TRAS LAS HUELLAS DE TRUMAN CAPOTE
Gloria Chávez Vásquez
Acabo de concluir la lectura de Capote en Kansas de Kim Powers, una novela basada en hechos reales y en la relación del escritor con su amiga de la infancia y autora de “Matar un Ruiseñor”, Harper Lee. Cosa que me hace cuestionar mi relación, como lectora, con Capote. Desde que leí “A Sangre Fría”, primero en español y después en inglés, quedé fascinada con su vida y obra. Es un escritor que vivió sus libros en calidad de protagonista y su vida como un personaje. Algo así como Hemingway, pero más selectivo. Ambos tenían en común la vena periodística y su afición por la bebida.
Capote vivió como si hubiese conocido desde siempre la totalidad del guión de su vida personal. Además de excéntrico y melodramático, deslumbró a una sociedad a la que el mismo describió como superficial e ignorante, lo cual le valió infinidad de enemigos hasta el final de sus días. Su única y verdadera amiga, Harper Lee, a quien conoció en su infancia y tan compleja como Truman, recibió del autor muchísimos desplantes. De ahí que cada uno viviera su estilo de vida alejado del otro.
En la novela de Powers, Capote y Lee enfrentan sus fantasmas a través de una amistad afectada por los errores del escritor cuyas agrias manifestaciones hirieron a más de uno a lo largo de su existencia. Aparte de su bipolaridad, Truman era inmaduro, narcisista, compulsivo, paranoico, mitómano, entre otras disfuncionalidades. Pero como escritor, Capote fue perfeccionista, observador, creativo, original e innovador. A Sangre Fría marcó las pautas de una nueva forma de novelar la realidad. Un estándar que le fue difícil de superar a pesar de sus aplaudidas novelas, entre otras “Desayuno en Tiffany” y “El arpa de hierba”.
Truman Capote atrajo la promoción y publicidad espontánea y empática de los medios. Los conocía a fondo y de manera instintiva los aprovechó al máximo. Como escritor de la revista New Yorker, sus cuentos se publicaron periódicamente, dotando a Capote del aura intelectual conque alimentaba a sus lectores. Los editores promovieron su imagen de “Infant terrible”. Costearon sus viajes como el de la Unión Soviética en la década de los 50 cuando documentó su experiencia como parte del entourage teatral que representó “Porgy and Bess” en Moscú. Su libro “Se escuchan las musas” fue el producto. La entrevista que le hizo a Marlon Brando cuando filmaba “La casa de té de la luna de agosto” en Japón y que luego publicó en libro, contribuyó a exaltar el estrellato de Brando al convertirlo en divo cinematográfico.
Lo que si esta muy claro en la novela de Powers es que, a pesar de los logros de Truman Capote, el éxito de Harper Lee con su novela Matar un ruiseñor, significó para Capote una estocada en su orgullo. Muy a su pesar, el autor resintió que a Lee le concedieran el Premio Pulitzer que a él nunca le dieron, y por tanto Hollywood se lanzara a producir de inmediato la película. De ahí que en su obsesión por el caso de A sangre fría, (en cuya investigación colaboró Harper Lee), aplicara toda su energía y habilidades.
Las novelas de Capote, con excepción de A sangre fría, son cortas, aunque intensas, basadas mayormente en sus experiencias personales y en sus recuerdos de la infancia y juventud. Que no fueron muy felices debido al abandono de su padre y a la negligencia de su madre, pero, al fin, una motivación crucial en su vida literaria.