Editorial

El presidente usa el truco del ladrón

Día 13. El presidente luce desesperado, dando patadas de ahogado, arrinconado. Pregunta cuánto dinero recibo por mi trabajo para no tener que responder cuánto dinero recibe su hijo por no trabajar.

Lleva dos semanas tratando de sacudirse el escándalo de las casonas de Houston. No ha podido. Los lujos de José Ramón López Beltrán, hijo mayor del presidente de México, desarmaron la farsa de la austeridad y desbarataron su discurso anti-corrupción.

Andrés Manuel López Obrador lleva varios días consecutivos escalando sus insultos y calumnias en mi contra, por haber revelado en mi programa las casonas de su hijo. Cada día intenta intimidar más. Pero al hacerlo, cada día se ve más débil. Trece días después del reportaje, ya no se comporta como jefe de Estado sino como niño berrinchudo. Se quedó sin discurso y sin eso, no tiene nada.

Lo ha intentado todo para desviar la atención: atacar a los periodistas, hacerse la víctima, culpar a su nuera, motivarse con el discurso del caído que se levanta, denunciar complots, exigir comprobantes de ingresos y hasta amenazar con romper relaciones diplomáticas con otros países. Todo, para que se nos olvide lo sustancial: las casonas que vive su hijo en Houston contradicen su cuento de la austeridad y representan un conflicto de interés que conduce a la corrupción. Esta vez, nada le ha funcionado: el presidente está convertido en un meme con alberca y cine privado.

Y todo lo que dice es usado en su contra: ayer en la conferencia mañanera, un apurado director general de Pemex fue a hablar de los contratos de la petrolera Baker Hughes con el gobierno mexicano. Resulta que Baker Hughes ha tenido con López Obrador un sexenio de ensueño. En 2018 recibió de Pemex Exploración y Producción pagos por 2,900 millones de pesos. Para el 2021, ya eran 8,900 millones. El triple. Y sí, lo confirmó el jefe de Pemex: como se dijo en el reportaje, Baker Hughes recibió un contrato de casi 90 millones de dólares en agosto de 2019. Un mes después, el hijo de López Obrador empezó a disfrutar la casona en Houston de uno de sus más altos ejecutivos. El cruce de fechas es demoledor.

El presidente usa el viejo truco del ladrón, que cuando se ve descubierto y cercado, apunta hacia otro lado y grita: “¡ahí va el ladrón!”. Pero diga lo que diga, el que está bajo cuestionamiento es él: ¿de qué vivió López Obrador los 13 años entre que fue jefe de Gobierno y presidente? ¿De “aportaciones” como las que recibían en efectivo clandestinamente sus hermanos Pío y “Martinazo”? ¿Por qué nunca pagó impuestos? ¿Por qué no quiso dejar huella fiscal de sus ingresos? ¿Cómo logró su hijo José Ramón volverse rico de la noche a la mañana? ¿En qué trabaja su hijo para sostener ese modo de vida? ¿”Quén pompó” alberquita, “quén pompó”? ¿Y “Andy”? ¿Es hora también de empezar a hablar de su hijo “Andy”? ¿Cuánto tiempo más debemos esperar a que López Obrador transparente de dónde vino el dinero que recibieron sus hermanos en secreto y en cash? ¿O los contratos de Felipa, las 23 casas y 34 empresas de Bartlett, la casa que le regalaron a Irma Eréndira, los 150 millones que recibió Epigmenio, las empresas fantasma a las que dieron contratos del aeropuerto de Santa Lucía? 

Presenciamos la faceta más violenta y disparatada del hombre más poderoso de México.

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