi. Esto hizo que City comenzara a pensar en muchas cosas. ¿Podrían afrontar el salario de Messi? ¿Cuánto le iban a tener que pagar a Barça? ¿Qué iba a suceder con el fair play financiero? Su cláusula de liberación de €700m era imposible, incluso para City. Pero había un prospecto mucho más tentador: Messi podría estar disponible por nada a cambio.

El mecanismo por el cual ellos pensaron que podían lograr un acuerdo ha existido durante años. Las dudas que Messi tenía con respecto a su futuro a largo plazo, hicieron que sus asesores insertaran una cláusula de liberación en su contrato con Barça cuando fue renovado en 2017. Al final de la temporada 2019-20, dentro de un período definido, él iba a poder rescindir su contrato de manera unilateral y marcharse.

Y así fue que la junta directiva de Barcelona aguardó con nerviosismo. Al final, la fecha – inicialmente reportada para el 31 de mayo, más tarde fue corregida hasta el 10 de junio – cayó justo cuando La Liga estaba por retomar la acción. Sin embargo, cuando ya había pasado, el club se apresuró a informar a los medios. En lo que respectaba a ellos, Messi se iba a quedar hasta 2021. Messi ha dicho que él no informó al club antes de eso porque todavía estaban involucrados en La Liga y la Champions League; una fuente, sin embargo, afirmó que el hecho de que City estuviera sancionado en el fútbol europeo antes de ganar una apelación también complicaba su salida del Camp Nou.

La fecha original en el contrato de Messi había sido fijada para que coincidiera con el final de la temporada. Pero con la campaña extendida debido a la pandemia de coronavirus, el grupo de gente que trabaja para Messi pensó que iba a tener un poco más de tiempo cuando se tratase de la interpretación de la cláusula.

Fuentes le dijeron a ESPN que el feedback que Messi recibió de parte de los expertos legales fue mixto. Sólo una firma legal de las cuatro consultadas, Cuatrecasas, creyó que el argumento tenía alguna chance realista de lograr el éxito. Eso fue suficiente y Messi decidió avanzar. Si él se mantenía firme, quizá Barça iba a pestañar primero.

EL 24 DE AGOSTO COMENZÓ CON UNA LLAMADA de Koeman a Suárez. En una conversación que duró alrededor de un minuto, el entrenador le dijo al mejor amigo de Messi dentro del equipo que él no estaba en los planes de Barça y que debía buscar un nuevo club. Vidal recibió un trato similar. Los aliados de Messi estaban siendo eliminados y, ante sus ojos, tratados sin respeto.

Más tarde ese día, Messi entró en acción. Siguiendo el asesoramiento de Cuatrecasas, el futbolista optó por enviar un burofax – una carta registrada, usada cuando se requiere una prueba legal de que ha sido recibida — para informar a Barcelona que su deseo era marcharse sin pagar ninguna indemnización, haciendo uso de su cláusula. Firmada por Messi, fue enviada apenas pasadas las 7 p.m. A media mañana del 25 de agosto, la carta había llegado al Camp Nou.

Los primeros en leerla, horrorizados, fueron Bartomeu y el jefe del departamento legal de Barça, Román Gómez Ponti. «No podían creer lo que acababan de ver», una fuente le contó a ESPN. Para ellos no había debate: La cláusula había expirado. «Dejen de lado cualquier cosa en la que estén trabajando y enfóquense en esto», Bartomeu les dijo a los abogados del club. Barcelona contactó a dos firmas especializadas en derecho deportivo — Costa Torrecillas & Associates y Bufete Antras – para que los asesoraran. (El primero había logado que el club ganase una sentencia favorable unos meses antes en su disputa con Neymar con respecto a un bono de renovación). Ambas firmas estuvieron de acuerdo en que Barça estaba en lo cierto y no tenía que ceder ante las demandas de Messi.

A pesar de eso, fuentes le comentaron a ESPN que en ese momento había miembros de la dirigencia que estaban de acuerdo con apoyar la idea de dejar ir a Messi. No sin cobrar nada a cambio, por supuesto, pero si eso significaba cobrar una suma importante y deshacerse de su salario de €90m, el club iba a poder salir del hoyo financiero de €300m durante la crisis del COVID-19.

«Messi tiene mucho poder en el club, tanto en el nivel financiero como en el deportivo», comentó una fuente. Otra, cercana a los vestuarios, fue aún más lejos. «Es momento de venderlo, es una oportunidad histórica para poder cambiar las cosas. Hay muchos futbolistas que jugarán mejor sin él en el equipo».

Esas voces creían que una partida consensuada podía ser beneficiosa, pero el presidente no estuvo de acuerdo. Eran €700m del club que lo compraba o se quedaba. «Bartomeu no quiere ser el presidente que acuerde la venta de Messi», una fuente le dijo a ESPN, aunque otra fuente agregó, «aunque hubiese sido lo mejor».

Puede que Bartomeu haya arruinado su relación con Messi – el jugador lo llamó mentiroso, alegando que Bartomeu le había asegurado que le iba a permitir marcharse – pero logró su cometido. Al fin de cuentas, no será el presidente que supervise la partida de Messi; después de todo, las elecciones presidenciales del club se llevarán a cabo el 20 o 21 de marzo del próximo año, antes de que expire el contrato de Messi.

