Editorial

¿Habría efectos políticos de una caída de la economía?

Por: Enrique Quintana

De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), en el año 2023 la economía mexicana apenas crecerá en 1.2 por ciento.

El mismo pronóstico de la institución internacional, cuya reunión mundial de otoño terminó el día de ayer, señala que la economía norteamericana crecería en 1.0 por ciento.

Se trata de cifras que reflejan los promedios del año. Por la tendencia que lleva la economía, es probable que en la primera mitad del 2023 se presenten cifras todavía más bajas, incluso con caídas en los primeros trimestres.

Hay quien piensa que el hecho de que la economía mexicana pueda tener un mal comportamiento en el 2023 cambiará de modo importante las preferencias políticas que existen actualmente en el país.

Si nos atenemos a lo que ocurrió en años anteriores, creo que esa expectativa no tiene fundamento.

De acuerdo con la encuesta que realiza regularmente El Financiero, a pesar de la caída de más de 8 por ciento en el Producto Interno Bruto (PIB) durante el 2020, la mayor en casi 100 años, el nivel de aprobación del presidente López Obrador quedó en 62 por ciento al final de ese año.

El respaldo al presidente, por lo menos en los últimos años, tuvo poco que ver con el desempeño de la economía.

Ahora, ya concluida la fase crítica de la pandemia y con una economía que retomó el crecimiento, tenemos la inflación más elevada en más de dos décadas, lo que tampoco ha impactado de manera relevante en la popularidad del presidente López Obrador.

Ni siquiera por el hecho de que la mayor parte de la inflación provenga de presiones vinculadas con los alimentos.

Puede haber una amplia discusión respecto a las razones por las cuales esto ha ocurrido y también respecto a si la popularidad de AMLO es virtualmente imbatible.

Pero, discusiones aparte, el hecho es que, con datos duros, no se percibe que el entorno económico afecte de manera significativa ni a la aprobación presidencial ni tampoco en la intención de voto que tiene Morena en los ejercicios de medición rumbo al 2024.

Hay toda una corriente que recuerda la visión de James Carville, quien en la campaña de Bill Clinton en 1992 acuñó la famosa frase: “es la economía, estúpidos”.

No pareciera que en el caso de México este principio estuviera vigente.

Si se apuesta a que el bajo crecimiento de la economía en el sexenio será uno de los factores determinantes del voto, no hay manera de ganar.

Las decisiones de los electores son complejas y tienen resortes muy diferentes según el momento y la circunstancia.

En el caso de México, todo indica que los factores determinantes vienen de otras motivaciones y no necesariamente del desempeño de la economía o incluso de la inflación.

Algunos suponen que si no es la economía, entonces será el tema de la seguridad el factor determinante que pueda hacer perder a Morena en las elecciones.

En casi todos los estudios demoscópicos, el tema de la falta de seguridad aparece como el peor evaluado en la gestión del presidente López Obrador. Pese a ello, tampoco hay repercusión en la popularidad y en el respaldo electoral que tiene Morena.

Quienes realmente estén interesados en competir en el 2024 con aspiraciones de ganar tienen mucho trabajo por delante.

No solo es la construcción de la unidad opositora, sino la definición de estrategias que puedan ser efectivas realmente. Hasta este momento, no las hay.

Apostar a que una caída de la economía, como parece que habrá, será el factor que cambie la ecuación electoral en México, conduciría al fracaso.

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