NUEVAS EXPERIENCIAS
GUILLERMO ALMADA
Mucho comencé a aprender de mi experiencia de vivir en el Barrio de Santiago. Conocer su magia y su misterio, la idiosincrasia del silencio de su gente, normalizar ciertas situaciones que para mí eran asombrosas. Debo reconocer que la mayoría de ellas vino de los concejos y recomendaciones de mi amigo Manuel Sariv. La primera la recuerdo como si fuera hoy.
Habíamos quedado en ir juntos a un club de caballeros donde se jugaría un torneo de damas. Cuando iba llegando a su casa, bajó la ventanilla del auto para decirme ¿Nunca te dijeron que después de las cinco de la tarde no conviene caminar estas calles por el lado de la pared? Se dice que hay una mujer que secuestra a los hombres a través de los muros, y que después no se vuelven a ver.
Parece ser una hechicera que busca desesperadamente al amor de su vida, y que cuando la víctima no cumple con los requisitos esperados, los abandona, a través de los muros, pero en otro barrio cualquiera, inclusive, en otra ciudad.
¿Pero cómo puedes saber eso, si tú mismo dices que no vuelven a aparecer? Le pregunté. Y ahí vino la explicación.
-Es que una vez secuestró a un amigo mío, Fermín Silva Silba
-¿Silva Silba?
-Sí. Una con be larga, la otra con ve corta, como dices tú. No sé cuál, da igual.
La cosa es que después de haber padecido horas eternas de pasión y amor desenfrenado, le dijo que no era a quien andaba buscando, y lo abandonó, a través de un muro de una calle de un barrio de Guatemala. Afortunadamente mi amigo tenía una prima viviendo en ese barrio, así que se ubicó enseguida, y pudo volver.
¿Y esa historia es creíble? le pregunté algo escéptico. Mira, me dijo, hay mentiras que se cuentan como leyendas para que sean creídas, y también hay verdades que cuando se cuentan se les pone el mote de leyenda, para que todos crean que es mentira.
Te cuento algo, antes de que las calles se designaran con números, los pobladores de este lugar, las nombraban. Tal vez no habría nomencladores, pero todos conocían cuál era cuál. Y en esa época se hablaba de una esquina mágica, la formada por las calles de La Vida y El Amor. Se decía que si alguien podía estar en ese sitio, a la hora indicada, el día correspondiente, automáticamente sería dotado de una sabiduría proverbial. Pero, si se equivocaba de cruce, se encontraría con la esquina de La Vida y La Muerte, y en ese caso, moriría inapelablemente.
Los hombres moderados y razonables no buscaban esa esquina, pero los muchachos, más osados y aventureros, aún hoy, cuando salen, los fines de semana, se dividen en grupos, para ver si dan con ese sitio misterioso.
¿Y tú crees que esa historia es real, que esa esquina existe? Le pregunté a Manuel. Él se acomodó su sombrero blanco de ala ancha y me dijo: Es muy posible que no. O tal vez exista, pero no signifique nada para nadie. Aunque también puede suceder que los hombres que la encontraron decidieron salvar a los tontos numerando las calles.