Editorial

Nenipolis I – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

Nenipolis I

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Recientemente, en nuestro México mágico, nos ha dado por poner atención en las llamadas Nenis. A diferencia de los Nenis, término por demás peyorativo y desmerecedor de la juventud (cuya vida aparentemente arruinó la generación previa, más un poquito de esfuerzo propio), las Nenis son también un término peyorativo y desmerecedor, pero ahora de las mujeres, especialmente las que se buscan ganar la vida de manera autónoma. Una Neni es una mujer que comercializa bienes y servicios de distinto tipo y calidad, con la particular característica de hacerlo en baja escala y en lugares públicos, para generar un ingreso propio que les permita sobrellevar la vida diaria, alimentar a su familia (ya que muchas de ellas son madres solteras) o ganarse un poco de libertad económica (no sujeta ni a sus padres ni a su pareja; y dolorosamente esto último, sea hombre o mujer). Las Nenis son mujeres de distintos rangos de edad, distintas condiciones sociales, niveles de preparación y personalidad, que en el comercio electrónico han hallado una manera de obtener ingresos, muchas veces raquíticos, y a costa de gran esfuerzo.

La frase se acuña de la transformación de la palabra ‘nena’, que utilizan estas vendedoras y compradoras para hablarse de manera cariñosa y directa entre ellas, un poco transformada por la picaresca de la cotidianidad y el slang moderno. Pero se vuelve un término despectivo cuando mezclamos la aparentemente inevitable, y obviamente innecesaria, violencia contra esas personas. Porque una mujer que busca generarse un autoempleo no es empresaria, o intrépida, o emprendedora, o inspiradora, sino que es simplemente una Neni, no puede ser una luchadora, un ejemplo de superación personal o de libertad, sino que es una ‘Neni’, porque vale menos que un hombre que es un ‘luchador’, un ‘innovador’ o un ‘valiente del mercado’, sino que es apenas una ‘Neni’. Son Nenis por ser mujeres, son Nenis por no poder pagar la renta del un local, son Nenis por no poder aspirar a seguridad social, capital para inversión de inventarios, una estrategia comercial o respeto social. Son Nenis, únicamente

Las Nenis son mujeres que día con día mezclan las actividades de la casa, los estudios, el cuidado de los niños o los familiares enfermos, con salir a la calle, buscar proveedores o productos, negociarlos, buscar espacios seguros para realizar las transferencias producto-dinero, y atreverse al pecado de ser personas independientes a nivel financiero, y tal vez humano. Porque la violencia es sistémica y viene de todas partes. Porque el pecado de ser Neni es no tener una profesión rentable, no alcanzar a pagar una renta que las distinguiría como ´comerciante’, tender deudas que se deben cubrir a cualquier costa, estar dentro de una frágil e insuficiente red de apoyo social, vivir en un país que se llena de discursos políticos sobre los pobres pero que no genera oportunidades reales para ellos, y principalmente, ser mujeres. ¿Hay Nenis hombres? Sí. Pero ellos no son Nenis, son Bros, una aportación gringa de ‘brother’, adaptación salvaje de ‘camarada’, ‘compa’, ‘amigo’. Un hombre es un Bro porque lo suyo es temporal, es Bro porque no es una vergüenza que comercie con pequeños productos o servicios (muchas veces reventa de sus propias posesiones); es un Bro porque tiene la fortuna de ser un atrevido emprendedor que lucha para ser una mejor versión de sí, un digno campeón del juicio colectivo de lo que es bueno, y claro, son Bros porque tuvieron la brillante idea de no ser mujeres.

Las Nenis siempre han existido, y elementalmente el factor tecnológico les ha ayudado a resolver algunos espacios donde la estructura social siempre se empeña en causar más daños con reglamentos, impuestos y las narices del Gobierno. Son Nenis porque estamos aburridos del meme de moda, y resulta gracioso señalar a estas mujeres por ser tan poco profesionales, por ser tan poco innovadoras, por ser tan poco atrevidas para triunfar en el capitalismo enflaquecido de nuestro México resentido. Y no sólo se trata de la violencia machista, del cinismo de la juventud, o del estigma de la sociedad de las buenas costumbres. También el Gobierno se empeña en hacer más vulnerables a este grupo, que evidentemente tiene la necesidad de salir a vender lo que pueden, y osan escapar de las bienintencionadas garras de la hacienda pública. Es un ciclo de la demencia, a mi parecer.

Por fortuna, las Nenis poco cuidado tienen de esto, y entre ellas llevan con orgullo el mote, porque para ellas es un sinónimo de sus luchas diarias, de las heridas en la piel que les trajo la traición y el abandono de sus parejas, de su deseo por no morir de hambre o ver morir a sus hijos, o de querer seguir estudiando para ser su mejor versión futura. Las Nenis son un grupo de mujeres que no han tenido oportunidades, pero que se las buscan, y que no tienen miramiento en ser perseguidas por la ley, por los cobradores públicos, o ser señaladas por otras personas, mujeres incluidas, que claramente son superiores a ellas por no ser tan ‘así’. Hasta allí llega la sororidad, parece, cuando se mezcla con el estrato social. Vendrán tiempos mejores o más complicados, y las Nenis seguirán siendo parte de nuestro paisaje económico, porque mujeres que salen a luchar cada día por mejores condiciones de vida para ellas y sus familias siempre habrá, aunque toda la sociedad esté en su contra.

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