Editorial

Crónicas del Olvido – 200 HORAS EN LA OSCURIDAD: JUAN NUÑO

Crónicas del Olvido

200 HORAS EN LA OSCURIDAD: JUAN NUÑO

(Crónicas de Cine)

Alberto Hernández

(A Rodolfo Izaguirre y Leonardo Azparren)

-Foto: Vasco Szinetar-

1.-

La sala a oscuras enciende las emociones. Un ambiente silencioso antes de que la pantalla muestre la magia, la sombra y la luz, el blanco y el negro de las primeras películas.

Y luego el full color que imita e inventa el ojo observador, crítico o simplemente gozoso en ciudades y paisajes naturales. Rostros, movimientos, gestos, tentaciones: el cinematógrafo, el invento que sigue consagrando el alma de sus seguidores, de aquellos que nos dejamos llevar por la pasión de personajes tan reales que podemos tocar con nuestras manos mientras creamos que todo lo que pasa frente a nuestros ojos sea verdad, porque lo es. Sin discusión, porque nadie pone en duda la objetividad de una mirada cuando se trata de quien se mueve en la pantalla.

Hace años, mientras pasaba el tiempo en las calles, los ojos de quien esto escribe solían detenerse en la pared donde pasaban, se movían y respiraban otras vidas, otros mundos.

Y érase entonces que no existía el miedo a quedarse en ese lugar donde actores y actrices se agarraban del muro para no caer en el patio de los viejos cines de los pueblos. Uno galopaba, volaba, amaba, besaba, hacía el amor, mataba y se dejaba matar y, al rato salía, atravesaba una gruesa cortina y estaba en la calle, por donde discurría otra película.

El cine, esa maravilla que sigue siéndola, no deja de maravillar a muchos pese a que la magia ha multiplicado sus poderes con la tecnología. La sala oscura del cine ha quedado relegada al cuchicheo televisivo, la oscuridad, la penumbra de aquellos años casi no existe.

Existen los que recuerdan haber sido parte de una película, porque ver un filme demuestra que se está dentro de él, que quien es espectador también actúa.

2.-

Juan Nuño, filósofo, el que encaró a Platón, a Sartre, a Wittgenstein y a Quine, el que discutió con Ludovico Silva y engranaba la emoción ajena en sus lecturas, ha dejado para el tiempo que corre y correrá “200 horas en la oscuridad/ Crónicas de cine”, un libro publicado por las Ediciones de la Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela / Serie Cine / Letras de Venezuela N° 86, Caracas, 1986, con el que mucha gente aprendió a calificar y a clasificar el cine que sus ojos vieron.

Por las páginas de este tesoro nacional no sólo se puede disfrutar del prólogo del mismo autor sino de la larga lista de películas que sus ojos disfrutaron y que dejó con notas críticas o crónicas muy bien elaboradas para alegría de los lectores y fanáticos de la pantalla grande.

Sería un abuso enumerar los muchísimos títulos de filmes que nuestro autor ha estudiado. Sería un alboroto y un alborozo, por lo que recurriré a la misma voz de Juan Nuño para celebrar esta obra que seguramente es difícil de encontrar en librerías, por lo que el futuro reclama una reedición.

Nuño escribe:

“Sumergirse con los ojos bien abiertos en ese entenebrecido útero para alimentarse cerca de dos hora scon el luminoso cordón de imágenes que hace de los ojos ombligo del espíritu (…) Allí, en las acogedoras tinieblas, al vacilante resplandor de la pantalla, como hubiera podido decir Sartre, un grupo de humanos participa de crímenes y amores, de glorias y miserias (…) ¿Qué otra cosa sino una suerte de templos de una perdida civilización podrán reconstruir con su imaginación algunos hipotéticos antropólogos de un hipotético futuro, perplejos ante la muerta oquedad de una de nuestras salas de cine?”.

Ahí queda su eco resonando en la oscuridad de todas las salas, donde el espectador entra en la pantalla y protagoniza las acciones de aquellos personajes que han quedado fijados en la tela o pared del cinematógrafo.

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