Mariel Turrent
Padecimientos literarios y otras afecciones
Fugaz estreno
Mirando las vidrieras lo único que me divierte es soñar con los vestidos. Veo algunos a mi izquierda. Otros reflejados en el cristal. Me gustan todos. Los observo una y otra vez y nunca me decido. Cada día uso uno diferente y me observo por horas. Comienzo a soñar. Mi fantasía depende siempre del vestido que traiga. He tenido de todos tipos. Uno obscuro y atrevido que mostraba el cuerpo. Otro que imitaba un tutú. Era engañoso. Cubría con adornos todo aquello que se quiere ocultar. Pura fantasía.
De reojo veo en la esquina uno francés que usé hace tiempo. A todas les gusta, pero nunca se quedan con él porque es demasiado complicado. Ahora parece usado de tantas pruebas. A su lado, hay uno que siempre he querido tener puesto. Es conservador y me haría lucir elegante, pero es soso. Las clientas entran y escogen basándose en sus propias fantasías. Creyendo que siempre será como lo han visto tras la vitrina, en mi cuerpo duro y esbelto. Pasan por aquí y soy testigo de lo felices que son en el estreno. Hasta el caminar les cambia. La sonrisa les crece. Lucen radiantes. Pero transcurre el tiempo y, cuando vuelven a pasar frente a mí, su ilusión se ha esfumado. El vestido se ha convertido en algo cotidiano. Llevan la boca cansada de mantener en alto los extremos, el brillo apagado. Mientras, yo sigo aquí. En la misma posición. Soñando que bailo con uno, que ceno con otro… Mi sonrisa no se derrite y siempre luzco radiante. Aunque ninguno me pertenece, sé que todos son parte de mi inagotable guardarropa.
