EL ESTADO DE LO POSIBLE
GUILLERMO ALMADA
Había algo molestando adentro. Cierta incertidumbre, una incomodidad difícil de saciar, a veces era parecida a una ansiedad. Una ansiedad ciega, como un agujero negro interior. Un estado en el que no quería estar.
Todo podía ser explicado, lo que no quería decir que esas explicaciones explicaran algo, o por lo menos, no de modo absoluto, que, es en profundidad, lo que define a una explicación.
Caminaba por las calles de Mérida e imaginaba que si me encontrara, con alguna de las personas que me conocían, o decían conocerme tan bien. Seguramente encontrarían mi conducta cambiada, por decir lo menos. Y hasta asegurarían que no era el mismo. Y es que, la conducta es un caso particular de intercambio entre el mundo exterior y el sujeto. Y mi mundo exterior estaba experimentando cambios muy fuertes de orden funcional, en lo que respecta a distancias en el espacio, por ejemplo, y eso afectaba mi percepción. Lo mismo que en el tiempo, con trayectorias cada vez más complejas, produciéndome retornos y desvíos temporales. Todo eso interfería, sin duda, mi conducta, que supone dos aspectos esenciales, el afectivo y el cognitivo. Por eso pensaba que si llegaba a cruzarme con Lina, o la señora Carlota, o el mismísimo Bat-Hazar, tardarían en reconocerme tal y como estaba en ese momento, sin embargo les sería sumamente familiar a Fáthima, Diego, o Letizia.
La filosofía me golpeaba de lleno en mis propias limitaciones. La angustia, según pude determinar, era por estar siendo con la extrañeza de dejar de ser. Es decir la angustia del cambio, el pasaje permanente de lo que se es a lo que no se es, el cambio hacia lo desconocido, y eso hiere, mata ¿Por qué mata ese cambio? Porque introduce la posibilidad de no ser, que es la posibilidad de la nada, y eso es lo que asusta, y mata de miedo. Dejar de ser, para ser nada.
No tenía ni idea dónde había llegado, estaba perdido, había estado caminando abstraído de todo, solo sumido en mi pensamiento, en una ciudad totalmente desconocida para mí, y que, además nombraba a sus calles con números. No salía de mí parar a un transeúnte para preguntarle ¿Dónde estoy? Porque solo eso deseaba, saber ese dato, para poder orientarme por las mías, no tener que depender de otra persona para llegar a algún lugar. Miraba para todos lados hasta que escuché que alguien me llamaba. Era el padre Anselmo,, que se acercó y me saludó amablemente, e interrogó de inmediato si me pasaba algo, porque tenía cara de asustado. Lo negué rotundamente, argumentando que trataba de fijar bien los lugares y las calles, y aproveché para invitarle a tomar un café.
Tomó la posta y se encaminó por delante, yo solamente caminé a su lado, hasta dar con la cafetería El Barrio, en la calle 45, y el cura no se anduvo con titubeos, y me arrojó en la cara, “si me dices qué te pasa tal vez pueda ayudarte, si no, no”, le insistí que no me pasaba nada, que solo sentía deseos de hablar con alguien.
Entiendo tu situación, me dijo el padre Anselmo, cualquiera en tu lugar estaría así de traumado. Yo pensé que te irías de un momento a otro, y sin decir nada. Es más, se lo dije a Diego, pero él tiene mucha fe en ti. Bueno, no solo él, todos, Fáthima cree que eres el Salvador, Letizia asegura que eres el indicado. Y yo sé que tienes un alma noble, pero creo que vas a cansarte pronto de lidiar con algo que no es tuyo. No es fácil tener que arriesgar tanto por personas que solo han pasado por tu vida ¿Qué significo yo para ti? ¿Qué significan los demás? Y lo peor es que todo lo que estamos planeando, todo este rescate, solo está en el plano de lo posible. Y si algo es posible, es porque aún no se ha realizado. Es decir que lo posible no existe, para que exista se debe poder pasar al plano de lo concreto. Sí, me dijo, lo posible está subrogado al poder.
El otro mundo, ese que tenemos que abordar, es el mundo de lo posible. Es decir un mundo sin cambios, el mundo tan buscado por Platón. Es claro que algo que no cambia de modo absoluto, es algo que no puede dejar de ser.
Tengo un exceso de pensamiento, padre, y no estoy entendiendo bien ¿Quiere decir que puedo dejar de ser aquí para ser allá, en donde antes no era nada? Sí, me respondió el padre, y debes hacerte siempre la pregunta infinita, que es ¿Por qué? Que abre y nos arroja a un estado de posibilidad permanente, donde la totalidad se resquebraja. Pero para eso es necesario establecer la unidad, y esa es tu lucha ahora. –