Manifiesto I
Melisa Cosilión
Me declaro culpable de no ser la misma
desde hace un par de años.
De sentirme envuelta en miedo, en desesperación
las doloridas noches que desde entonces me arropan.
Me declaro culpable por haber estrellado mis sueños
en la esquina de alguna cama extraviada,
de repasar por hondas horas su presencia,
de quererla cubrir con amalgamas
que no llegan ni a mitad de su figura.
Me declaro culpable de defenderme libre,
de saberme libre, de sentirme libre;
de partirme toda, de extraviar mis ojos,
de morderme los labios y gritarme ¡quieta!
Me declaro extinta en un rincón de mi cabeza,
me declaro abierta, me declaro rota, a veces muerta
en un mundo de egoísmos y pocas coplas,
en una junta donde todos patean sus codos,
donde casi nadie cierra la boca
en una orgía de acusaciones e indirectas.
Me declaro enferma de gente tan podrida,
harta de cualquier humano miserable,
de cualquiera que defienda esa porquería
de estar siempre por encima del otro.
Me declaro a pesar de todo: soñadora,
me declaro creyente de la esperanza recogida
en las manos de los hombres y mujeres del futuro.
Me declaro emancipada en otras bocas,
en otras lenguas, en otras formas.
Culpable por no querer encajar en las figuras de concurso,
en huir desde siempre de las cosas que envenenan.
De amar con calidad, sin ropas, sin tiempo, con poemas.
Me declaro el bicho raro de una camada de insectos
que circundan al sol con brillantes alas,
me declaro de fuego, vena de lava, rosa sedienta,
lunar en la espalda del cielo, cabeza de piedra a mitad de la selva.
Me declaro culpable de todo lo que se me acusa,
me declaro insurrecta de aquello que me condena.
Declaro que en este tiempo, a esta hora, en esta era
yo pude ser muchas otras mujeres que me colman,
pero soy esta:
soy madre de tres criaturas que enderezan mis costillas,
que me vuelan la cabeza y me explotan las entrañas,
que me arropan con los ojos cuando me pierdo en casa,
cuando me quedo ebria de los dolores del mundo,
cuando no encuentro las letras de mi último poema.
Me declaro en disidencia por no sentirme sola,
por creer que merezco lo que creo merecer,
por haberme atrevido a amar más allá de las barreras
que me impuso el tiempo, colmado de años,
y que juntos hicimos con los besos escaleras
para subir los entrepaños de esa historia.
Me acuso de creer que la muerte es otro camino
que recorremos aún juntos, aún , aún, afuera…
Me acuso de creer que lo que dice es honesto,
de haber perdido mi brújula la primera vez que me dijo bella,
soy culpable de convertir su voz caribeña en encanto
con el que duermen mis oídos escapando a la ansiedad.
Me acuso de desear con todas mis fuerzas que
sea esta la oportunidad a la que no me resigno
que me esté negando el universo, o el destino…
Me acuso, de esperar los mensajes, sus boletos de llegada
el camino de su espalda relajada entre mi pecho.
Me acuso de no querer ser otra, de ser yo con mi cuerpo desperfecto,
de tener ardiendo las mejillas que quedaron inspiradas con los besos…
me acuso de ser esta mujer, y más que eso.