Editorial

Ok, Boomer – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

Ok, Boomer

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Si algo tenemos de sobra, son las divisiones que podemos hacer. Entre países, culturas, partidos políticos, equipos deportivos, e incluso nuestras marcas favoritas de cualquier producto. Dividir es lo más sencillo, y a veces pude incluir la conciliación inmediata, aunque en otras no es tan simple llegar a un punto neutral. Un ejemplo de ello es la diferencia que generación a generación se da entre los que están y los que vendrán. Es relativamente sabido que el comentario de que ‘antes todo era mejor’ abunda entre los que ya ven su pase de salida firmado, mientras que la opinión de quienes se hacen su sitio en el mundo es que ‘el pasado siempre ha sido peor’. Esto se debe a que la nostalgia, la memoria fallida y la ilusión hacen que ciertas generaciones añoren la manera en que conocieron y entendieron el mundo, su mundo, y que, al afrontar los cambios constantes de la realidad, es más sencillo aferrarse al ideal de lo que era antes que reconocer que se va caducando. ¿No acaso el árbol araña el cielo esperando retener sus hojas viejas, aunque caigan muertas? Quizá nunca se pueda romper esa cadena, y tenemos que aprender a vivir con ello. No obstante, nunca había habido un cambio tan radical como el que se está dando entre la generación de mediados de siglo del siglo pasado, y quienes ahora se hacen de los espacios y la realidad. Boomers Vs Millennials.

La generación de los Baby Boomers se deriva de la postguerra del Siglo XX, herederos del terror de la Segunda Guerra Mundial. Por su parte, los Millennials son aquellos nacidos a partir de 1982, herederos prácticamente de las grandes crisis financieras de dicho siglo. Su visión del mundo no puede ser más antagónica. Los primeros crecieron en una sociedad asolada por el horror y la miseria, que buscaba recuperarse y reforjar la esperanza en el futuro; cabe aclarar que entre ambos hay una Generación X, que por algún motivo nunca pinta. Se consideraban a sí mismos quienes iban a cambiar al mundo y a darle un sentido después de que conocimos la piel más desnuda de la humanidad con el fratricidio de la guerra más cruel, y más peligrosa, jamás vista en nuestra historia. El auge del capitalismo es el nervio central de los Boomers, que vieron en la guerra fría una forma de avance a toda costa en pos del bienestar de la sociedad (que para unos era un socialismo imaginario y para otros un capitalismo edulcorado). Los Millennials, quienes vieron en la tecnología un avance mayor a toda la historia de sus ancestros, heredaron el fracaso de los adultos, la destrucción ambiental, y el auge de distintos movimientos sociales a raíz de la caída del Muro de Berlín, o el fin de la Guerra Fría. Fue la generación del brusco despertar a las consecuencias.

Esto ayuda a entender por qué sus visiones son irreconciliables, ya que unos ven a los culpables de la destrucción que les tocó, y los otros se aferran a seguir pensando que eran los elegidos del mundo. Esto se ha llevado al ámbito de la política, la economía y el contrato social. A diferencia de otras generaciones, esta lucha integra una visión moralina de lo idílico frente al fracaso de los errores del pasado. Cada quién que se aferre a lo que le corresponda. No obstante, en ese discurso ha habido un interesante manejo del lenguaje. Desde el maravilloso mundo del internet, ha salido una frase que corta de tajo con el pasado y descalifica de manera inmediata cualquier vestigio de debate: Ok, Boomer. Como todo en el internet, es difícil saber su origen exacto, pero no su efecto. Cuando una persona de la generación Millennial o de la Generación Z afrontan esas ideas del pasado, la sentencia es lapidaria: Ok, Boomer, tu opinión es irrelevante por caduca. La respuesta natural de los aludidos es la de ver en lo moderno una debilidad, una enfermedad, que se ha catalogado como Generación de cristal. Y algo hay de eso cuando se ven los excesos de algunos activistas. Pero nunca el comportamiento de los pasados ha sido tan desesperado para mantener su vigencia, y se le ha cerrado de portazo en la cara como ahora.

La sentencia ‘Ok, Boomer’ corta de tajo la discusión. No se trata de conciliar, se trata de cortar, de erradicar, de dejar atrás. El peligro de eso es evidente, cuando una generación vislumbra el cáncer de la modernidad en los pensamientos de otra, y que declara públicamente que el pasado no tiene sabiduría. Al mismo tiempo, es difícil no estar de acuerdo en esa actitud de cerrar la comunicación con lo que se aferra a mantener una vigencia atemporal, sobre un mundo que ya no existe, y con ideas que fueron las causantes de la mayoría de los problemas modernos. La declaración es un canto de enemistad, declarar senil al adversario, borrarlo del mundo moderno a través de la insignificancia de su existencia. Y el mundo sigue cambiando, y continúa moviéndose a nuevas concepciones, donde pareciera que los ancianos portadores de sabiduría se han vuelto poco útiles frente a los medios masivos de conocimiento, donde los defectos del pensamiento y la vanidad del pasado han sido marcados como pestilentes, innecesarios y dañinos. Esta guerra generacional es más profunda que un cambio de modas, sino que es un cambio de concepción sobre la humanidad.

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