Editorial

Crónicas del Olvido – EL TALLER DE AL LADO

Crónicas del Olvido

EL TALLER DE AL LADO

Alberto Hernández

1.-

Un taller donde se pulen palabras, donde se desentrañan o se evaden las sombras y se abren a los nombres y apellidos de los tantos estudiados, de los tantos sacados de sus viajes o largas travesías. De los auscultados con la mano abierta sobre la tapa de sus consagraciones.

Un taller cuya mecánica está en la artesanía de la traducción. Un taller donde el sosiego, la paciencia y la soledad se imbrican para dar con la voz que pueda ajustarse al origen de aquélla otra que se quiere verter al idioma buscado, alcanzado desde el polvo de los diccionarios, de las bisagras de la memoria y tradición de otra lengua.

Traducir es trazar, regresar de lo borroso. O volver a lo que jamás se ha ido. Traducir es traicionar el olvido. Es desvelarse sobre un verso y hacerlo otro el mismo. El que diga lo que dijo el original. O en todo caso, que se aproxime a un encuentro. Que suene y hable, pronuncie. Que no se traicione completamente. Tampoco que no se diseccione como si se tratara de un trozo de carne descompuesta.

No obstante, traducir es un evento quirúrgico.

Se traduce para vivir en otro cuerpo, para saberlo por dentro. Para descubrir y hasta para resucitar sus órganos vitales a través de heridas, suturas y apósitos: traducir se acerca al milagro de encontrarse con uno mismo. Con el cuerpo del otro, en “el taller de al lado”.

Un taller de traducción podría parecerse a uno de ensueños. Y hasta de pesadillas. Quien traduce se traduce. Quien traduce es un reflejo de lo traducido. Y hasta objeto mismo de la traducción. Sujeto traducido.

El poeta que traduce es otro poeta. Se hace el otro deseable desde la conciencia de ser él mismo. El que se dedica a traducir al otro es tan el otro como él mismo. Y hasta deja de ser él mismo sin ser el otro. Traducir traduce. Traducir desnuda.

El traductor a su vez es traducido por el texto, por eso los gustos por los poetas traducidos. O por traducir. No todo poeta traduce a otro, a menos que la traducción sea parte anímica del objeto a traducir. De la cosa que se traduce. De la palabra que se convierte en otra.

Aunque algunos se niegan a ser traducidos, porque escribieron para estarse en su soledad verbal.

Rafael Cadenas traduce. Es poeta traductor. Es poeta traducido porque traduce. Es un poeta que se encarga de hacer poesía desde el otro que traduce. Es poeta para traducir.

La mejor muestra de todo lo anteriormente afirmado está en “El taller de al lado”, publicado por bid & co. editor en Caracas en el año 2005, donde Rafael Cadenas es el poeta detrás de varios otros que hablan en otros poemas. Otra poesía otra.

Me tiendo a imaginar que el título vaga como metáfora o flota como nata en la vaguedad de quien lee poesía. Un taller sirve para reparar, maquillar, corregir, desflorar, adornar, inventar, reinventar, traducir lo que quiere otro. Dos son los idiomas vecinos. Uno al lado del otro. Se contraponen, son reflejos que se hacen compatibles una vez que el traductor le saca el zumo a las palabras, a esa otredad que es el idioma ajeno.

Sin embargo siguen siendo dos voces.

2.-

Y en ese juego de intercambios, de juegos en el que dos voces se aproximan, están Constantino Cavafy, Víctor Segalen, Robert Graves, Robert Creeley, D.H. Lawrence, Leopoldo Staff, Alecksander Wat, Kazimierz Wieryúzki, Mieczyslaw Jastrun, Anna, Swirsynska, Tadeusz Rózewicz, Tymoteusz Karpowicz, Zbigniew Herbert, Bogdan Ceaykowski, Jersey Harassymowski, Stanislaw Baranczak, el “Diario de Nijinski”, Walt Whitman y textos “En clave de Zen”.

Es decir, se trata de un trabajo de toda la vida en la que Cadenas se sumergió para traducir el mundo que lo rodea. Su mundo, la poesía. La del otro en la que también está la suya traducida.

“El taller del al lado” es una de las aventuras literarias más solventes que se han hecho en Venezuela en materia de traducción. Porque se trata de un esfuerzo en el que quien traduce se multiplica. Es tantas veces el otro traducido. Es tantas veces poeta en quien es trasvasado al idioma que se busca, a la voz que llegue al lector.

No toda traducción traduce. Algunas se quedan en lo literal. Traducir tiene mucho de espiritual y de lingüístico. Esa combinación hace posible el nuevo poema, el poema reinventado, el poema que habrá de ser el poema del lector que no ha alcanzado a estar en el otro lado del poema original.

Traducir es una construcción. Y con éstas de Rafael Cadenas también nos construimos como lectores y como presencias en cada uno de los autores que viajan en estas páginas.

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