SENTIRES DEL NIÑO
MELISA COSILIÓN
Hay noches que la madre llora,
lo hace en silencio y se vuelve como un pozo profundo
en donde se refleja y se despide la luna.
De sus ojos brotan señales,
y su frente se exprime, volviéndose mar.
Algunas mañanas sonríe,
y su luz es tan amplia como si papá no hubiera muerto.
Pero yo la miro de frente,
mientras su abrazo cobija en sus manos
nuestro cabello rizado.
Sonríe, y sus ojos otra vez se convierten en fuente.
A veces puedo ver que nacen ahí
los fuegos artificiales que tanto le gustan,
el reflejo de abanicos multicolores
en la quietud de la noche, y entonces yo miro sus manos
y se sienten vacías.
Aprieta sus puños como para llenarlas, y entonces
las tomo entre las mías.
Mamá dice que todo está bien,
aunque la miro contar el dinero que no le alcanza,
aunque la escuche bufar frente a la computadora
cuando no le alcanzan las ideas.
Hay momentos en los que destella más que el sol,
como una margarita.
La escucho hablando como mi padre, y me afirma
que va adelante la organización.
Me cuenta que ha publicado un nuevo poema,
que se enamoró de su cantante favorito.
Mamá conversa con mucha gente,
también con nosotros, sus hijos.
Nos mira fijos los ojos y el pelo, si nos abraza
su corazón se transforma en orquesta.
Mamá sonríe, y dice que está agradecida por nuestro existir.