Editorial

PLÁTICA CON EL PADRE ANSELMO – GUILLERMO ALMADA

PLÁTICA CON EL PADRE ANSELMO

GUILLERMO ALMADA

 

Los días en que iba a casa el padre Anselmo, aparecía como a las seis de la mañana, llevando confituras para comer con el mate. Le encantaba que le cebara mate mientras me explicaba todo aquello que, según él, debía saber indefectiblemente para llevar a delante mi misión. Y empezaba, como quien cuenta una historia o un cuento, “¿sabes que Pi surge de dividir el perímetro de la circunferencia por la longitud de su diámetro?” Y yo no sabía, pero además no entendía qué tenía que ver eso con todo lo que veníamos hablando.

Como quien oye llover, el anciano continuó, “la secuencia de sus números decimales jamás se repite”. Lo sé, padre. Eso me lo enseñaron en la escuela primaria – ¡No! –me dijo –no lo que yo te voy a explicar –y continuó como si yo no hubiera dicho nada. “Nunca agota su patrón, es decir que contiene todas las combinaciones de números posibles”

Yo lo escuchaba, aunque no entendía muy bien el objeto de sus explicaciones, y él, a cada rato me repetía que era necesario que entendiera, porque todo eso lo iba a necesitar, y entonces dijo algo que sí me pareció interesante. “Si buscamos detalladamente, encontraremos la combinación de cifras que forman la fecha de tu nacimiento, en algún puesto decimal”. Me miró mientras tomaba un mate, y como al pasar me dijo que él estaba en el puesto 64.492.507, y que estaba seguro que todos los habitantes del mundo estábamos contenidos en esa sucesión decimal. Todas las personas que han habitado la historia, y todas aquellas que, algún día, la habitarán.

Dicho esto, me miró fijamente a los ojos, y con una sonrisa paternal, agregó “es una pena que no creas”. Y no supe qué responderle, porque yo quería creer, mi mayor deseo era entender lo que me explicaban, saber cuál sería esa misión tan importante, y trascendental, que me había sido asignada por una providencia tal que no podía modificarse. Pero todo llegaba de una manera tan estrafalaria que me resultaba muy difícil aceptar que esa mezcla irreverente de sucesos era una misión divina. O peor aún, que era algo real.

Es importante que comiences a entender que el mundo está repleto de curiosidades que desconocemos, me dijo, como quien aconseja a alguien que se quiere. Y esas curiosidades, a las que normalmente no prestamos atención, son portadoras de información fundamental pero, que alguien no desea que salga a la luz, prefiere mantener oculta, o por lo menos disimulada.

Todos creemos que habitamos un mundo de probabilidades e incertidumbres, y esa es una de sus obras más importantes. Hacer que creamos que todo lo que nos pasa resulta de una mala decisión propia. Tú eres el dueño de tu vida, te dicen. Sin embargo no vives solo, ni aislado. Vives en comunidad, en donde habitan otros, hay normas, leyes, y muchísimas circunstancias que no podemos dominar, porque no tenemos poder sobre ellas.

Tú no querías venir acá, ni atravesar todo esto, ni estar en esta situación, en este compromiso. Y lo estás, si desearlo ¿Por qué no lo evitaste? En ese momento se hizo un silencio pesado, denso, casi irrespirable, y el padre Anselmo dio un golpe en la mesa que me sobresaltó, y levantando la voz me dijo ¡Porque no conocías el desenlace! Tú solamente querías seguir una historia para escribir un libro, y no meterte en todo este entuerto.

Sí, tú eres quien eres por tus decisiones, pero lo que te sucede, la mayoría de las veces no vas a torcerlo. Porque está el destino, el azar, la suerte, que juegan con el tiempo y el espacio de la manera que se les da la gana.

Hazme caso, hijo, me dijo tiernamente el padre Anselmo, estás a tiempo de decir que no. Renuncia a tu cometido ahora. Lárgate y olvida que esto pasó, olvídate de mí, de Fáthima, de su madre, de todo. Podemos entender que todo esto te ha abrumado, y lo haremos. No habrá reproches. Pero no te quedes. Porque si lo haces será inevitable, Fáthima, Letizia, Diego, todos han cifrado sus esperanzas en ti. Están convencidos de que tú serás capaz de recuperar los viejos sellos del mundo.

Piénsalo antes de seguir con todo esto, y recuerda que en la vida se puede ser todo lo que quieres. Todo. Si no lo logras, es porque no lo quisiste lo suficiente, o porque no estuviste dispuesto a pagar el precio. Si en dos días sigues acá, olvida esta conversación, y continuaremos con lo nuestro como si nada hubiera pasado.

 

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