Editorial

Crónicas del Olvido – HISTORIA PARTICULAR DE 100 PALABRAS, de Antonio Tello

Crónicas del Olvido

HISTORIA PARTICULAR DE 100 PALABRAS, de Antonio Tello

Alberto Hernández

 

1.-

Las palabras son como las plantas. O como todos los seres vivos. Es más, son seres vivos, como la tierra, que se sacude, se mueve, se hincha, consolida terrenos y los convierte en continentes, islas, penínsulas, istmos, ciénagas. Las palabras son animales inquietos. Recorren geografías y se hartan de todo cuanto encuentran a su paso. Por eso se transforman. Se alimentan de cuanto sonido encuentran, de cuanto acento dilatan con su osadía. Y como son animales, seres vivos, digo, nacen, germinan, crecen, se desarrollan, menstrúan, follan, traicionan, se esconden, aparecen, se enferman y hasta mueren. Claro, mueren si quien las usa las olvida, las aparta de la lengua, de la memoria. Entonces se secan como la carne vieja, como la carne que se pone al sol y pierde su vigor. Las palabras se cubren de moho, de óxido, del musgo del olvido.

Y muchas veces regresan.

Las palabras son seres humanos. Piensan, hablan por sí solas, tienen un registro biológico y biográfico. Las palabras persisten. No mueren. O se echan a morir. Se agachan y dejan pasar el tiempo. Son oportunistas. Las palabras se valen de su historia para reclamarle al hombre su presencia, su uso y desuso, su vigencia o su decadencia.

Seres vivos que cuentan con un largo historial de bondades, crímenes, luces y sombras. Las palabras son tan osadas que han elaborado los más importantes libros de todas las lenguas: los diccionarios. Pero los diccionarios comunes y corrientes sólo dicen de la fisiología y anatomía urgentes de las palabras. Sus clases sociales, sus relevancias formales.

Esos diccionarios no cuentan la historia de sus afanes. Sus secretos, sus astucias, sus referencias personales.

2.-

En medio de tantas voces, tantas palabras inventadas por el hombre y otras creadas por ellas mismas, Antonio Tello hace de las suyas al tomarlas por asalto y sacarlas del anonimato. Y al decir tomarlas por asalto significo que él, con la fuerza de su talento narrativo, las cautiva y las ofrenda como tesoros que debemos conocer. Tello nos regala un particular diccionario histórico, semántico, seráfico, mitológico, científico, alfabético, cósmico. Un tesoro –digo- porque hay muchas de esas palabras, son 100, de las que no conocíamos su identidad, su pasaporte que las trajo a nuestros días y otras que perdurarán por la fuerza de su contextura.

Se pasea nuestro autor desde la A hasta la Y y nos acerca a la biografía de cada una de estas señoras, señoronas y señoritas, aristócratas y pelafustanes, palabras que nos animan el entendimiento y nos refrescan la memoria, aunque muchas de ellas nos conducen a descubrirlas con todo su ropaje. Y hasta desnudas, en pelotas.

Antonio Tello, poeta y narrador, curioso y hechicero, nos embarca en un viaje fascinante por este diccionario que también es un libro de historia comparada. Las palabras nos cuentan sus vidas, pero también la vida de personajes, filósofos, científicos, poetas, locos, putas y demás traviesos y sus tremenduras que tienen en las palabras sendero y ruta para llegar a las casas donde guardamos los baúles llenos con ellas.

Son los libros los depositarios de esas herramientas que respiran y encarnan en nuestra propia carne.

“Historia particular de 100 palabras” (Excodra Editorial, Colección El Lenguaje, Barcelona, España) es una osadía literaria convertida en placer. El espíritu se agranda en esta lectura. El alma se regocija en la medida que vamos quitándole maquillaje y antifaces a voces que nos son propias ahora, que provienen de distintas lenguas antiguas y nuevas, adventicias: Arameo, hebreo, latín, griego, árabe, francés, italiano, alemán, chino, japonés y hasta otras que vienen de la misteriosa y fascinante África. Sin olvidar las lenguas del Nuevo Mundo: Taína, arahuaca, maya, charrúa, guaraní, náhuatl, quechua, etc.

Todo un compendio de palabras que nos fortalecen al conocerlas y pronunciarlas, pero más al saber cómo nos alimentan, cómo nos hacen parte de su existencia, porque de ellas también venimos.

3.-

Fascina este registro. Me quedo con algunas palabras, entre otras: Anestesia, Biblia, asesino, caníbal, coche, compañero, gripe, España, galimatías, farmacia, dinosaurio, perfume, perro, persona, pibe, prostíbulo, ramera, robot, tertulia, texto, utopía, vacuna, yanqui, que seguramente serán motivo de alegría para los lectores curiosos.

Son tantas las palabras, tantas sus aventuras que podrían ser personajes de novela. Motivos para la poesía y otras artes que destaquen la importancia vital de las palabras, esas compañeras de viaje permanente, quienes hacen y deshacen de y con nosotros.

Somos palabras de carne y hueso.

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