Escuchar
Roberto Cardozo
Y Aquí Empieza el Abismo
Desde muy joven fui una persona de pocas palabras. Por lo general prefiero escuchar y observar a los demás para ir guardando sus historias, las que cuentan de manera explícita y aquellas que vienen entre las líneas de sus discursos dialogales. Ir capturando estas historias fue lo que me llevó más adelante a empezar a escribir como una manera de ir perpetuando estas historias que, si bien quedarán muchas en el anonimato de sus principales actores y actrices, son un testimonio de la cultura que me tocó vivir y de todas las experiencias que en una sola vida no se pueden.
Desde hace un tiempo, sentí que todas estas historias y palabras se me iban agotando desde una perspectiva de ideas nuevas que puedan ser compartidas en cualquier plataforma. Escribir se convirtió, entonces, en un ejercicio más personal, íntimo y retrospectivo. Tuve la necesidad de hacer una pausa para explorar en distintas áreas de las artes y del conocimiento para ir encontrando nuevas maneras de asimilar las realidades de todas las personas y los universos que me rodean.
Hace unos meses, con el inicio de la pandemia debida al coronavirus SARS CoV 2, empecé un proyecto con mi novia en el que tuvimos la oportunidad de repartir comida para gente en situación de calle, misma que se había visto afectada al no haber gente en las calles, las que solían darles un pan, una moneda o algo para mitigar sus carencias. Entonces, al no haber gente en las calles, estas personas en vulnerabilidad social y económica, tuvieron serios problemas para subsistir, lo que nos llevó a empezar este proyecto.
La gente que me conoce sabe que las personas en situación de calle son una de mis causas sociales, por ciertos motivos personales en los que los entiendo perfectamente y puedo saber sus necesidades.
Toda esta temporada en la que repartirmos comida todos los días durante varios meses, sumada a que me han invitado a colaborar como voluntario en un proyecto comunitario llamado Refettorio y en el que se les brinda alimentos a estas personas a las que ya veía en la calle, han hecho que renazca mi pasión por escuchar a la gente.
Me siento muy feliz de poder intercambiar puntos de vista e ideas con estas personas, a la vez que escucho sus historias de vida en las que comprendo muchas cosas de sus situaciones y de otras situaciones en general.
Esto hará, seguramente, que pronto esté embarcado en un nuevo proyecto que rescate sus voces y les de un rostro a todas estas personas que tienen que dormir en las banquetas y que, en muchas de las veces, no tienen qué comer.
Aprovecho para invitar a quien me lea, para participar como voluntario de este muy digno proyecto de alimentación, llamado Refettorio. Pueden comunicarse por mensajes en sus redes sociales.