“Ya no hay tapados, yo soy el destapador y mi corcholata favorita va a ser la del pueblo”. Al mejor ‘estilo AMLO’, así se refirió ayer el presidente de la República al proceso de selección del candidato de la 4T a la presidencia de la República para 2024.
Hay que recordar de dónde se originó el término de ‘tapado’ en la política mexicana.
El gran caricaturista y artista plástico, Abel Quesada, en el proceso de sucesión del presidente Adolfo Ruiz Cortines, creó el personaje.
Se trataba de un político encapuchado, cuya identidad era un misterio.
Ruiz Cortines se encargó de validar esa imagen cuando seleccionó como su sucesor a uno de los que se consideraba menos probable: el secretario del Trabajo, Adolfo López Mateos.
Ruiz Cortines engañó a casi todos, haciendo creer que su elección iba en otra dirección.
Se volvió parte del folklore mexicano la frase con la que consoló a Gilberto Flores Muñoz, a quien se refería cariñosamente como ‘Pollo’ y que fuera su secretario de Agricultura, quien fue a reclamarle por haberlo hecho creer que él sería el elegido: “Perdimos, Pollo”.
La socarronería de Ruiz Cortines con sus allegados fue la cumbre de este proceso de engaños y fintas conocido como el ‘tapadismo’.
López Obrador heredó diversos rasgos de la vieja cultura priista, pero no esa habilidad para generar percepciones falsas entre sus colaboradores.
En algún sentido, el presidente de la República es muy transparente. Es decir, deja ver con claridad sus intenciones. Y lo ha mostrado a lo largo de los años.
Por eso no sorprende algo de lo que le hemos hablado desde hace varias semanas en este espacio: su evidente inclinación hacia Claudia Sheinbaum.
El más reciente movimiento en esta dirección ocurrió el día de ayer cuando Martí Batres fue designado secretario general de Gobierno de la CDMX.
Se trata de una carambola de varias bandas.
La primera es el refuerzo al equipo de Sheinbaum.
En aquella ya célebre reunión mañanera posterior a las elecciones en la que recriminó a la jefa de Gobierno por la falta de operación política dejó ver la principal debilidad de su preferida.
Batres va a llenar ese hueco pues tiene muchas horas de vuelo en la política de la capital, desde que fue diputado local, en 1997.
Además, se va a configurar como prospecto para ser candidato a la jefatura de Gobierno de la ciudad en 2024, o bien jefe de Gobierno sustituto cuando Sheinbaum pida licencia para contender por la candidatura de Morena, y eventualmente, desde esa posición, operador clave de la elección.
Por si algo faltara, en el Senado de la República que presidió, apareció como adversario de Ricardo Monreal, quien fue excluido de la lista de AMLO de los prospectos a la candidatura presidencial de Morena.
López Obrador no se cansa de traer el tema sucesorio en las ‘mañaneras’ y ayer abrió el juego no solo a todos los miembros del gabinete, sino a los propios gobernadores de Morena y dirigentes parlamentarios, y no descartó incluir en el gabinete a Adán López, gobernador de Tabasco.
El juego anticipado que López Obrador ya comenzó calcula las ventajas de ‘destapar’ con anticipación el ‘refresco’ que el pueblo quiere.
Y como él es quien interpreta la voluntad popular, está cumpliendo su misión de destapador.
Pero, esta decisión tiene sus riesgos. La carrera sucesoria no es un sprint, se trata de un maratón.
Quien toma primero la delantera puede ganar de principio a fin si tiene la condición para hacerlo. Pero también se arriesga a agotarse al tomar una ventaja prematura y quedar desgastado en la fase final, cuando se requieren todas las fuerzas para ganar.
Claro, si los posibles contrincantes, adentro y afuera de Morena, van quedando rezagados, las probabilidades de triunfo crecen.
Una de las tareas que ya ha emprendido AMLO desde ahora es limpiarle el camino a su candidata.
Pero, de ese tema, próximamente comentaremos.