Crónicas del Olvido
“CUBAGUA” Y “LA INVENCIÓN DE MOREL”: DOS ISLAS METAFÍSICAS
Alberto Hernández
“¿Cómo nacieron los fantasmas?
¿Cómo tratar con ellos?
¿A dónde estar cuando pasan
o huir o detenerse en un saludo de vacío?
(…)
Son personajes de sorpresa…”
**Juan Liscano**
1.-
“Cubagua”, del venezolano Enrique Bernardo Núñez, novela publicada en 1931, y “La invención de Morel”, del argentino Adolfo Bioy Casares, entregada a los lectores en 1940, son dos experimentos literarios que, al parecer, jugaron al azar, porque son dos historias donde las “coincidencias” hacen posible una lectura comparada, de la que se puede decir que Núñez es el iniciador de esta suerte creativa que fue recogida luego por autores del futuro, como los del llamado Boom Latinoamericano. Y así como se añade esta perla, también podemos decirlo de Julio Garmendia, quien abrió las puertas de una ficción que otros, como Borges y el mismo Bioy, no dejaron pasar: escribieron desde la ciencia ficción, desde el misterio del tiempo, desde el tiempo cambiante, desde el porvenir o la posteridad, desde el mundo fantástico, desde la magia que el también latinoamericano, Gabriel García Márquez, tomó en préstamo, cuando ya en Venezuela se mencionaba lo real maravilloso o el realismo fantástico -en la voz de Uslar Pietri-, hecho que había sido silenciado por el resto del mundo.
Esta divagación, esta perífrasis, esta elipsis, para arribar a dos trabajos que, revisados desde la perspectiva de la curiosidad, traigo luego de una relectura más tranquila, menos de pupitre y más de investigación casera, menos de acomodos disruptivos que, sin menoscabo de carreras librescas propias del aula, del abuso configurado por el diccionario de la crítica, puedan ser disfrutadas por los lectores de otras preferencias genéricas. De la pedante erudición, como dice Borges en algún lugar. Es decir, alejada de los fogueos del ego confirmados por algunos críticos en uso de una terminología tediosamente intelectual y poco artística.
Es decir, ésta pretende ser una lectura placentera, inventiva, gozosa. Para no dejar pasar la idea sorpresiva de que es posible juntar dos historias con instantes familiares cercanos, casi mellizos en la intencionalidad de escribir un universo misterioso donde el tiempo y el espacio se mueven o movían a gusto del narrador. Es una lectura que podría tener, en la “Gramática de la fantasía”, de Gianni Rodari, un ejemplo más de una aproximación “al arte de inventar historias”: las que imaginan los novelistas y las que podría recrear el cronista.
2.-
Sin andar de puntillas, quien esto rasguña se acerca a estas obras, la de Núñez publicada por Monte Ávila Editores y la Dirección de Cultura de la Gobernación del Estado Nueva Esparta en Caracas, en 1996, en los talleres de Litografía Melvin. La de Bioy Casares en Ediciones Cátedra, edición manejada por Trinidad Barrera, en Madrid, 1982. Y para seguir andando en el asunto, congrego mi curiosa ociosidad en el respaldo de Orlando Araujo y su estudio sobre la obra del nacido en el estado Carabobo (“Narrativa Venezolana Contemporánea”, Monte Ávila Editores, Caracas, 1988 / página de referencia 104); en Alejandro Bruzual y su “Estudio crítico- genético sobre ´Cubagua´” (Fundación Celarg, 2014). También en algunos chispazos de Jorge Luis Borges, amigo muy cercano del también argentino, recogidos de su “Biblioteca Personal” (Biblioteca Borges/ Alianza Editorial/ Libro de Bolsillo, Madrid, 1988/ 1997. Impreso en Salamanca, España), sin dejar de mencionar el estudio de Barrera, como introducción en la edición ya nombrada de “La invención de Morel” (´Adolfo Bioy Casares y la narrativa´), volumen que también contiene “El gran Serafín”, libro de cuentos del bonaerense.
