Editorial

AQUELLOS DÍAS – Alberto Hernández

AQUELLOS DÍAS

Alberto Hernández

A mi prima Eddy Hernández

 

1.-

Aquellos días polvorosos

Aquellos días bajo el sol de La Pascua

Teñidos por la sombra de un viejo tamarindo.

Tuvimos una abuela y algunos gatos

Pero más una gata rodeada de jardines.

Aquellos días, querida, lejanos,

Aquellos asuntos del cielo que venían

De la Laguna Nueva.

Y en diciembre cuando Duquesa

La perra de tu casa

Huía de los cohetes.

Aquellos días, mi prima,

Aquellas tardes con el viejo Carlos,

El amoroso Carlos Machado,

El bello caballero de esas calles.

Y mi tía Josefa, nerviosa, siempre blanca y nerviosa.

Todos allí juntos, bien nombrados:

Carlos, tú, Argelia, Fernando y Neyda

Y nosotros en un solo puño,

Mientras Hernán reparada los carros

Y volaba en el Jeep del padre Rafael Chacín.

2.-

Fuimos tan felices, Eddy

Tan niños y tan muchachos de los patios y senderos

Que nos abrían las horas y las tardes.

Valle de la Pascua siempre estaba allí, llena de calles

De olores que salían por las ventanas.

Y un poco más, allá, Mamonal, los tíos Hernández,

los muchísimos primos,

Los Loreto, los Machado, los Bolívar, los Guía, los Meza.

Éramos un pequeño pueblo que llovía sobre nosotros.

Eran las casas de bahareque

Y el canto solitario de algún pájaro.

Éramos un dulcito de mi abuela Amelia

O una buchaíta de comida de las manos de mi tía Josefa.

Éramos los caramelos de tío Carlos

Y los arrumacos de tu abuela Josefa Machado.

Éramos mi madre y mi padre con ustedes.

Éramos la sombra de ese tamarindo que aún nos nombra.

El anciano tamarindo enfermo, con su savia descompuesta

Y sus maravillosos frutos.

Éramos Juan Manuel y Maritza en la misma casa.

Éramos la fila en el grupo escolar.

Éramos los varones sin camisa y descalzos.

Eran ustedes, las niñas, de cola y peinado, blanca

Y sonriente tú, Eddy, la más bella.

Tu casa era bajita y también tenía patio.

Y un tambor para el agua y muchas mariposas.

3.-

Después el país nos hizo parte de un mapa repartido.

Y no nos encontrábamos.

Y ahora mira, prima hermana, dormida, ida para siempre

Mientras en Valle de la Pascua aún suenan

Tus pasos.

Me quedan una calle y tus ojos.

Me queda el tiempo que una vez

Atajamos con las manos.

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