Editorial

BALASOMBRA – Alberto Hernández

Crónicas del Olvido

BALASOMBRA

Alberto Hernández

1.-

Una bala persigue a un hombre y logra alcanzarlo. En un corto recorrido verbal, quien recibe el balazo fue quien hizo el disparo. Hay balas engañosas, traidoras, pero se vale, sobre todo si quien inventó la historia se hace llamar Eloi Yagüe, un imaginero de esos que escriben sin parar.

En su libro de relatos breves, “Balasombra” (Editorial La Casa tomada, colección El osario de Dios, Caracas 2005), el autor se dedica a desbrozar inventos, pequeñas herramientas afiladas que sirven para sacarle punta al tiempo, tanto como para que la punta le saque tiempo al lector, que es lo mejor.

Pues bien, 83 cortos y recortos relatos nos ayudan a que ese tiempo no pase en vano. Leemos un libro en el que la imaginación se pasea por diversos temas: Yagüe sabe lo que hace, engaña con talento y hace y deshace con el lector: lo convierte en su cómplice, pero también en su víctima, como está obligado a hacerlo. Porque ser parte de una serie de pequeños artefactos verbales donde la calamidad, los milagros, la ciencia/ficción y hasta la anatomía de las galaxias, nos transforma (y lo digo en plural para dejar el yo en uno de ellos, en los cuentos, y hacerme el loco) en eso que llaman contexto y que nos reviste de pretextos de no haber estado, aunque parezca como mucho. Es decir, también somos el cuento y lo hemos provocado. O decimos que lo provocamos para afirmar que nos dejamos tomar de sorpresa, pese a que al final de cada lectura seamos presa de ella.

A manera de ejemplo:

“LOS ZAPATOS:

El malandro, apenas un muchacho, me había seguido hasta el callejón poco iluminado. Pero la luz de un bombillo bastaba para arrancarle destellos azulados al acero en forma de pistola.

-Cargas unos zapatos muy bonitos –dijo-. ¿Dónde los compraste?

-Son especiales. Te recomiendo que…

-¡Quítatelos!-ordenó apuntándome con el arma.

-Está bien –respondí-. Pero te advierto…

-¡Cállate y sácatelos!

Con mucha lentitud me los fui sacando y los coloqué en el suelo, como una ofrenda, frente a él.

Lástima que no quiso oírme. Cuando fue a agarrarlos, los zapatos deportivos salieron corriendo”.

El humor, la ironía, la sorna en medio del miedo -o en el miedo del medio- forman parte de esta larga lista de asaltos: cada cuento tiene lo suyo. Cada uno se abrevia en susto, minimiza el terror, agudiza el aliento. Son cortos, cortísimos, cuentos mínimos, no mininos, que también podrían ser.

2.-

“Balasombra” contiene el origen del universo al comienzo de la lectura y cierra con una “Crónica del fin del mundo”. Es decir, es un libro parecido a la Biblia: Génesis y Apocalipsis, alfa y omega, cabeza y pies. Bueno, lectura en la que se encuentran todos los agregados para decir que el autor escribe cuentos o relatos breves, razón por la cual lo suma al equipo de quienes narran casi sin abrir la boca. O si la abren es para decir algunas palabras que asombran y hasta dejan sin aliento al más desprevenido.

Me voy con otro ejemplo:

“CARTA DEL SUICIDA (1):

Junto al cuerpo del suicida hallaron una carta. El juez la abrió y la leyó: “No quiero morir”, decía, “pero no he descubierto otra forma de ser inmortal”.

Y si desean tres del mismo corte y costura, aquí los tienen:

“CARTA DEL SUICIDA (II):

El suicida dejó una carta en blanco porque no sabía escribir”.

“CARTA DEL SUICIDA (III):

El gerente llamó a su secretaria para dictarle la carta final, pues había decidido suicidarse a causa de una bancarrota. Al terminar el dictado, la secretaria salió del despacho y en su oficina la pasó a máquina. Cuando ponía punto final sonó un disparo. “Demonios”, pensó, “no me dijo si quería que la mandara por correo normal o certificada”.

“CARTA DEL SUICIDA (IV):

El enamorado le escribió a su amada pero como no recibió respuesta decidió suicidarse: si su amor no era correspondido no valía la pena vivir. Antes de ahorcarse le escribió una carta explicándole sus razones para irse de este mundo.

Mientras se balanceaba con la lengua afuera, colgado de una viga del techo, concluyó la huelga postal que había durado ya dos semanas”.

El humor negro, la perversión creativa, destaca el carácter malévolo de la criatura que leemos. Cada cuento es un pecado que si no capital refleja el carácter ocioso de una inteligencia afiebrada, tan cercana que hace que el lector siga leyendo hasta el final del mundo.

Y por esa razón lo dejó hasta aquí.

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