Es decir, este juego, esta presunción de amagos, reviste una importancia capital para este cronista que anda -de rama en rama- ajustándose cuentas por viejos olvidos. Digamos que es justicia seguir nombrando a Enrique Bernardo Núñez, tan dejado en las gavetas como cualquier objeto sin encanto alguno. Es más, en el enjundioso libro de polémicas literarias de Juan Liscano, “Tiempo Desandado” (Biblioteca Venezolana de Cultura / Ediciones del Ministerio de Educación / Dirección de Cultura y Bellas Artes, Departamento de Publicaciones, Caracas, 1964), Núñez es un desconocido, un verdadero ´desandado´, puesto que no lo mencionan, mientras la pléyade de narradores y críticos de Venezuela se hacen sujetos de discusión: entre otros autores, Miguel Otero Silva, Edgar Gabaldón Márquez, Pedro Pablo Barnola, Héctor Mujica, Pedro Díaz Seijas, Pedro Duno, Guillent Pérez y Salvador Garmendia. Para muchos estudiosos el nacido en Valencia fue sólo un revisor de la historia nacional, pero esa tesis se cae luego de años publicada su pieza: se convierte así en un misterioso mundo en el que nuestro novelista es considerado un precursor, un renovador, un creador de estilo.
De ser silencio, Núñez pasó a ser una Isla, tan metafísica como el mismo silencio, donde se concentra su inteligencia literaria. Y Bioy Casares siempre ha sido Isla, también metafísica, tanto en el libro que comentaremos como en “Plan de evasión” (Narrativas Contemporáneas, edhasa/sudamericana, Barcelona, España, 1977). Dos islas misteriosas, “en el borde ilusorio de la metafísica”, como dice el personaje principal de “Plan de evasión” (p. 9), llenas de voces, de fantasmas, de aventuras que nos conducen a leer desde otras perspectivas.
3.-
En “El tiempo y J.W. Dunne”, de Jorge Luis Borges, texto perteneciente a “Otras inquisiciones”, el autor habla de la “regresión infinita”, también dice acerca de la “multiplicación ontológica”, lo que nos lleva a pensar en el tiempo, usado por Enrique Bernardo Núñez en su “Cubagua”, así como la ida y vuelta -o viaje- de los personajes tanto en el espacio como en el mismo tiempo. Fantasmas ambulantes podríamos calificarlos. Parecida aventura ocurre en “La invención de Morel” al situar a sujetos en un lugar fantasmagórico como representaciones visuales: fotográficas en movimiento que han viajado del presente al futuro: los actantes son imágenes virtuales, especie de espíritus congelados, apresados como hologramas, como figuras que se mueven sin sentimientos algunos. Sin almas. De esta manera, se podría pensar en una correspondencia entre ambos autores. El tiempo, tantas veces comentado por Borges, revela también la relación de Bioy con el autor de “Ficciones”. Mientras tanto, no sabríamos afirmar si Bioy supo de Núñez, aunque ambos relatos, “Cubagua” y “La invención de Morel”, semejan apariciones mellizas. Y aquí no terminan las coincidencias. El juego del tiempo y el espacio es una de ellas como técnica, que podría ser puesta en duda como “copia”, porque es un modelo de escritura que otros autores usaron años después en América Latina. Y seguramente en autores de otras lenguas mucho antes.
