Editorial

Creepypastas y otras apuestas masivas – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

Creepypastas y otras apuestas masivas

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Dentro del maravilloso mundo del internet, una de las cosas positivas que tiene, es la infinita creatividad que se abre entre sus comunidades. A veces para bien, a veces para mal. Pero en este caso, nos es relevante por lo curioso del tema y su relación con la literatura moderna. Las creepypastas son una especie de historia, originalmente escrita, que se distribuían y popularizaron en foros de internet como 4Chan y Reddit. Son cosas de chavos, pues. La historia del origen del “género” se atribuyen a 2006 en 4Chan, una comunidad de internautas globales que tienen historias simpáticas, pero algunas otras muy perturbadoras. X, son chavos. El nombre viene de “copy & paste” (esa maravillosa invención de la humanidad) y “creepy” (siniestro). Es decir, de historias perturbadoras que se reproducían infinitamente, y anónimamente, a través del internet. Surgieron con la característica de ser masivas, o como decimos hoy día, virales. Se atribuyen algunas al primer usuario que las publicó y que se tiene registro, pero nadie se atribuye estas historias como propias. Y puede ser que esto haya ayudado a que el “género” florecerá. En primer lugar, porque les pasó lo que muchas de las historias clásicas, que con intervenciones, reinversiones y adecuaciones de cientos de usuarios, se pulieron como historias breves pero contundentes; cosa que saben muchos estudiosos de literatura. En segundo lugar, porque abordan una modernidad compactada que debe leerse directamente, breve, universal entre naciones y concepciones del miedo.

Los creepypastas surgieron por esa necesidad humana de contar historias, de sentir miedo, de asustar a otros, reunidos en la mejor y tribal manera que las redes permiten. No hemos cambiado mucho en algunas centurias. Por otra parte, la viralidad ha llevado historias clásicas o pasajes del terror de los maestros occidentales con las concepciones orientales, gracias a la globalidad de la red, pero en temas o situaciones más actuales, más de los chavos. Una creepypasta no busca ser un cuento o una minificción reconocida, sino causar una impresión en la comunidad. A los más viejos nos puede causar risa que existan niños que temen a figuras como Slenderman, que entendemos surge de la ficción, tomando múltiples elementos de personajes clásicos, pero para los más jóvenes presenta un nuevo canon del horror, mezcla de literatura, cortos e incluso leyendas urbanas. Casi todas las creepypastas son sobre temas muy juveniles: videojuegos o cosas malditas, viajes y sitios despoblados, e incluso juegos y rituales prohibidos. Pero alunas de ellas son auténticas obras de arte, extensas o breves, que han tomado elementos clásicos, pero los han hechos propios y han decantado una auténtica ficción literaria. A su alrededor, nuevas tecnologías implican nuevos mecanismos. Muchas de esas historias se han llevado a lecturas de YouTube, a videojuegos amateurs o reinterpretaciones regionalizadas.

Este fenómeno ha evolucionado en una mitología canónica que explica la popularidad de la serie SCP (Secure, Contain, Protect, sociedad imaginaria que protege o no, a la humanidad de aberraciones y peligros supra humanos) o las criaturas del ilustrador canadiense Trevor Henderson. Las primeras, sumaron los cuentos paranormales en un catálogo de entidades, y le dieron un trasfondo de sociedad secreta, que existe en las sombras y se dedica a coleccionar objetos y criaturas con cualidades anómalas, inofensivas o altamente destructivas. El segundo caso, un artista que genera bocetos de criaturas extrañas y les da una especie de historial que las explica. Hay algunas buenas, algunas malas, y muchas muy malas. Pero el fenómeno más allá de la calidad es lo interesante. Estamos frente a un proceso de la juventud de apropiarse de las historias y leyendas para hacerlas propias, para mezclar el canon del cine y la literatura de terror tradicional a su idioma, a su lenguaje y medios. Aunque hay genuinas piezas de arte entre esas historias, otras son poco interesantes, sosas o incluso ridículas. Pero los consumidores del miedo permanecen. Incluso, buscando a sus propios autores, o los clásicos, o convirtiéndose en creadores activos de este tipo de material o “contenido”.

Es prematuro para hablar del impacto de estos intentos juveniles de establecer sus nuevos mecanismos de diseminación de historias, pero es un caso bastante interesante que rivaliza con las visiones clásicas de lo que debe ser la literatura: un libro aburrido y con un claro autor, que se debe vender para poder medir su impacto. La juventud se abre camino, y así lo hace su imaginario, a veces sobre recuerdos de la infancia, a veces sobre miedos colectivos, o sobre grandes mitos traducidos a experiencias más palpables para la población actual. Las creepypastas son una más de las expresiones de la complejidad de las necesidades humanas por las historias, por experimentar sensaciones a través de otros, y que caben claramente en la literatura moderna. Quizá alguien lea esto en un futuro y se ría de mi inocente afirmación, pero apostar por que los jóvenes se harán sus propios medios de divulgación no me parece una equivocación.

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