Editorial

Crónicas del Olvido – LA OPINIÓN DEL SILENCIO

Crónicas del Olvido

LA OPINIÓN DEL SILENCIO

(Donde en lugar de bufanda para el calor, usaremos mordaza para la conciencia)

Alberto Hernández

En mis tiempos de aventura estudiantil en la España franquista, recuerdo claramente que tuvimos que aprender a hablar con fluidez en “cuti”, el idioma infantil que los gorilas taxistas y porteros de Madrid no lograban entender. Ocurría que a veces nos veían feo cuando alguna palabra salida de nuestro inglés se les parecía a alguna castiza carajada. Pero nada, el cuti hizo milagros, tanto que en la Universidad Complutense nos topamos con algunos vaciladores con la idea de hacer de nuestro criollísimo idioma parte de las asignaturas. Pero no fue posible, nos allanaron. Un poco antes, en Salamanca, nuestro muy querido Unamuno nos miró con un dejo de su proverbial vasca arrechera.

De modo que ya sabemos algo del silencio de las dictaduras, como pasó en Venezuela a la ida de Pérez Jiménez y a la llegada de la democracia, tan frágil que la mariconería leguleya le daba un parado a reuniones de más de tres personas en las esquinas. Se hablaba de conspiraciones, golpes de Estado y después de guerrillas. Pero pasó el tiempo y entonces se abrió el abanico de la opinión. Los medios de comunicación crecieron tanto que hoy son un remedo y un atentado al buen gusto. Está bien. Habría que regresar al Proyecto Ratelve, tan defendido por Héctor Mujica y otros estudiosos de los mass-media. En aquella ocasión los únicos que no estuvieron de acuerdo fueron los dueños de las radios y televisoras. Pero eso ya pasó. Ahora nos encontramos en una encrucijada llamada Ley de Responsabilidad de Radio y Televisión, de la que sabemos se seguirán desprendiendo las venganzas y los pases de factura de quienes se creen los enviados de Dios a arreglar este mundo.

De imponerse la cosa esa, volveremos a la práctica del silencio como método de sobrevivencia. Para lo que nos cuesta. Como el humor es la salida más inteligente, sabremos regresar a los tiempos de Leoncio Martínez y Job Pim, maestros en eso de disimular la crítica y entrarle de frente a la osadía. También tornaremos a las páginas de Andrés Eloy, de quien seguro aprenderemos mucho. Esto del silencio podría ser una maravilla, porque se convertiría en un castigo para los tantos habladores de paja que encadenan y martirizan a la población con improperios, insolencias, vulgaridades y groserías. Pero como ya sabemos que a muchos de esos les gusta el poder absoluto, no será extraño que hagan lo que la ley prohíbe. Eso lo vemos en el espejo de la brujita del cuento de hadas, segurito. ¿Quién le quitará a Chávez esa maña de sentarse a hablar, hablar, hablar y hablar sin parar para a la larga no decir nada nuevo y sí agredir hasta a su propia gente?

Escribiremos en silencio. Hablaremos en silencio. Aprenderemos el idioma de los sordomudos y seguiremos disfrutando de la libertad de la revolución. El silencio será nuestro presente y nuestro futuro. Quien ose criticar a Zamora, a Maisanta, a Bolívar o a algunos de los héroes vivos será llevado a juicio. Probablemente no pase eso, dirá un avispado, porque los que trabajarán en los medios radioeléctricos serán los chavistas, pero cuando a éstos se les salga alguna impertinencia contra el régimen, serán enclaustrados silenciosamente. ¿Qué no? Bueno, mírense en el espejo del Zulia, en el cierre de las llamadas emisoras comunitarias. Por ahí va la cosa.

Será éste, junto con Cuba, el país más fastidiado del mundo. Ladilla participativa y protagónica. De eso no quedan dudas, aunque las dudas también son contrarrevolucionarias. Y si el lector pone en duda esto que digo, espere unos meses y verá cómo se enciende este país. Perdón, no es brujería ni mucho menos conspiración, que debo respetar las sacrosantas leyes del proceso. Nadie querrá llevarle manzanas y cigarrillos a este cronista a Tocorón o al retén de Alayón. O a La Planta. El mientras tanto que nos queda debe ser aprovechado para disfrutarlo, para organizar la manera de administrar las palabras, de aprender a hablar con la boca cerrada, a contratar los servicios de un experto en señas.

Y mientras los parlamentarios del cambio se devanan los sesos emitiendo opiniones, los periodistas debemos regresar al paleolítico, con la sonrisa ladeada del joven ex ministro Izarra, tan revolucionario como su padre, enemigo hasta del juego de Ludo por tratarse de un atentado a la revolución. Stalin baila joropo.

¡Silencio, cuánto daría la poesía por imitarte¡ La opinión a labios cerrados tendrá sus premios. El Concurso del Silencio más Inteligente se ganará sus Grammys, Pulitzer, Planeta y hasta Nobel. No nos descuidemos, démosle duro al silencio para no quedarnos atrás. Las palabras aburren. No hacen falta, dan cáncer, son peligrosas para el sexo y el alma. Las palabras aturden, infartan a los más delicados. Muera la palabra, muera la opinión, la libertad de expresión, muera la poesía, muera el sonido del alma. Viva el silencio. Viva la pepa. Viva el cuti.

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