El personaje que relata o el personaje que actúa tiene el mismo país de origen: Venezuela. En “Cubagua”, Leiziaga viene designado de la capital o de algún lugar del país caribeño y se sitúa en una isla del Caribe venezolano. En “La invención…” varias veces aparecen mencionadas regiones de Venezuela: Los Teques (p. 95), “como en las frías alturas de Venezuela” (p. 103), “(Mi impuntualidad me exaspera, ¡pensar que en esa corte de los vicios llamada el mundo civilizado, en Caracas, fue un trabajoso adorno, una de mis características más personales!)” (p.112), “Hasta creo haberlos visto en las mejores colecciones del Pórtico Amarillo, en Caracas” (125), “Salieron entonces caballeros y criados con sillas de paja, que pusieron a la sombra de un árbol del pan, grande y enfermo (he visto algunos ejemplares menos desarrollados en una vieja quinta, en Los Teques)”. (p. 146), “Uno teme que todo sea “chantage” para vender una lapicera labrada con Bolívar-1783-1830” (p. 147), “Con todo, es extraño que no se hablara de esto cuando salí de Caracas”. (p. 164), “Todo increíble; pero queda inexplicado el hecho de que no se tuviera noticia del invento cuando yo salí de Caracas”. (p. 168), “…vendrían sus acusaciones de Morel y, tal vez, una orden de arresto, desde Caracas”. (p. 169), “…que lleguemos a Venezuela; a otra Venezuela, porque para mí tú eres, Patria, los señores del gobierno, las milicias con uniforme de alquiler y mortal puntería, la persecución unánime en la autopista a La Guayra, en los túneles, en la fábrica de papel de Maracay (…) eres también los tiempos de “El Cojo Ilustrado”, un grupo de hombres (y yo, un chico, atónito, respetuoso) gritados por Orduño, de ocho a nueve de la mañana, mejorados por los versos de Orduño, desde el panteón hasta el café de la Roca Tarpeya…”. (p.185), “Y la Declaración de la Independencia que nos leía todos los 5 de julio, enla sala elíptica del Capitolio, el imperioso Valentín Gómez, mientras nosotros –Orduño y los discípulos- para desairarlo, reverenciábamos el arte en el cuadro de Tito salas “El General Bolívar atraviesa la frontera de Colombia”; sin embargo confieso que después, cuando la banda tocaba ´Gloria al bravo pueblo// (que el yugo lanzó// la ley respetando// la virtud y honor´) no podíamos reprimir la emoción patriótica, la emoción que ahora no reprimo” (p. 186).
Todas estas citas confirman que Bioy Casares tuvo una relación estrecha, al menos imaginaria, con Venezuela, el país de Núñez, el país de “Cubagua”. El país que une dos misterios, dos metafísicas, en dos novelas, dos ecos, en cuya “eternidad rotativa” (p. 169 de “La invención…”) se imbrican estas historias y sus personajes.
4.-
En “Cubagua” se refiere una máquina (´aparato´) para extraer las perlas, pero la idea fracasó porque se perdería el poder sobre los indígenas que se zambullían a buscarlas. En “La invención…”, la máquina de Morel repetía constantemente, en esa suerte de “eternidad rotativa”, las acciones de los personajes virtuales, fotográficos, hologramáticos (holográficos), lo que suponía un fracaso, porque al repetirse se gastaban o se eternizaban en su inutilidad. Se ´ahogaban´ en la incertidumbre.
El tiempo, como herramienta para inventar la eternidad, forma parte del mismo tiempo que la eternidad desgasta. Y así, los personajes se difuminan, desaparecen tragados por el tiempo que una máquina intenta sustituir: una para favorecer la riqueza, la ambición, que se supuso permanente y otra para eternizar otra realidad, la eterna.
“Cuando la última piragua se alejó lenta, con la lentitud de un viejo canto, y él pudo salir, halló que el aparato de su invención había sido destruido” (´Cubagua´, p. 42).
La desconfianza, la pérdida de poder sobre los esclavos, procuraron la destrucción de la máquina o aparato para extraer perlas.
“La hipótesis de que las imágenes tengan alma parece confirmada por los efectos de mi máquina sobre las personas, los animales y los vegetales emisores”. (“La invención…, p.158).
“¿Quién no desconfiaría de una persona que dijera?: ´Yo y mis compañeros somos apariencias, somos una nueva clase de fotografías´…” (“La invención…” p. 160)
En este sentido, tanto los personajes de “Cubagua” como los de “La invención de Morel” son apariencias, fantasmas: Vittoria Giordano, en el prólogo de la edición de Monte Ávila de la obra de Núñez, destaca: “En el inframundo, olvidado por todos, esperan los fantasmas, los únicos que podían conducir a nuestro héroe por el camino de la verdad” (p. IX). “En “Cubagua”, el viaje de Leiziaga por las catacumbas de la isla es la única posibilidad de reencuentro con los orígenes de nuestra historia con esa “alma perdida de la raza” (Giordano).
