Editorial

MAGIA – GUILLERMO ALMADA

MAGIA

GUILLERMO ALMADA

 

Cinco almas puras, como cinco elementos ¿Comprendes? Agua, aire, tierra, fuego, y éter -me explicaba Fáthima con suma paciencia. Yo seguía negando con la cabeza, incrédulo. Hasta que resopló y pegó el grito, mira, puedo entender que te sea difícil darte cuenta, pero no tolero que seas necio, y que no quieras comprender lo que te explico.

Es que lo que ella me explicaba no le resultaría fácil de entender a nadie. Yo intentaba asociar a la vidente con el libro, el padre Anselmo, la semillera, el talismán, la gitana. Y ella me decía que no intentara hacer eso, porque todo se había presentado muy desordenado. Que debía hacerle caso a ella para organizarme interiormente.

Organizarse interiormente no se logra de un momento a otro, ni de la noche a la mañana. Se requiere de la capacidad de priorizar. Ordenar las dudas que necesitamos despejar para ir avanzando, establecer las preguntas adecuadas para que la resistencia sea la menor posible, y estar dispuestos a destruir mundos adonde habíamos anidado, para habitar nuevos, por descubrir. Lo bueno es que las respuestas a esas preguntas sean hiperbólicas, para que en su inmensidad desplacen completamente lo aparente.

De algún modo que, no puedo describir, me di cuenta de que yo sabía todo esto, que no sabía que sabía. Salió de mí con la naturalidad con la que sale mi respiración al exhalar. Fáthima, mirándome, sonrió y dijo “va a funcionar”, no solo eres la quinta alma, has estado oculto hasta de ti mismo. No supe si fueron sus ojos, sus palabras, o su sonrisa, pero sentí una paz interior, muy linda, difundiéndose en todo mi ser.

Hay algunas cosas que es importante que comprendas, me dijo, tomándome las manos. Y siguió, es necesario que sepas que yo estoy acá para ayudarte, así que cualquier cosa que te pase, no dudes en llamarme.

Le pedí que no me dijera eso, porque la llamaría hasta para preguntarle cómo está el agua para el mate, Fáthima se rió y me pidió que alguna vez le enseñara a tomar “eso que yo bebía”.

Creo que esa mujer no era consciente del desorden emocional que provocaba en mí con sus modos, y esos ojos color café que me quitaban el sueño. O si lo era le gustaba protagonizar ese juego, o bien, ambos estábamos envueltos en una trama afectivo-emocional que no nos animábamos a abordar por nuestras propias inseguridades.

Después de quedarnos mirándonos por unos segundos, Fáthima compuso la voz para decirme que había un cúmulo de cosas que debía saber, como necesarias para los próximos pasos que, seguramente, me tocaría dar. Y comenzó a explicarme que cuando se habla de la agregación de la materia, por lo general se piensa solamente en sólidos, líquidos, y gases, pero eso es apenas una pequeña porción de todo el inmenso total de materia contenida en el Universo, que la mayoría de los espacios, de los huecos, de los intersticios de todo lo existente en el Universo está relleno de plasma, que es un gas formado por partículas cargadas positiva y negativamente, que se encuentran en una proporción tal que hace que la suma total de su carga dé cero.

Se detuvo, me miró, y me reprochó, molesta, que no estaba anotando nada, y que no le iba a hacer creer que, de la nada, retendría, yo, todo eso en la cabeza, y que ella sabía que sonaba muy enredado, pero que una vez que lo aprendiera a manejar sería mejor que saber magia. Esa mujer sabía qué resorte tocar.

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