El oficio
Chepy Salinas Domínguez
‘Solo el amor engendra maravilla.
Solo el amor convierte en milagro el barro.’
(Silvio Rodríguez)
En Chiapas es común que en varias comunidades se usen utensilios de cocina de barro para cocer maíz, frijol o guardar el agua; incluso en las fiestas abundan los recuerdos de barro floreros o alcancillas en forma de cochito o palomas. Por eso me interesa hablar de una alfarera tradicional de Chicomuselo, Chiapas: Rosaura López Gordillo de 76 años, con una práctica tradicional de casi 58 años en este oficio.
Ella no usa torno, solamente un disco o una base de madera fija, de la que levanta la forma de su figura y luego le hace ‘asiento’ como ella le llama; no usa horno, reúne sus piezas, protegiéndolos con palito y olote seco (parte de la mazorca donde se sostienen los granos del maíz), los cuales enciende con fuego y permite el cocimiento de los trastes.
Rosaura nos cuenta su aventura en la alfarería:
—Fue como una herencia que me dejo mi suegra Feliciana Velázquez, ella me decía: ‘Aprende, hija, algo ayuda uno en la casa, a veces el marido no da paga, y uno debe ver cómo dar el gasto a los chamacos, vendiendo tus ollitas tendrás tus centavos. Hace ollitas, al cabo del tiempo te va a gustar.’. Hoy con eso me ayudo; empecé haciendo ollitas muy pequeñas, y poco a poco tome práctica y hoy hago ollas para cocer frijoles o maíz, tinajas, cantaros, comales, ollas para piñata, recuerdos en forma de floreritos, alcancillas (de cochitos, gallinas o palomas).
—El material: antes yo misma salía a buscarlo, pues era joven y nos reuníamos varias mujeres para traer nuestras cargas de barro, arena. Nos reuníamos con mis vecinas que lo trabajaban, pues acá en Lázaro Cárdenas (del Municipio de Chicomuselo, Chiapas) éramos como 60 mujeres alfareras; ahora ya varias se murieron y somos muy pocas; algunas incluso ya no lo trabajan, otras sólo nos consiguen y venden los materiales.
—Hace años a mí me motivo mucho cuando vino un Maestro y nos llevó a comunidades de Mazapa de Madero a dar cursos. Nos pagaron mil pesos por tres meses y nos llamaban maestras, fue bonito porque enseñamos a otras mujeres, que no nos costó mucho porque ya casi sabían el manejo del barro.
—Es un arte que me distrae y me ayuda económicamente. Yo aprendí porque miraba a mi suegra, me gustó tocar el barro y amasarlo. En cambio, hoy a los jóvenes no les gusta. A mis hijos les enseñe, la mayoría sabe, pero no lo practican, sólo dos de mis hijas de vez en cuando. Es bonito porque uno se distrae de los problemas y está activa.
Ella dentro de sus funciones como madre de familia de 11 hijos ha practicado este oficio y lo ha comercializado en toda la región de sierra de Chiapas. Antes recorría las comunidades para vender sus trabajos, viajando en los carros de pasaje (camionetas de tres toneladas o camionetitas Nissan), muchas veces regresando aún con más carga porque cambiaba las ollas y comales por maíz, frijol o café. Actualmente algunas señoras vienen a su casa cuando quema trastes y le compran para ir a venderlos a lugares lejanos; así, aunque sus hijos están grandes aún se ayuda y permite ayudar a la economía de otras mujeres.
La experiencia Rosaura nos muestra lo valioso que son los oficios de la familia. La alfarería un arte noble que en muchos lugares hoy se expone y reconoce por alfareros profesionales, con fines decorativos principalmente, donde resaltan los estados de Oaxaca y Chiapas. Sin embargo, nuestro México destaca por la creatividad en sus formas y colores. En Chiapas llama mucho la atención el Municipio de Amatenango del Valle donde se encuentran piezas desde 2 cm hasta de más de un metro.
Queridos lectores, espero les haya gustado esta entrega, y si visitan Chiapas tengan también la opción de buscar conocer y apreciar las artesanías de barro.
¿Dices que nada se crea? No te importe, Con el barro de la tierra,
haz una copa para que beba tu hermano. (Antonio Machado)
Fotografías de Chepy Salinas Domínguez.
Personas de la Fotografía Rosaura López Gordillo y Chepy Salinas.