En esas “catacumbas duermen las vidas ejemplares…” de esa historia que quedó en las ruinas de esa isla imposible del Caribe.
¿Qué buscaba Morel con eternizar y multiplicar el espíritu de sus invitados a la isla más allá de la realidad real? Inventar nuevas almas, la multiplicación ontológica en un tiempo y un espacio artificiales. En ambas obras la realidad no existe. Es una creación que se extravía, que se pierde en el imaginario de sus inventores: de los personajes que ambulan por una insularidad reflejada: un espejo donde dos mundos se encuentran y chocan. O se complementan.
Las máquinas fueron creadas para eso: una para avanzar en el tiempo y ahorrar también tiempo, y la otra para prolongar el tiempo, suerte igual de ahorro de quien se creyó dios.
Todo se mueve en medio de lo desconocido, de lo por encontrar, de allí el aparato que en “Cubagua” se usaría para ahorrar fuerza humana y hacerse de más riquezas, se considerara una suerte de sombría presencia: “Era preciso poseer la fuerza del enemigo, conocer el misterio de la máquina” (p.61). También, para los nativos, esas presencias artificiales revelaban el misterio de un hombre que, venido de otros lugares, podían sobrepasar la natural creencia de que todo estaba hecho desde sus dioses. De allí que ante la presencia de estos “seres”, la isla se mostrara más misteriosa. El avance de la tecnología deja ver estas líneas: “Los hombres se remontaban en máquinas y se comunicaban a grandes distancias por medio de las señales de sus torres” (p. 68).
De su invención Morel declara: “Cuando completé el invento se me ocurrió, primero como un simple tema para la imaginación, después como un increíble proyecto, dar perpetua realidad a mi fantasía sentimental…” (p. 153).
Y si la vida es sólo un momento, en ambas obras la eternidad es un encuentro:
“Estoy exaltado, soy necio. Morel ignora esas favoritas. Quería a la inaccesible Faustine. ¡Por eso la mató, se mató con todos sus amigos, inventó la inmortalidad!” (p. 182).
La “inmortalidad” se pasea por Cubagua, como un fantasma. Lo hace por la Isla de Morel. En la obra de Núñez a través de Fray Dionisio y su cabeza, llevada en sus brazos. En “La invención…”, mediante la fijación perpetua de seres humanos en fotografías cinéticas: se mueven como si estuviesen vivas, imposibles de alcanzar.
5.-
Nila Cálice y Faustine son las mujeres inasibles. Ambas son deseadas. Ambas son inalcanzables. Ambas son fantasmas para quienes quieren amarlas, tenerlas, poseerlas.
“Se murmuraba de Nila con envidia, se la deseaba. Esto ocurría en Paraguachí o en La Asunción. En los ranchos, a lo largo de los caseríos, era otra cosa. Salían a verla. Después callaban pensando que era demasiado bella y altiva. Su cuerpo tenía la prístina oscuridad del alba. Una emoción de fuerza, los rasgos puros, de una raza tal como debió ser antes de que el pasado les cayese en el alma. En cada uno, al verla, la visión persistía de un modo distinto”. (p.7).
“Nila se incorporó, se echó a prisa un velo sobre los hombros y fue a sentarse en una roca. Él permanecía en la orilla, silencioso (…)
-Venía a decirte cosas de nosotros.
-No es hora de pensar en el amor. Primero será preciso recuperar la vida”. (p.63).
“Cuando abrió los ojos, ella estaba lejos. La buscó entre los cardones. La vio, envuelta en la luna, atravesar el valle de las lágrimas. Se detuvo un instante e hizo un signo. Una serpiente salió de entre los cardones, la siguió y desapareció por una de las ventanas…” (p.64).
En “La invención…”: “Verla: como posando para un fotógrafo invisible, tenía la calma de la tarde, pero más inmensa. Yo iba a interrumpirla.
Decir algo era una expedición alarmante. Ignoraba si tenía voz.
