Editorial

Sobre el terraplanismo y Trump – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

Sobre el terraplanismo y Trump

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Si hay una polémica más que divertida e interesante hoy en día es la del terraplanismo. En sí, lo que implica es que hay un grupo de personas, con estudios medios y de cierto nivel socieconómico, que afirman que hay un complot internacional para ocultar que la Tierra es plana. Damos un minuto para procesar esto. Sí, hay personas que afirman que sociedades ocultas, Gobiernos e iglesias, desean ocultar por algún motivo que la Tierra es plana y no redonda (geoide, para los más puristas). Por algún motivo, eso es un tema de debate, y hay quienes defienden esa idea. Desde esta columna nos gustan las ideas locas, y más las teorías conspirativas de cualquier calaña. Es imposible no amar esas ideas, desde que los Nazis escaparon a la luna hasta que el Covid-19 es un ensayo para ponernos chips de control mental a todos. En serio, cómo no amar eso desde el punto de vista de un escritor. Es maravilloso. El punto es ese. Hay gente. Y no sólo creen en esa teoría, sino que la defienden vehementemente, casi violentamente, e incluso han llegado a gastar cantidades de dinero impresionantes para demostrar su punto; naturalmente, ninguno ha logrado su cometido, y son menos aun los que han pagado las apuestas para demostrar que están equivocados.

Recientemente, alguien apostó más de cien mil dólares sobre que no se podían hacer viajes en forma de triángulo equilátero entre ciudades, ya que la tierra es plana y no lo permite. Obviamente no ha pagado, y menos claro aún es entender por qué apostó eso, incluso si la tierra fuera plana. Otro tipo más murió al fabricar un cohete casero para volar y comprobar que la tierra era plana con fotografías de una cámara fotográfica personal que no pudiera ser truqueada por la NASA. Aunque lamentamos su fallecimiento, es imposible no reírse de la situación. Así es, en pleno siglo de desarrollo de las AI hay terraplanistas, por algún motivo. Pero eso no es lo importante, sino lo que significa. Antes, un terraplanista era normalmente una persona de bajos estudios, de cierto perfil cristiano y de mucha ingenuidad política, como cualquier redskin gringo. Pero hoy día, son muy variados. Lo que hace a los terraplanistas lo que son es esa incapacidad de afrontar la realidad, la evidencia, lo tangible. No importa nada más que su obsesión por tener la razón; sí, pensando que la tierra es plana. Y lo han llevado a todas partes. Decía Humberto Eco que el internet ayudaría a dar voz a los estúpidos, y quizá no se equivocó, pero sorprende la cantidad. En el mismo sentido, el chiste que contaba Silvio Rodríguez de los estúpidos es cierto: son tantos, que votan por el presidente. Y eso hicieron. El de los vecinos, quiero decir. Trump ganó por una plataforma contestataria que retaba a la clase dominante tradicional, pero hasta allí llegó. Pero ganó, que es lo interesante. Pasó su polémico régimen, y después ha sido olvidado, pese a amenaza cada vez más diluida de ser un movimiento, e incluso de ser llamado como una revuelta contra el poder. Pero lo relevante son sus admiradores.

Según se dice, la cúpula de poder son reptilianos iluminatis pederastas robóticos de hace 200 años y con vínculos con Atlantis. No soy nadie para afirmar que no sea así. Pero es curioso que la evidencia de los vínculos de Trump con pederastas, políticos y demás, pareciera que no existe. Es decir, para sus fanboys, aquello que denuncia es un hecho, pero la evidencia de su pertenencia al gremio no lo es. La evidencia no importa. El terraplanismo se ha llevado de lo jocoso a lo jocoso, pero ahora más multipolares que antes. Ahora es un asunto religioso, moral, económico, sociológico, y sobre todo, bíblico, porque la Tierra es lo que uno quiere que sea (upps). El terraplanismo ha encontrado su nicho en quienes necesitan creer en algo, lo que sea, con tan de alcanzar… no sé qué quieran. Nadie lo sabe. Pero están allí. Terraplanistas con certeza de lo que dicen, pero que no ofrecen mayor evidencia que su opinión, normalmente violenta, y que olvidan en pocos días que no ocurre lo que pronostican, que lo que asumen no tiene sentido, o que ni siquiera tienen la gracia de los conspiranoicos de a deveras, que sí se dan a la tarea de cuadrar sus hilos. Por eso es que como amante de las teorías locas, pedimos que se separe a los verdaderos genios a lo Fox Mulder de aquellos otros inútiles que alaban con una mano mientras se tapan los ojos con la otra, pensando que es suficiente querer tener razón para poseerla. El final es el mismo: la desilusión, la equivocación, y el constante ridículo de que los demás sabemos que “tú dijiste esto”, que con gusto les echamos en cara cada vez que quieren eliminar el cielo al cerrar sus ojos.

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