Editorial

Paradojas de la democracia

Por: Ernesto Núñez

Nunca había habido tantas personas buscando un cargo público, pero pocas veces había habido campañas tan vacías de contenido. La paradoja es que, habiendo tantos partidos y candidatos, no haya por quién votar.

Somos un país de paradojas: creemos en la democracia, pero estamos muy insatisfechos con ella. Tenemos credencial para votar, pero la mitad de nosotros no creemos que el voto vaya a darnos mejores gobernantes.

La Encuesta de Cultura Cívica levantada el año pasado por el INEGI (ENCUCI 2020 ) revela éstas y otras contradicciones de nuestra frágil democracia.

A nivel nacional, el 91.5 por ciento de la población mayor de 18 años cuenta con credencial de elector vigente.

Pero sólo el 42.5 por ciento de los mayores de 15 años firmaría la frase: “el voto sirve para que haya un mejor gobierno”. Y sólo el 30.2 por ciento están muy de acuerdo con la frase: “el voto es la única forma que las personas tienen para opinar sobre lo que hace el gobierno”.

Vivimos en una democracia participativa; es decir, sólo por excepción llevamos al poder, o a la representación popular, a personajes que no militan en un partido político.

Las candidaturas independientes, que tuvieron su auge en las elecciones de 2015, fracasaron en 2018 y apenas juegan en el escenario de 2021.

Sólo el 22 por ciento de los mexicanos cree que “gracias a los partidos la gente puede participar en la vida política”, pero no hemos encontrado –ni respaldado– otras maneras de participar en la política.

De hecho, los partidos son las organizaciones que menos confianza generan entre la ciudadanía.

En cuanto a credibilidad, están hasta el fondo de una lista de ocho instancias de influencia pública (universidades, sacerdotes, medios de comunicación, grupos de vecinos, organizaciones sociales, empresarios y sindicatos) con números bastante malos: sólo el 2.5 por ciento de los encuestados por el INEGI tiene mucha confianza en los partidos; el 19.3 por ciento le tiene algo de confianza; el 38 por ciento, poca confianza y el 38.4 por ciento, “nada de confianza”.

Algo parecido ocurre con los legisladores, que también están al final de una lista de instituciones públicas, por debajo del Ejército y Marina, Guardia Nacional, Instituto Nacional Electoral, Presidencia de la República, gobierno estatal, gobierno municipal, jueces y policía.

Sólo el 2.7 por ciento de los encuestados dijeron tener mucha confianza en sus senadores y diputados federales; el 20.7 por ciento, algo de confianza; el 39.2 por ciento, poca confianza y el 34.1 por ciento nada de confianza.

No creemos en los partidos ni en los legisladores, pero sí en las elecciones.

El órgano constitucional autónomo creado en 1990 para organizar las elecciones es la institución civil mejor valorada por la ciudadanía: el 18.8 por ciento le tiene mucha confianza al INE, el 40.8 por ciento le tiene algo de confianza, el 25.9 por ciento poca confianza y el 13 por ciento nada de confianza.

Nos gusta la democracia, aunque sentimos que no nos resuelve los problemas
cotidianos.

El 73.4 por ciento de la población mexicana sabe o ha escuchado qué es la democracia. Pero, de ellos, sólo el 11.8 por ciento está muy satisfecho con ella; el 40.9 por ciento está algo satisfecho, el 31.3 por ciento está poco satisfecho y el 15.5 por ciento está nada satisfecho.

El 65.2 por ciento de la población de 15 años y más considera que “la democracia es preferible” a cualquier otra forma de gobierno; el 16.4 por ciento considera que “en algunas circunstancias un gobierno no democrático puede ser mejor”, y el 14.7 por ciento considera que da igual un régimen democrático que uno no democrático.

Según la ENCUCI, el 69.2 por ciento de la población de más de 15 años cree que es mejor un gobierno en donde todos participen en la toma de decisiones; el 62.2 por ciento cree que es mejor un gobierno encabezado por expertos, el 41.5 por ciento cree en un gobierno encabezado por un líder político fuerte, y el 16.6 por ciento cree en un gobierno encabezado por militares.

El 70 por ciento piensa que se necesita un gobierno en donde todos participen en la toma de decisiones, pero sólo el 34 por ciento está muy de acuerdo en que “el gobierno considera las opiniones de las personas para la toma de decisiones”.

La encuesta del INEGI desenmascara con esta radiografía las contradicciones de nuestra cultura democrática, de cara al proceso electoral más grande de nuestra
historia.

Un ciclo que, al igual que la Encuesta de Cultura Cívica, está plagado de contradicciones.

Habremos de renovar, con nuestro voto, el mapa político del país a nivel municipal (sólo Durango e Hidalgo no renovarán sus presidencias municipales, y sólo Coahuila y Quintana Roo no elegirán nuevos Congresos estatales).

A nivel estatal, se elegirán 15 de las 32 gubernaturas. Y a nivel federal, votaremos
para renovar la Cámara de Diputados.

Habrá diez partidos políticos en la boleta electoral a nivel federal, y más de cien partidos a nivel local. Casi 28 mil candidatas y candidatos están en campaña por alguno de los cargos en disputa. Y, si se consideran las regidurías, sindicaturas, concejalías y otros cargos municipales, el número de candidaturas llega a 126 mil 394.

Nunca antes había habido tantas personas buscando un cargo público; sin embargo, pocas veces habíamos tenido campañas tan vacías de contenido.

La gran paradoja es que, habiendo tantos partidos y candidatos, no haya por quién
votar.

***

Y, sin embargo, todo parece indicar que iremos a votar, pues otra gran contradicción asoma en el panorama electoral de este 2021, y es la que tiene que ver con la polarización.

En un México que se ha dividido entre aquellos que respaldan a la 4T y los que la repudian, ha florecido la intolerancia, el insulto y la descalificación al prójimo.

De cara a una elección plebiscitaria (más AMLO o menos AMLO), las pasiones se desbordan, al menos en redes sociales; pero eso, lejos de inhibir la participación, parece movilizar a los votantes.

El activismo electoral del presidente moviliza a sus seguidores, pero también a sus detractores. La mañanera aceita la militancia de quienes irán a las urnas para que no se detenga la “cuarta transformación”, pero también a los militantes de la causa contraria: ponerle un freno a Morena, haciéndole perder la mayoría legislativa y moderando su avance territorial en estados y municipios.

De cara al 6 de junio, los encuestadores han comenzado a perfilar escenarios de votación con una participación de entre el 50 y el 55 por ciento del electorado; lo cual sería inédito tratándose de una elección intermedia.

La participación de más de la mitad de la Lista Nominal de Electores (en la que están registradas 93.5 millones de personas) sería histórica, no sólo porque implicaría que alrededor de 47 millones de mexicanos se movilizarían a las urnas en plena pandemia, sino porque rompería los récords de participación de anteriores elecciones de medio término: 2003, 41.1 por ciento; 2009, 44.6 por
ciento, y 2015, 48.9 por ciento.

Quizás se deba a la concurrencia con elecciones municipales y estatales, pero también se ha visto que la polarización, ese componente considerado negativo en nuestra convivencia democrática, podría ser una de las causas de una participación electoral histórica.

Faltan dos semanas, y todo parece indicar que, pese a todo, sí iremos a las urnas.

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