La miré, escondido. Temí que me sorprendiera espiándola; aparecí, tal vez demasiado bruscamente, a su mirada; sin embargo, la paz de su pecho no se interrumpía; la mirada prescindía de mí, como si yo fuera invisible” (p. 113).
6.-
Novelas de fantasmas, de: “almas superpuestas” (p. 90, “Cubagua”).
“Cerca de los papeles, guardadas en un frasco, estaban las perlas. Mendoza reflexionó un instante, se encogió de hombros y acabó por metérselas en el bolsillo. Después se sentó en el corredor, arrimó una mesa, se caló la gafas y encima de las cuartillas, con su hermosa letra, puso el título: “Los fantasmas de Cubagua”. (p.93).
“Volvióse y se halló frente a Fray Dionisio. Parecía más alto, más flaco, próximo a convertirse en un montón de ceniza. Sus dedos resbalaban por la barba, una barba que casi ocultaba la boca hundida”. (p. 27).
“La cabeza es la de Fray Dionisio, fraile menor de la observancia”. (p. 40).
“En el inframundo, olvidado por todos, esperan los fantasmas, los únicos que podrían conducir a nuestro héroe por el camino de la verdad”, afirma en el prólogo Vittoria Giordano (“Cubagua, p. IX).
Enrique Bernardo Núñez pobló de fantasmas la soledad de ´Cubagua´ y de Leiziaga, que es como decir la suya propia” (Orlando Araujo, p. 113).
En “La invención…”: “Me conmovía el pavor de estar en un sitio encantado y la revelación confusa de que lo mágico aparecía a los incrédulos como yo, intrasmisible y mortal, para vengarse”. (p.173).
“Una vez que llega allí comienza a notar unos hechos extraños, personajes que aparecen y desaparecen como por arte de magia”, escribe Trinidad Barrera en la introducción de “La invención de Morel” (p. 39).
“Estar en una isla habitada por fantasmas artificiales era la más insoportable de las pesadillas”. (p. 161).
7.-
Se cruzan los tiempos. Se tejen como una manta. Se mueven los tiempos en varios espacios. Se yuxtaponen. Orlando Araujo lo dice mejor:
“Tal yuxtaposición y simbiosis de planos temporales y espaciales, el descoyuntamiento de la sintaxis para provocar en el lector relaciones insólitas, el uso de los tiempos verbales para la conmutación realista (y al mismo tiempo maravillosa) de los siglos más distantes, de las civilizaciones más contrastantes, de los mitos recurrentes, de los dioses que retornan y de los vértigos circulares que arrebatan a los vivos y a los muertos con pasiones recíprocas burladoras del tiempo, de la distancia y de la historia” (p. 107).
Por su parte, Giordano afirma:
“La escritura se convierte así en un medio de recuperar la historia, propiciando la elaboración de una técnica literaria cuya novedad residía sobre todo en ese modo especial de tratar el tiempo y el espacio…” (p. X).
En la novela de Núñez:
“-El pasado, siempre el pasado. ¿Pero es que no se puede huir de él? Sería mejor que hablásemos ahora del petróleo”. (p. 30).
“Todo aquello ha pasado en un tiempo demasiado fugitivo, como el que comienza ahora”. (p. 16).
“-Es tarde ya. A estas horas vienen los muertos de otro mundo”. (p. 58).
“Tres días, quinientos años, segundos acaso que se alejan y vuelven dando tumbos en un sueño, en la luz de días inmemoriales” (p. 86).
“El templo de Paraguachí está cerrado. La casa de ´Los Mayas´ está cerrada. Dos días, dos siglos”. (p. 100).
En “La invención de Morel”:
“La temporalidad del discurso es unidimensional, la de la ficción es pluridimensional, por tanto aquélla no puede ser paralela a la del tiempo contado en la ficción, dicha imposibilidad de paralelismo nos lleva a hablar de ´anacronías´…” (p. 48, en el prólogo de Trinidad Barrera).
8.-
Otros personajes cercanos, mellizos, paralelos: los italianos Lampugnano y Ombrellieri, quienes llegaron y ofrecieron sus recursos en esta historia.
