Crónicas del Olvido
“PATIQUINES, PAVORREALES Y NOTABLES”, GUILLERMO MORÓN
Alberto Hernández
1.-
En este libro no queda hueso sano. En este libro las heridas nunca cierran. Quedan marcas que no se borran. En este extenso libro de Guillermo Morón, con nombres y apellidos, el país es un inmenso mapa de deslealtades, traiciones, maquinaciones, revelaciones, tentaciones, maluquezas, desviaciones, ambiciones, et al.
“Patiquines, Pavorreales y Notables”, de Morón, fue publicado por la Editorial Planeta, Colección Memorias, en Caracas, 2002, con el subtítulo “Una ironía sobre los oligarcas”, como toda ironía un tanto de literatura para aliñar la lectura.
Un repaso por la historia venezolana salpicada de nombres y apellidos tanto del pasado remoto como el de este que nos toca muy cerca. A quien se sienta próximo a algunos de estos personajes, la grima no les será tan leve, en tanto que despeluca saber que don Guillermo no deja, como dije arriba, hueso sano.
Para iniciar, en una suerte de training, afirma: “La gente notable no siempre se parece a los animales nobles, entre los cuales, desde hace una tiempada, se ha mencionado a los caballos y a los perros. Este oscuro escritor no entiende mucho ni siquiera del animal por excelencia, calificado como homo sapiens por los científicos, arqueólogos, antropólogos, historiadores y filósofos, y también “animal político” en el griego que usó Aristóteles; ya Sócrates y su genial discípulo Platón deslindaron lo esencial de la presencia de ese ser en el mundo”, y así descarga toda sus letras sobre el rebaño de quienes son calificados de “Patiquines, Pavorreales y Notables”, que de cada uno dice mucho y hasta espanta a quienes no lo somos.
Llama “pueblo sin memoria” a los venezolanos, por lo que no le falta razón si nos deslizamos por el tobogán de lo que nos ha ocurrido en el pasado con algunos patiquines y pavorreales uniformados, así como con algunos civiles “notables” de bastón, pumpá, peluca y habano.
2.-
Celebrado en prólogo y epílogo por José Antonio Escalona Escalona y Pedro Pablo Paredes, respectivamente, con dos sonetos titulados “Guillermo el conquistador” y “A Guillermo Morón”, el tomo se contiene incontenible. Es decir, nuestro historiador le revisa la vida a esos que él llama patiquines, pavorreales y notables, quienes de alguna manera han influido “negativamente” en el andar del país. Mezcla a personajes del pasado con los de ahora. No es raro que aparezcan los nombres de Oviedo y Baños, Garcilaso de la Vega, Fujimori o Vargas Llosa, quienes navegan entre España y América en un revoltillo de pasiones y animaciones para quitar la costra de tanta anécdota acumulada. Cervantes suena en las capitales del Nuevo Mundo como referencia a las aventuras o tropelías que también florecían y siguen floreciendo en estas tierras feraces. Son tantos los personajes que la historia se convierte en un desenfreno en el que el autor se refugia en una selva verbal. No hubo método para darle rienda suelta a esta obra. Hubo mucha linfa, muchas ganas de decir. Un tramo largo en la genealogía de los Oviedo. Y no se diga de filósofos, alteradores del orden histórico y demás perfiles que cruzan estas páginas.
Una letanía que podría alterar el ánimo de muchos, vivos o muertos que han sido perfilados por el historiador Guillermo Morón, el de Cuicas y también de Carora.
3.-
En el segundo tramo de este viaje. Morón se afinca en la frente de Arturo Uslar Pietri, uno de los notables que sigue siendo referencia o canon en algunos repliegues cotidianos de nuestra cultura. El afanoso Morón arranca así: “El número de cédula de identidad de Arturo Uslar Pietri es el número 06. Como los notables también se enferman, este extraterrestre, notable de todos los notables desde cuando murió Juan Vicente Gómez hasta cuando murió, igualmente de muerte natural, la democracia representativa con el ascenso del militar llanero, el Presidente Chávez, también se ha enfermado alguna vez…”, y así continúa hasta verle el pellejo al autor de “Las lanzas coloradas”.
Sin desperdicio alguno, Morón sigue su trayecto, en su “ironía sobre los oligarcas”, sin avío alguno de yeso o tablilla para las fracturas. A Chávez lo pone al revés y al derecho y con razón, que el tiempo le ha dado la razón a Morón, como viento que es del desierto y como vigilante presto a desnudar a uniformados. Fidel Castro también recibe lo suyo, como debe ser. Y más, nuestro autor aprovecha y repasa libros, títulos, autores. Revisa, desnuda y viste a Venezuela, la del pasado y la del presente, tiempos con los que avizora un futuro poco prometedor.
Dice del petróleo como responsable de acabar con las gallinas, “pues las compraron todas para darles de comer a los musiues petroleros. Y quien convirtió el bolívar en calderilla, como le dicen en España a las monedas de baja denominación, fue el Presidente Rafael caldera, culminación castastrófica del Viernes Negro de mi querido amigo Luis Herrera Campins, si bien el derrumbe de los huevos de gallina se remonta al 18 de octubre de 1945”.
4.-
La tercera parte continúa la ruta de los personajes que han sido enlazados por la voz advertida de Guillermo Morón. Son tantos los “buenos” y los “malos”. Son tantos los ciudadanos y los patiquines, pavorreales y notables que el libro se ha convertido en una enciclopedia. El tiempo va y viene. Desde la llegada de los españoles, la del español como idioma, la vertebración de la Repúblcia, sus quebrantos, los sujetos que la desquiciaron o levantaron algunos muros.
No es un libro de fácil hilación. Es un libro para tenerlo en cuidado intensivo o para ser sometido a un tiempo bien medido. No es libro de consulta porque no ofrece límites, no tiene pie ni cabeza en el sentido de que el lector pueda ubicar algún elemento que no lo distraiga. Juega con anécdotas, comentarios de diversa índole, convocatorias cronológicas, personajes que aparecen y desaparecen, datos calcados y de memoria. Todo un libro para apacentar el tiempo en silencio, y para sonreír levemente. Para inculcar, entrar sin temor alguno y descubrir vilezas, apasionamientos, heroicidades, pendejadas, elucubraciones, forjamientos, forzamientos, ditirambos. Es el país con sus vetos y simplezas, con sus amagos y arranques de locura, con sus bonanzas, con sus retardos y orgasmos oníricos.
Queda a voluntad del lector andar de prisa para no perderse en él. En todo caso, Guillermo Morón, como hombre inteligente y estudioso, también sabe de gozos e ironías, que buen narrador también es.