El inmortal libro impreso
Mariel Turrent
Mi generación ha visto tantos fines de tantas cosas
que no creo en el final de algo.
Guadalupe Nettel
Hace unos días recibimos la llegada del Huracán Delta y ahora llegó Zeta. Cuando la naturaleza decide sacudirme y hacer que despierte, caigo en cuenta de que soy una hormiga, una chinche, un ser diminuto que puede ser aplastado con el soplido de un lobo. Apenas empieza a vibrar la tierra, o avecinarse un mal tiempo en las costas, todas las super tecnologías empiezan a temblar, mientras en los estantes, los libros se carcajean de todas las pantallas, tabletas y demás dispositivos electrónicos.
En estos momentos, en pleno año dos mil veinte, por un huracán que tocó tierra con categoría 2, nos quedamos sin energía eléctrica, sin agua, sin internet, sin teléfono. Pero en mi casa hay una cosa que queda intacta y me rescata: mis libros. Mis libros impresos.
La cubana Wendy Guerra dice que la novela sin internet es eterna; en un mundo sin tecnología, como Cuba, los libros físicos, los de tinta y papel son los supervivientes, los que guardan nuestra memoria, los que nos enseñan cómo es la vida en otros lugares, lo que sienten otros seres humanos, lo que han hecho y deshecho: nuestra historia.
Las nuevas tecnologías me parecen efímeras. ¡Dependientes de tantas cosas! Los libros impresos, se sostienen por sí mismos, hablan solos, se alimentan solos, y son eternos.
Se han abierto un sinfín de nuevas posibilidades para la novela. La forma de acceder a esta principalmente nos ha beneficiado a muchos, podemos leer en el teléfono, escuchar un audiolibro, tener una biblioteca entera en una tableta. Ya no es necesario que las librerías tengan un inventario enorme de libros podemos acceder al libro que buscamos en el momento en el que queremos con un clic sin importar dónde estemos. Por otro lado, estas tecnologías han dado la oportunidad a los autores de convertirse en compositores que manejan de forma creativa otros lenguajes, los dispositivos y las aplicaciones permiten a los autores publicarse a sí mismos, escribir novelas que pueden narrar ellos mismos de viva voz, incluso mezclarlas con imágenes tomadas desde su celular. Los escritores pueden experimentar una gran cantidad de formas y estructuras nuevas.
Sin duda la tecnología es muy conveniente, para el hombre de este siglo, el que está volviendo a ser nómada y necesita viajar ligero. El hombre actual se muda constante; cambia de ciudad y de continente, habita en micro-hogares donde los grandes libreros o los armarios no tienen cabida.
Sin embargo, regreso al principio, el libro de papel es eterno. Cuando las tecnologías cambian, no necesita actualizaciones, cuando se derrumba una casa, aparece vivo entre los escombros, cuando el huracán se lleva la electricidad, es la única puerta a otros mundos que queda abierta. Así que bienvenidas todas las tecnologías mortales, todas las de la obsolescencia planeada, todas las novedades que nos simplifican la vida. Bienvenidos los nuevos proyectos, la creatividad, la fusión de las artes. Nada sustituirá jamás al inmortal libro impreso.