EN MANCHESTER CITY, ha habido una creciente aceptación de que fichar a Messi sin ningún costo era imposible, por lo que se enfocaron en intentar cerrar un acuerdo. Después de varios días haciendo números, una fuente le comentó a ESPN que «si Barcelona lo deja ir por €100 o 150m, Messi será un jugador de City». City también estaba dispuesto a incluir a jugadores del interés de Barça, como el joven defensor producto de La Masía, Eric García, en un acuerdo, aunque le informaron a ESPN que otros, incluyendo a Gabriel Jesus, Bernardo Silva y Riyad Mahrez, no iban a entrar en una transacción.

Todo lo anterior dependía de la voluntad de Barça de ceder. Messi esperó en silencio, incluso no asistiendo para hacerse el test de coronavirus antes del regreso de los entrenamientos de pretemporada con el nuevo entrenador, Koeman. Los miembros directivos que tenían una posición crítica hacia Messi consideraron que debía ser multado por eso; Bartomeu creyó que al hacerlo iban a producir una escalada de la crisis. Mientras que Barça envió sus propios burofaxes ante la ausencia del capitán, fuentes le contaron a ESPN que algunas versiones especificaban que no habría sanciones, mientras que otras dejaban la opción abierta.

En la mañana del 2 de septiembre, el padre y agente de Messi, Jorge, voló desde Rosario, Argentina, hacia Barcelona para tener una reunión con Bartomeu esa misma tarde, pero no hubo avances. Bartomeu tenía una cuestión muy importante a su favor: Messi no podía hacer frente a una batalla legal. Él estaba decido a marcharse, pero no si el proceso se definía con una larga batalla judicial de por medio. City tampoco quería tomar ese camino.

Todo cambió el cuatro de septiembre. En una entrevista con Rubén Uría de Goal, Messi anuncio su decisión de quedarse. «El presidente me dijo que la única manera de marcharme era pagando la cláusula de €700m, que es imposible, y que la alternativa era ir a la justicia», dijo Messi. «Nunca llevaría a Barça a la justicia porque es el club que amo».

Podría haber terminado de otra manera. Algunos en Barcelona sintieron que la estrategia de Messi – tanto en el aspecto legal como en cuanto a las relaciones públicas – estuvo errada desde el comienzo. «No eligió la mejor estrategia comunicativa», una fuente le dijo a ESPN. «Si su timing hubiese sido mejor, podría haber ganado la disputa con Bartomeu y en este momento sería un jugador de Manchester City«. Siguiendo esta lectura, el error fundamental de Messi fue no haber tomado la decisión de marcharse antes, y no haber hablado directamente con los fans – quizá, como muchos otros jugadores hubiesen hecho, en sus cuentas de medios sociales – antes de que se enviara el burofax.

Otros cuestionan si el prospecto de otro año con un Messi infeliz es lo mejor para Barça. El Nro. 10 ha canalizado su enojo dentro de la cancha con resultados positivos en oportunidades anteriores y podría volver a hacerlo. Pero le han comentado a ESPN que algunos jugadores han sentido que un nuevo comienzo, con un nuevo entrador y sin Messi, podría haber sido lo mejor para todos.

ENTONCES MESSI SE QUEDA POR EL MOMENTO, pero también se quedan sus dudas, expresadas muy clara y concisamente cuando él finalmente habló. «La verdad es que hace un tiempo que no hay un proyecto ni nada por el estilo”, comentó. «Han estado haciendo malabares, tapando agujeros».

Pero la historia no termina ahí. Bartomeu se marchará dentro de poco y se elegirá un nuevo presidente en marzo. Puede que ni siquiera llegue a terminar su mandato si en las próximas semanas avanza el voto de censura que sé que se inició en su contra luego del burofax de Messi. Puede haber alrededor de diez personas con posibilidades de reemplazar a Bartomeu — Víctor Font es uno de los favoritos para heredar el rol y ha dicho que, además de volver a convocar al ex mediocampista de Barça, Xavi Hernández, como entrenador, quiere asegurarse de que Messi se quede. Ninguno de los candidatos ha dicho que quiere construir un Barça sin Messi, a pesar del hecho de que cumplirá 34 años el próximo verano.

Messi tiene peso. Con su contrato expirando en junio, él podrá negociar con otros clubes a partir de enero. Sin ninguna batalla legal, sin ningún drama, al menos del estilo que hemos visto este verano que pasó.

¿El nuevo presidente será capaz de convencerlo para que renueve su contrato? Messi ha dicho que el club tiene que fichar a jugadores jóvenes para refrescar el escuadrón. Eso es algo que está sucediendo de a poco, pero a expensas de sus amigos más cercanos: Vidal se ha sumado a Inter Milan y Suárez al Atlético Madrid.

Mucho dependerá de los próximos ocho meses, de cómo le va a Koeman y de quién termina ganando las elecciones. Mas allá de eso, sin embargo, depende de una sola cosa: de que Barcelona cuente con un equipo ganador.

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