Editorial

LA JUSTICIA DEFORMADA – Gloria Chávez Vásquez

LA JUSTICIA DEFORMADA

Gloria Chávez Vásquez

 

Mejor que la persona que sabe lo que es justo es la que ama lo justo.

Confucio, filósofo chino (551 BC – 479 BC)

A la Justicia se le representa con una venda en los ojos. O sea, no es ciega, pero se le cubre la vista para que actúe equitativamente. El autor de El libro de las Ilusiones, Paul Auster (1947) afirma: “Si la justicia existe, tiene que ser para todos; nadie puede quedar excluido, de lo contrario ya no sería justicia”.

Un principio básico del mundo jurídico, según el juez, filósofo e historiador francés Montesquieu, autor de El espíritu de las leyes (1748) es que “Una cosa no es justa por el hecho de ser ley”. A las cortes las mueven las leyes, justas o injustas. “Leyes hay, lo que falta es justicia” dice Ernesto Mallo (1948) autor de Delincuente argentino. El periodista y escritor duda que exista la justicia, a pesar de estar en un estado de derecho. Hace poco escuché la siguiente línea en un drama en el que la juez decía con vehemencia al acusado: “Esta es una corte de leyes, no de justicia”. Con esa frase definía la intención funcional del sistema.

Lejos están los días del rey Salomón, que impartía justicia basado en su sabiduría y a favor de la víctima. La justicia reside en el juez, pero hay tantos que la deforman, que el hecho de vestir una toga no les hace justos. Por el contrario, para muchos la toga es un disfraz.

Es más, en los países de tendencias socialistas se crean cortes para complacer ciertos segmentos antisociales, como es el caso de las JEP (Jurisdicción Especial para la Paz) en Colombia, una corte que concede impunidad a las guerrillas pasando por alto sus crímenes. Caso similar el de las cortes españolas con los terroristas etarras. La Ley Sharía, por la que se rigen las cortes musulmanas, permanece estancada desde sus inicios. Ninguno de estos modelos es ideal.

Cada día es mayor el número de jueces que dictan sentencia de acuerdo a su ideología o simpatías políticas; en ocasiones toman decisiones dependiendo de un precio. Los políticos contribuyen enormemente a esa deformación, introduciendo partidistas en las cortes. Pero una justicia basada en leyes dictadas desde una ideología dista mucho de ser justicia.

Un ejemplo de ese tipo de interpretación se hizo viral y causó la indignación mundial. Durante las audiencias para confirmar como juez de la Suprema Corte de EEUU a Sonia Sotomayor, salió a relucir una grabación en la que ella comentaba muy casualmente que las leyes se improvisan en las cortes, pero que no estaba supuesta a decirlo o a reconocerlo. Sus partidarios justificaron el comentario de mil maneras, pero la admisión quedó para la historia.

Era obvio que Barack Obama no escogía a Sotomayor ni a Elena Kagan por su comunión con la Justicia, (otros candidatos de las minorías con más mérito fueron rechazados) sino por su activismo en cambiar el Canon; Con las mismas expectativas, Joe Biden ha nominado a Ketanji Brown Jackson a la Corte Suprema. Tiene en común con Sotomayor y Kagan que comulga con una ideología extrema que aboga por el criminal sin tener en cuenta a la victima. La raza y el género son solo el disfraz y la excusa de quienes quieren cambiar la Constitución estadounidense.

El escritor y político español Don Francisco de Quevedo (1580-1645) dijo muy acertadamente que donde hay poca justicia es un peligro tener razón. Mas que eso, los jueces justos son objeto de persecución y en lugares donde reinan el crímen y la corrupción, operan bajo peligro de muerte.

Eliminado el juez y la justicia, queda la ley del ojo por ojo y diente por diente, la única opción de un pueblo frustrado, desilusionado y víctima de la injusticia de las elites educadas que, se supone, administren la justicia. Ya vemos casos cada vez mas frecuentes en las calles, en los barrios, donde los delincuentes son ajusticiados por vigilantes y furiosos vecinos. Ya desde el siglo XVII observaba Voltaire: Los pueblos a quienes no se hace justicia se la toman por sí mismos más tarde o más pronto. Pero no sería de extrañar que un día no muy lejano, salieran espontáneos imitando a los héroes de las tiras cómicas, Batman, o una Liga de justicieros a impartir justicia. En la vida real lo más cercano al justiciero es el que denuncia la corrupción o la injusticia.

De otra parte, el hecho de escoger indiscriminadamente a un jurado tampoco representa a la Justicia. Cada miembro del jurado tiene su propia tendencia y por tanto perspectiva propia. La eficiencia de un jurado depende de un entrenamiento profesional e individual. De lo contrario, como decía el poeta estadounidense Robert Frost (1874-1963), El jurado está compuesto por doce personas elegidas para decidir quien tiene el mejor abogado.

El equilibrio de la Justicia reside en saber distinguir lo que es igualdad y lo que es diferencia. ¿Somos todos iguales? ¿O somos diferentes? ¿Ud. es europeo y yo soy americana? Somos diferentes, pero tenemos igualdad de derechos. Tenemos en común que somos seres humanos. Usted es hombre y yo soy mujer. Somos diferentes, pero como personas tenemos los mismos derechos. Ser iguales no consiste en tener los mismos talentos o atributos físicos, ni tener cosas en común nos hace iguales. Un rico no es igual a otro rico lo mismo que la pobreza no hace igual a todos los pobres.

Existen muchas confusiones entre como definir Justicia y Libertad. Su armonía es casi imposible entre dos derechos que suelen colisionar. La libertad disminuye a medida que se imponen leyes. La Justicia y la libertad dependen, por tanto, de las circunstancias del individuo. El filósofo francés, Albert Camus, autor de El hombre rebelde (1951) razonaba: Si el ser humano fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo. James Baldwin consideraba que la ignorancia, aliada con el poder, es el enemigo más feroz que pueda tener la Justicia.

En la vida real, la ley dista mucho de ser justa, pero, como dicen los sabios, la Justicia tarda, pero llega. En el concepto oriental, el karma es el vehículo de la justicia, de la cual, en el mundo espiritual, nadie escapa. Es la ley universal que Quien mal anda, mal acaba. Basta referirse al catálogo de los injustos en la Historia.

Definida por los antiguos griegos como el principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde, la Justicia es, el principio ineludible que debería regir nuestras sociedades.

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