Patrick Modiano: un acertijo
Mariel Turrent
Este es un libro que me eligió a mí. Sin conocerlo, En el café de la juventud perdida, de Patrick Modiano, brincó del librero a mis manos y no tuve más opción que llevármelo. Me atrapó instantáneamente, y como un detective fui descubriendo las misteriosas pistas que no quiso develar abiertamente del profundo ser de cada uno de los personajes que lo habitan.
La obra de Modiano es un caleidoscopio, inquietante y poético, y me ha dejado con un nudo en la garganta. Premio Nobel de Literatura 2014, este escritor francés recurre al pasado para evocar los destinos humanos más inalcanzables. Le inquieta su propia historia y sus antepasados: por ejemplo, su padre —Albert Modiano—, un judío traficante en el mercado negro durante la guerra, obsesionado con el rostro de una mujer que durante el holocausto ha desaparecido de su vista hacia un campo de concentración justo cuando él consigue evadir a los nazis.
Patrick Modiano persigue el rastro de esa mujer que ha obsesionado a su padre para descubrir su esencia. Así, logra conocer su nombre y su destino en Auschwitz, pero finalmente acepta que parte de su vida y sus pensamientos permanecerán para siempre velados.
Ambientada en 1960 entre la bohemia literaria y los estudiantes asiduos de Condé —un café en L’Odeon—, En el café de la juventud perdida aparecen temas a los que el autor suele recurrir en otras obras: por ejemplo, la figura de la mujer que huye o desaparece, la madre poco presente, y un personaje masculino (alusión a su padre) cuya historia lo trastorna debido a su complejidad ética.
Modiano retrata el ambiente de Paris, sus calles, su gente, pero sobre todo insiste de manera casi maniática en las características de sus personajes. Temas, atmósferas, enfoques regresan continuamente con el único fin de hacerlo entender su propia existencia: el lado obscuro del alma, el peso del pasado, la amenaza de la desaparición física y la frágil frontera de la moral.
A diferencia de otras obras suyas, aquí Modiano utiliza por primera vez varios narradores: un estudiante, un viejo detective de pasado obscuro, Louki (alias Jacqueline Delanque) y Roland (joven aprendiz de escritor). Los jóvenes recuerdan sus vivencias con Louki, el detective la busca por encargo del esposo de Delanque y la misma Louki nos cuenta su infancia, sus andanzas. Como piezas de un rompecabezas, los diferentes puntos de vista de estos cuatro narradores completan un retrato impreciso de aquella joven, hija de una bailarina del Moulin Rouge, alter ego quizá del mismo autor (cuya madre, casi ausente, fue actriz en Bélgica durante la ocupación alemana), que nunca se define del todo, pues guarda para sí sus secretos y nos deja un vacío que nuestra imaginación tendrá que llenar. Recordemos que Modiano ahonda en la evidencia de la existencia con hechos vagos, difíciles de asir, que escapan a nuestro entendimiento.
Un libro breve, recomendable para el lector que se involucra y deduce todo aquello que no se dice. Un libro para quien no gusta de lo explícito, sino de ese espacio donde él mismo interviene. En En el café de la juventud perdida, los lectores buscamos, como el autor, reconstruirnos. Y descubrimos que, como Louki, todos somos un acertijo formado con todas las versiones existentes de nosotros mismos.
En el café de la
juventud perdida
Patrick Modiano
Anagrama
2007
136 p.