LA POLÍTICA COMO CULTO
Gloria Chávez Vásquez
El editor del diario digital estadounidense, WorldNetDaily, Joseph Farah, se refiere al celo asumido por el progresismo para avanzar su agenda política: No tienen ni la medida de las cosas ni el conocimiento, pero empujan sus ideas como si fueran dogmas. Los “progresistas” –señala el comentarista– critican el fanatismo religioso, pero ellos mismos viven del culto.
Según el escritor y periodista, la política radical parece haberse convertido en una religión que opera como las sectas. Han hecho cultos del cambio climático, del antirracismo, del LGBTQ, del transgenerismo, del aborto, del globalismo con el mismo furor de los fanáticos.
Lo que es peor, más de ocho siglos después de la creación del primer órgano inquisitorial en Francia (1184), y casi dos siglos de su abolición en España (1834), el progresismo, reciente eufemismo de la izquierda internacional, habla de “orden mundial” pero funciona como la Nueva Inquisición.
Politicidio
J. Farah, que en su juventud fue de izquierda, propone el término politicidio para referirse a las prácticas de los llamados “progresistas” de desacreditar y borrar a sus antagonistas del presente y del pasado. El politicidio es su manera de quemar en la hoguera de la difamación o de enviar a las mazmorras de la ruina y el aislamiento, a sus enemigos.
El politicidio ha causado daños irreparables en la vida de personas, cuyo único delito es, no formar parte de la logia, protestar las tácticas sucias o pensar diferente. En la destrucción física y deliberada de un movimiento político opositor, el gobierno de Barack Obama, por ejemplo, persiguió a miembros del Tea Party, ciudadanos, activistas, escritores y periodistas independientes como Dinesh D’Souza, a través de agencias gubernamentales como el IRS (Hacienda) el DOJ (Justicia) y el FBI, pretextando delitos federales.
La izquierda “progresista” tiene un largo historial de difamar y aislar a sus opositores, especialmente después de que se apertrechan en el poder. Uno de sus más temidos críticos ha sido siempre la Iglesia y por eso tratan de eliminarla. Cabe recordar la expulsión de religiosos en Cuba (1961) y, más recientemente, la destrucción de iglesias y persecución de sacerdotes en Nicaragua. Pero mientras la izquierda internacional ataca la fe católica y al cristianismo en general, acoge con fervor el ateísmo.
Es evidente que sus tácticas siguen siendo las mismas de la Revolución Bolchevique de 1917, pero, como pregunta Farah: ¿Ha escuchado a los “progresistas “pedir disculpas por sus ideologías del pasado? Es más, ahora que hablan de reparaciones, ¿la están aplicando también a sus innumerables víctimas?
Excomunión
A la táctica de la psicología a la inversa, (acusan a los indignados de “odiadores”, “fascistas” y de “peligro social”) se añade el “asesinato de la reputación”, una manera de “excomulgar” al oponente, de la sociedad civilizada. Explica J. Farah que la idea es “encasillar a los que opinan diferente” y hacer que los demás desconfíen de ellos, los desprecien y los aíslen de su entorno.
Agreguemos a esto, las infames listas negras. Para los que no recuerdan el por qué a Jorge Luis Borges (entre otros) no se le otorgó el Nobel en literatura. Aun después de su muerte, el escritor ha sido marginado por los intelectuales de la izquierda del caviar, ahora “progresistas”.
Borrar de la memoria colectiva es la intención. Lo hacen retroactivamente. demoliendo estatuas de los grandes lideres: a Gandhi porque era “machista”, a Churchill porque era “imperialista” a George Washington porque “poseía esclavos”. A eso se ha sumado el crimen de ser hombre o pertenecer a la raza blanca.
¿Cuál es el propósito de esta acción? Es enlodar su nombre y su reputación, desacreditar cualquier contribución histórica y cultural que hayan podido hacer por el avance de la Libertad, asegurarse de que nunca son citados como brillantes estadistas en el futuro y cuestionar su carácter y fibra moral. No solo atacan las ideas de los fundadores sobre los límites de los derechos constitucionales en la aplicación del gobierno, sino que los difaman como individuos, los cuales, al estar muertos, no pueden defenderse.
Pero ninguna explicación histórica que valga les cambiara la mente. Es inútil ofrecer argumentos válidos a los fanáticos. ¿Por qué no cuestionan a sus héroes? ¿A Marx, Lenin, Stalin, Mao, inspiradores o autores de grandes masacres? Porque algunos de sus héroes, como Ernesto “Che” Guevara eran racistas, homófobos, asesinos. Guevara no cometió sus crímenes ni exhibió su racismo ni su homofobia hace 200 años, sino en el siglo XX, cuando a su manera de ver los negros y los homosexuales eran «inferiores.»
Como bien lo expresa Joseph Farah en su análisis, para los sectarios “no es suficiente poner motes y desacreditar los logros” de los pensadores libres. “Su meta es borrar a cualquiera que hable de la vida y la libertad en el mundo”.