La Justicia: ¿Realidad o fantasía?
Gloria Chávez Vásquez
“Sin piedad, la justicia se torna crueldad. La piedad sin justicia es debilidad”.
Pietro Metastasio (Poeta italiano 1698-1782)
El sueño de Martin Luther King Jr. era que se juzgara a la persona, no por el color de su piel sino por su personalidad o su carácter. Gandhi soñaba con un país libre, donde todos pudieran convivir en paz mediante el respeto personal y ajeno. Mi sueño es que se pueda erradicar el crimen, con la práctica generalizada de la ley de oro: No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti.
Como dijo Pedro Calderón de la Barca en La Vida es Sueño: los sueños, sueños son, y ni los prejuicios se han acabado, ni la gente vive en paz aunque sean libres, ni los criminales pagan por sus crímenes, ni el mundo tiene arreglo. Entonces lo único que queda es dar rienda suelta a la fantasía.
Pero antes, voy a echar una ojeada a las prácticas de otros países para tratar de contener a los delincuentes y criminales. El primer dato que me viene a la mente es la ley Sharía, que aun hoy en día se practica en Irán y otros países musulmanes: a los ladrones se les amputan los dedos o las manos. Antaño, se solía azotar públicamente (aun ocurre en Singapur) y exhibir al criminal en las plazas, donde todo el mundo tenía derecho a tirarle huevos o viandas podridas a la cara. Si tenía mala suerte, lo encerraban en una mazmorra con una dieta de agua y pan y la única manera de salir era, mediante un milagro. En algunos lugares del centro y sur de América se ha llegado a linchar a estos depredadores. Algo así como lo que pasó en Fuenteovejuna, la obra teatral de Lope de Vega en donde todo el pueblo mata al corrupto comendador.
Los romanos crucificaban a los ladrones, buenos y malos y hasta al hijo de Dios; en la Edad Media, en Europa, los ladrones valían menos que las brujas y por tanto se les colgaba al menor pretexto. En la revolución francesa el robo y el saqueo corrieron como la pólvora, causando destrucción y desolación. La venganza generalizada aumentó el crimen y todo quedó en lo mismo, o peor. En Italia surgieron las mafias, el robo condujo al homicidio y al círculo vicioso de las vendettas entre capos. La violencia generada por pandillas, guerrillas y carteles en este nuestro pobre mundo es de nunca acabar.
La búsqueda de soluciones a veces crea más problemas. En el caso de una sociedad que se proponga seriamente detener el crimen, siempre está el riesgo de que en medio de la ira y la negligencia se cometan excesos o se condene a inocentes. O que los encargados de hacer justicia la corrompan, gracias a las mordidas o el soborno. La pena de muerte, por ahorcamiento, guillotina, inyección, apedreamiento, se convirtió en una pesadilla burocrática y ahí están los Estados Unidos para corroborarlo. A la larga es más costoso que un trasplante de cerebro al sindicado.
Conozco casos de personas que han tomado la justicia por su mano. Recuerdo al hombre que mató a batazos, al sujeto que intentó robarle el auto. Un profesor amigo recordaba que su abuelo había esperado a un caco detrás de la puerta y le había asestado un porrazo que lo dejó deshabilitado de por vida. Y están por supuesto los cientos de ladrones o violadores muertos a los que “justicieros” anónimos tiraron a un rio con el consabido letrero de “por ladrón” o “por violador”. Lo malo es que en esas han caído las victimas de venganzas personales por diferentes motivos.
Para mí, una de las mejores formas de hacer justicia, fue la de Dante Alighieri, el gran poeta italiano. Su Divina Comedia es un homenaje a la justicia histórica y poética. Inventar un purgatorio y un infierno para documentar el castigo que debieron padecer los individuos a quienes él vio cometer delitos impunes, es una magnífica idea. Pienso que no es nada descabellado, ya que la ley del karma como se aplica en el universo, según las religiones asiáticas, es la justicia divina. Eso de que el que mal anda mal acaba es proverbial sabiduría. Ojo por ojo, diente por diente, según la Ley Hebrea. Mucho mejor que la Cristiana, de poner las dos mejillas. ¡No way José! como exclaman los prójimos del norte.
Mi idea de cómo hacer justicia es muy futurista. Primero, habría que proteger a las víctimas potenciales, entrenando a los jóvenes en las artes marciales y armando a los mayores por si los depredadores también lo están. Segundo, para esquivar el problema de la corrupción de jueces y cortes que suelen aplicar la ley al revés, es decir, beneficiando al criminal y victimizando al inocente, yo habilitaría un computador salomónico para administrar la justicia. Para evitar la manipulación de la computadora, nombraría a un vigilante, con otro vigilante atrás que lo vigilara a él, para asegurarse de que todo está bajo control.
Si esas sugerencias fallan, entonces no quedaría más remedio que rodear al ciudadano trabajador y honrado, de un campo electromagnético que al menor intento de asalto u hostilidad, lanzara una descarga eléctrica a los malintencionados. Esa descarga sería directamente proporcional al tamaño del atacante y la energía del ataque. El rayo paralizador dejaría impotente a los criminales y ¡listo! para una celda, o a pasar el resto de su vida sentadito en su casa, frente a una ventana, mirando a la gente pasear a sus perros. En mi cuento El ángel exterminador, la protagonista, inventa una pistola que revierte la materia hacia una especie de hoyo negro. Es decir, el delincuente iría a parar a otra dimensión, como la zona fantasma, en las historietas de Superman.
Lo más realista sería expulsar a los dañinos de una comunidad a la que no pertenecen. Sus hogares y lugares de origen son los responsables de sus manías y deberían haberles aplicado el castigo hace rato. Y una comunidad ideal, tendría a los delincuentes bastante ocupados, haciendo trabajos de limpieza pública, para no dar tregua a sus instintos depredadores. Con ese propósito dejaría portar armas y entrenaría en su uso a las personas trabajadoras, decentes y vulnerables. Pero sobre todo, quisiera testigos de que en las escuelas y otros centros educativos se dan clases de respeto. Y que se declare grupo intocable al de los ancianos.
He leído de algunas culturas antiguas donde eran condenados a servir de criados de sus víctimas. O a mantener a la familia de los que asesinaban. Claro que en mi fantasía debería tener en cuenta el que algunos individuos son cleptómanos, enfermos mentales; esos necesitan ayuda siquiátrica; los otros existen para hacer daño. En un mundo más piadoso, la ciencia ya hubiese descubierto la manera de curar o por lo menos tranquilizar las mañas de esas criaturas.
En fin, que el orden social sería más factible si los que aplican la ley y la justicia no estuvieran pensando en dinero sino en el bienestar del prójimo; si los que administran los presupuestos remuneraran debidamente a los empleados públicos en lugar de pensar en vivir mejor que ellos; y si los delincuentes de hoy que maltratan, roban y matan para quitarles el bocado a otros, fueran responsables ante la justicia, en el grado que lo merecen. Pero aparentemente esto es tan solo una fantasía.
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Dedicado a la víctima del depredador que, no contento con robarle el dinero para sus medicinas, le fracturó la mano izquierda. En la costosa cirugía le instalaron un metal para restaurarle, por lo menos, su forma a la mano. Yo le añadiría un rayo laser para su defensa en caso de una próxima vez. Y como dijo (o no) un día Manuel Puig, autor de El Beso de la mujer araña: Maldición eterna a los que dañan a su prójimo.