(Del poemario Blancos Activos)
Norma Salazar
Radiografías
Nonuse, el cetáceo
El viento frio acariciaba tu cuerpo sobre la arena, sentías la malicia del astro, reposaste tu atavío hacia el crepúsculo otra vez te detuviste intentando no zarandearte mucho para no lacerarte.
Aleteando construías castillos de arena con sus fortines, sólo no asolearse demasiado para que no calarán más los penetrantes rayos del sol en tu piel.
Nonuse ¡Cómo te atraía el mar! jugabas con la espuma sin separar tus aletas pero empezaste a crecer y la idea del infinito océano domar.
La luna escarlata resplandecía en lo alto del Empíreo, sí, en la orilla te socorriste dejando que las olas se favorecieran de tu portento.
Tus aletas se agotaron. Tú mirar filoso apuntaba al mar. El agua cubría tus hombros tu varado cuerpo dejo de aletear en la calma del piélago.
Tus últimos jadeos sin intentar el retorno, el crepuscular te perdió de vista no pudo ser más tu guardián.
Las hordas dejaron la antesala de lobreguez.
Brasa
Despierta un albor en tu rostro.
¿Cuántas horas navegas en tu sueño? ¿Media noche quizá?
La montaña te habla desde sus senos con ríos de furia por hurtar su fuego.
Tú, entre susurros invocas:
-Tierra pisada por crueles desafíos de rancias batallas, tomo de ti el aserrín de la fuerza que volvió cenizas a los hombres de hierro por llevarlos al oriente con atajos marcados en el libro del consejo.
Respondió la montaña
-Ese aserrín qué pides es como el cristal de mi entresijo, mi pócima vital. Amordaza tus palabras pues quebrantan la pirita de mi centro.