EN PUÑO Y LETRA LIBERTARIOS
CIANOSIS
LEÓN DE ALMEIDA
(Pará todas las víctimas de la pandemia de Covid 19)
Ocre firmamento se cierne cuando bálsamo cadavérico llueve fango
Crepita lúgubre axioma inédito en escalfado crepúsculo
Escipión cataléptico gruñe ambrosía infecta de pasmo
Egregia cúspide mareas colma en falanges
Hexagrama
irredento vaticina mortuoria legión iridiscente en crujías infames
Desmembran llanto, catafalco escabroso revierte auroras, varonía eviscerada medra podredumbre.
Fijando las pupilas en esos pasillos denostados por ancestral energía de muerte y sufrimiento, es como nos adentramos al abyecto lagar donde se inflige castigo, el recorrido es tétrico, cada ladrillo, grieta, pared, descompone el cosmos de la infamia que lo habita, cada paso es como revivir las mentes criminales, desalmados que dejaron su miasma en cada partícula de polvo que pervive en la sordidez de esa atmósfera, alaridos que fragmentados bullen en marismas idóneos para el espanto, recorrer ese laberinto donde cada ser inmerso en su limbo de anestesiada compasión retumba inclemente al acecho de orgiásticos panoramas que repelen la castidad y el pudor, sodomizados y brutalmente mutilados, sin poder elevar plegarias ni clamor, deslenguados por guadaña irascible, cuya esgrima, empuñada por quién debiera preservar la justicia, blande acrofaga el degüello inexorable de implacable sino, estentóreo en vorágine irredento, miro retrospectivo, osamenta tangible, reducto de nostalgias, continúa la travesía, hasta el mínimo movimiento me resulta infernalmente doloroso, taciturno, lesivo, cabizbajo, cuanto resplandor desmorecido, asfixiante en nocturnal desvarío, sólo por traslucir las pupilas en vespertino ardor fatuo, cada partícula desgastada vocifera nebulosa insignia, ebúrnea y falaz, investida de ardentía implacable, repta contundente, sigo la travesía, imposible detenerse, cada muro clama inagotable, rodeado de helmintos, voraz sumerjo escleróticas arterias, apenas puedo discernir, sin poder ubicarme , cada movimiento es incierto, faz ignota casi sierpe, repto ante catafalco nauseabundo, intento rebatir mi ceguera, cada milímetro es desgarrador, molicie que tras si deja estela de viscosidad repugnante, artero juicio donde se ausentó la claridad irradiante, cuantiosa negrura marca la senda donde lastimosamente mi soma se desliza , cada centímetro es infinito, olvidé cómo solía ser el resplandor, si es que realmente alguna vez lo miré, debo seguir, aún tengo un ápice para recordar, todavía la esperanza de emerger, es posible que veloz la inercia no lo note, marcaría el doblez de mí memoria, quizás recordar el fulgor, cuando la gota flanqueo esa insignia de elemental anábasis constelada, engullo esa limítrofe estadía del entorno cuando fui el agobio que desolló la planicie, quiromántico redoblar, dipsómanas hetairas vaticinantes, fraguan no tocar la hoguera, sólo un poco de luz, el espanto clama ensordecedor, sin luz hacia donde ir, ¿Por unos años de pecar es algo justo una eternidad de castigo? Sólo deseo un poco de silencio, he olvidado los resplandores, no tengo añoranza, sólo deseó el silencio, oscuridad y clamor, ¡binomio insoportable y odioso!, por ello debo seguir hacia alguna parte, ¡no debo estar más aquí! ¿No fue suficiente suplicio? , el sufrir, penar, para de todas formas terminar aquí, lugar sin tiempo, !¿para qué?!, ¡he ahí su vida eterna miserables, si tan sólo probarán un instante de la mía!, rogarían el descanso de la inconsciencia, cualquier lugar es mejor que estar consciente ante tanto dolor , sólo un poco de serenidad, concluir al fin, en lugar de este tétrico firmamento infame, avasallador, ellos no entienden, ¡burdos lacayos de las ideas!…… Mientras tanto, el médico exclama, ¡dejó de respirar!.