Dice Orlando Araujo: “…lo encontramos hablando con Leiziaga de cierto conde milanés a quien las crónicas de Cubagua nombran como Luis de Campugnano, un aventurero, buscador de riquezas y el cual, entre otras cosas, traía una máquina para sustituir a los esclavos en las pesca de perlas…” (p. 110).
Barrera escribe: “…el informe del italiano o sus recuerdos de Venezuela, al final del diario; así como los hechos recordados por Morel…” (p. 48).
También dice Barrera: “(a Ombrellieri lo conocemos de oídas, por lo que P (protagonista) cuenta de él), o bien son representaciones deuna máquina y lo que sabemos de ellos es lo que P relata en su informe diario”. (p. 39).
“Un italiano que vendía alfombras en Calcuta, me dio la idea de venirme; dijo (en su lengua)”. (p. 94, “La invención…”).
De manera que los italianos podrían, como destaca Barrera, ser predicados de base, como la mayoría de los personajes que actúan en ambas obras. Predicados de oposición: la conducta de Nila Cálice con respecto a sus pretendientes o el mismo Fray Dionisio con respeto a él mismo, mientras el tiempo histórica lo convierte en ficción..
9.-
Una peste se revela como referente, como instante en el relato.
“Seguramente es el inventor de la peste famosa que hasta ahora ha protegido muy bien a la isla (…) Los horrores del día quedan asentados en mi diario. Escribí mucho: me parece inútil buscar inevitables analogías con los moribundos que hacen proyectos de largos futuros o que ven, en el instante de ahogarse, una minuciosa imagen de toda su vida…” (p. 174, “La invención…”).
Pedro Cálice, el leproso, el de la peste histórica, forma parte de estos referentes que ambulan por la isla. Su sola presencia, su soledad, admite que él es una enfermedad, por eso no se le acercan.
La soledad podría ser considerada como una de esas pestes:
“La realidad frontal y cotidiana se reduce, por ironía del sol, a la duración de una noche y, ya en la mañana, a la única presencia en toda la isla: Pedro Cálice, un leproso que muere lentamente. Todo lo demás es soledad (…) Pedro Cálice y un perro hambriento son, sin embargo, los únicos seres que medio viven allí”. (Araujo, p. 113).
En “La invención de Morel”, el personaje principal recorre la isla rodeado de imágenes cinéticas, de fotografías que se mueven, de fantasmas. En medio de esa soledad busca infatigablemente que Faustine le hable: imposible por tratarse sólo de un artificio creado por Morel.
Se podría afirmar que el mismo narrador es un fantasma solitario, como en el caso de Leiziaga en “Cubagua”, quien al final, como en Morel, tiene que huir de la isla perseguido, acosado, temeroso.
“He tenido nostalgia de ese momento en que me sentí, otra vez, instalado en el museo, dueño de la subordinada soledad” (p. 140, “La invención…”).
“…en la soledad es imposible estar muerto…” (p. 142, “La invención…”).
“Molesto, seguí recorriendo el segundo sótano, intermitentemente escoltado por la bandada solícita de los ecos, multiplicadamente solo”. (p. 104, “La invención…).
10.-
En ambas obras los personajes manejan un diario, unas páginas, en las que se refiere el libro “Elogio de Malthus” (en el caso de “La invención…”,) y en “Cubagua” el doctor Mendoza escribe unas cuartillas acerca de los aparecidos en la isla. Un recuento narrativo de los fantasmas que habitan ese desierto insular.
Como todo es apariencia, reflejos, en “Cubagua” el sol juega papel relevante. Y también el mar por efectos de una luminosidad que multiplica tanto al tiempo como al espacio. En “La invención (…) son los espejos, tan tratados por el mismo Borges.
NOTA BENE:
En “Plan de evasión” ocurre algo parecido. Bioy Casares, como Núñez, estaban obsesionados con las islas, con el mar. “En “La Galera de Tiberio” transcurren otras historias merecedoras de otro trabajo que podría aproximarlos una vez más.