Editorial

Al borde del final – Padecimientos literarios y otras afecciones

Al borde del final

Mariel Turrent

Padecimientos literarios y otras afecciones

 

La ciudad desbordada de excesos se detiene en el desierto que la margina; lo que algún día fue el Lago de Texcoco es una extraña frontera que divide el final de la miseria y el principio de la nada.

Ahí, al borde del final, en un cuarto con piso de tierra y techo de asbesto, una silla de lámina que fue roja, sostiene a Doña Eulogia. A sus espaldas, están sus trapos viejos enredados en una bolsa de plástico, un anafre, dos trastos cochambrosos y una cuchara de peltre con restos de algo que ya no es.

Cada vez que alguien se acerca, encuentra a la vieja mirando aquel inmenso espacio a través de la puerta de cartón, repitiendo incansable una frase: “Polvo eres y en polvo te convertirás”. Desde que mataron a su nieto, Doña Eulogia no ha dicho otra cosa. Se ha vestido con las ropas del muchacho y se esconde tras esos lentes oscuros que él usaba. No quiere que la gente vea que ya no llora. Su tristeza está tan seca como su piel; su alma, igualmente agrietada. Los vecinos, que nada tienen, le guardan el último bocado, porque les da lástima. Pero la comida se va llenando de insectos y después ya no le llevan.

Poco a poco su postura se va marchitando. Se ha quedado dormida. En lugar del terregal, empieza a ver un pasto enorme, verde. Ya nada le duele, puede levantarse ligera, abandonar su cuerpo y los trapos viejos. El gris del cielo se convierte en nubes que llorando se desintegran. Al fin, vuelve el color azul de cuando era niña.

Por su espalda, que ha dejado de ser curva, siente el calor de su nieto con quien comulga en un suspiro, al percibir ya lejana la ciudad de la miseria.

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