Editorial

ABARCANDO A PICASSO – A Carlos, que también vio orden en el caos.

ABARCANDO A PICASSO

Gloria Chávez Vásquez

A Carlos, que también vio orden en el caos.

 

Soñé toda la noche con Picasso. Con sus autorretratos. Su Guernica. Su mujer que llora. Sus saltimbanquis. Se me hicieron lógicas sus caras, sus desnudos. Sus bañistas. Lógicos los cuadros de la muerte y las pinturas de la vida. Sus transiciones de la carne al hueso y viceversa, a la envoltura en forma de bizarros y queriendo no sentir y trasparentar la piel. Luego, sus personajes corpulentos queriendo reventarse de lo hinchados, buscando humanidad –refugio en los sentidos.

Seguí la ensoñación con su interés apasionado por la construcción de músicas visuales, de sonidos refractarios de instrumentos saliéndose del lienzo para finalmente abandonarlo. Pasando por colores que buscaban unidad en blanco y negro, dejando un orden invidente para él, para el artista y para todo aquel que osara identificarse con su neurosis creadora.

“Joel lo hace mejor que él y solo tiene siete años” –dijo la dama que en un momento dado pareció salirse del tema de idiotas del genio que exponían.

“No señora”, se escuchó el eco de Pablo Ruiz saliendo de los cientos de estudios que concluyeron en el magnífico Guernica. “Su Joel quizás nunca viva la pasión de esta mi persona que por gotas de pintura queriendo convertirse en sangre, mancharon lienzos y formaron nuevas vidas, nuevas alucinaciones y terminaron por plasmar la expresión artística de los siglos, de toda esa humanidad que en evolución ha dado dos generaciones: gente como usted en una punta y gente como yo en este lado. ¡Mire usted que perspectiva! Ud. mira mis cuadros y por supuesto, ciega a los colores, le parece que todo es igual al ojo humano. Yo la miro a usted y me parece que veo arte en su idiotez, perdone. Si no fuera por la clase suya, la nuestra jamás se hubiera enaltecido tanto.

Y el eco se desvaneció en esa lágrima de mujer forzando un nuevo despertar, saliéndose de los ojos, afilando los dientes, abriendo entera su garganta. En el medio la bujía que permitió dos cosas: identificar la época y pintar el cuadro porque quizás la luz en esos días no era de sol sino de muertos.

Que talento se encierra en un solo hombre, que pasión de ángel y demonio.

Porque para el arte no hay excusa de fanatismo, ni sectarismo, los únicos ismos permitidos son color y forma y para ser artista hay que poder ver orden en el caos.

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