Por: Enrique Quintana
Si hay una variable que ha sufrido en los últimos años en México, es la inversión pública.
De acuerdo con las cifras del Inegi, en los últimos 20 años no sólo no creció, sino que la de 2020 fue inferior en 4 por ciento en términos reales a la que se realizó en el año 2000.
Se trató de dos décadas de estancamiento.
Al arrancar la administración de López Obrador, como casi siempre en el primer año de cada sexenio, la inversión pública se vino para abajo y cayó en 11.8 por ciento.
En 2020, ya con los proyectos de infraestructura favoritos del gobierno en marcha, como la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucía, la inversión creció en 11.9 por ciento, pero todavía resultó 1.3 por ciento inferior a la del último año del sexenio de Peña.
Para este año se estima una nueva caída, que será de 6.1 por ciento en términos reales, con lo cual finalizaremos 2021 con un nivel 7.3 por ciento por abajo del que se tenía al final del sexenio anterior.
Por lo anterior es que resultó una sorpresa positiva en el Paquete Económico para 2022 que se programe un crecimiento de la inversión pública federal en 17.7 por ciento en términos reales.
Se trata del incremento más importante para la inversión pública desde 2008, cuando se estableció una política fiscal expansiva para amortiguar el impacto de la crisis financiera mundial en aquel año.
Durante muchos años el gobierno dejó de invertir. Se apostó equivocadamente a que la inversión privada vendría a sustituir a la inversión pública. Esto no sucedió y el resultado fue un deterioro generalizado en la formación de capital productivo en el país.