Editorial

EL MITO DEL SEBASTIANISMO – Mario Morales Castro

EL MITO DEL SEBASTIANISMO

Por Mario Morales Castro

 

Para una mejor comprensión de la cultura portuguesa, es necesario tener presente el complejo pero básico mito del sebastianismo, el cual ha permeado en varias de las artes de ese país atlántico, principalmente en la literatura. Fue un movimiento mítico secular que se originó aproximadamente en la primera mitad del siglo XVI y empezó a extenderse a partir de la muerte del rey Sebastián I de Portugal.

Sebastianismo se deriva de Sebastián, rey de Portugal, quien nació el 20 de enero de 1554 en Lisboa. Fue el décimo sexto rey portugués y perteneció a la Dinastía de Avís. Subió al trono en 1568 cuando apenas tenía 16 años de edad. El reinado no comenzó con buenos augurios, pues al año siguiente una terrible epidemia, a la que se le llamó la Gran Peste, acabó con más de un tercio de la población de la capital lusitana.

Don Sebastián, que desde niño se había propuesto conquistar y evangelizar Marruecos, empezó los preparativos de esta empresa inmediatamente que tomó las riendas del poder. La situación por la que atravesaba el país era desesperada; sin embargo, no fue el rey el único quien pensaba que todo se empezaría a resolver mediante la ejecución de un hecho heroico y memorable, en vez de ir solucionando poco a poco los problemas económicos y administrativos; no obstante, en la corte se vivía un ambiente místico y aventurero.

Felipe II de España, consultado por don Sebastián, trató de disuadirlo de la empresa, pero cuando el Papa Gregorio XIII le dio la categoría de cruzada a la proyectada aventura, le envía un contingente de tres mil soldados. Con los preparativos de la expedición, Lisboa se convirtió en un campamento y, poco a poco, en una fiesta popular.

El día 24 de junio de 1578 zarpó de Lisboa, rumbo a Marruecos, una flota de aproximadamente quinientos barcos. En ella iban el rey y casi todos los miembros de la nobleza. La regencia del reino quedó a cargo de una junta presidida por el arzobispo de Lisboa.

El 4 de agosto de ese mismo año tuvo lugar la famosa batalla de Alcazarquivir, en la cual pereció la mayor parte del ejército portugués. Nadie vio morir al rey ni se encontró su cuerpo, ni más adelante se volvió a tener noticias de su mítica persona. Sin embargo, a pesar del dolor y de la mala nueva, se creía que estaba vivo y que algún día regresaría a Portugal. A partir de entonces, el mito sebastianista fue un consuelo y una esperanza para las clases populares; para los cristianos nuevos (los judíos conversos) no tardaría en convertirse, en las manos de los intelectuales, en el más original y persistente de los mitos. Sustentó la creencia nacional de que con la venida del rey “Deseado”, como así se le conoce, iría a vencer toda opresión, sufrimiento y miseria en que el país vivía, restituyéndole la gloria y el esplendor de los tiempos pasados.

Como el rey don Sebastián no tuvo herederos, el trono portugués pasó a manos de Felipe II, por ser hijo de Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, dando inicio a la Dinastía Filipina. Portugal perteneció a España durante cuarenta años: de 1580 a 1640.

Por consiguiente, el sebastianismo se convirtió en una quimera que, en todo tiempo ha adquirido vigor cuando surge una crisis en la nacionalidad portuguesa. Llega en un periodo de aparente grandeza cuando ya el fulgor de la estrella de África e India entraba en decadencia; se afirma en la catástrofe en la que perdió la autonomía (1580); alienta a los portugueses en las tristes horas de sometimiento a Castilla; triunfa en la restauración de la independencia (1640); decrece enseguida ante la apatía reinante; y revive en tiempos de la invasión napoleónica (1808), con la misma fe que animaba a los creyentes de los años siguientes al desastre de la batalla en el desierto marroquí.

En la literatura, su primer intérprete fue Gonzalo Anes, apodado el Bandarra, zapatero y poeta de Trancoso (región de la Beira Alta), quien compuso las famosas Trovas, consideradas el “evangelio” del sebastianismo. Éstas tuvieron gran boga entre los cristianos nuevos, no sólo de Trancoso, sino de Lisboa y de todo el reino; el vidente extraía de la Biblia la materia de sus predicciones.

Entre los muchos hombres y mujeres de letras que transcribieron ese sentimiento colectivo se encuentran escritores de primera línea como el célebre padre jesuita Antonio Vieira (1608-1697), autor de la Historia del futuro, a quien le corresponde la verdadera autoría del mito a partir de una base intelectual y estética que luego Fernando Pessoa configuraría como un elemento mitológico indisociable de la expresión literaria portuguesa en su poemario Mensaje.

En el siglo XIX Almeida Garrett tocó el tema en su famosa obra teatral Fray Luis de Souza; ya en el siglo XX Fernando Pessoa no fue la excepción, sus aproximaciones al sebastianismo son paralelas a su impresionante obra de vate; lo mismo los poetas Fiama Hasse Pais Brandão y Miguel Torga, ambos con sendos poemas dedicados al mesiánico don Sebastián. La escritora Natalia Correia compuso un texto de teatro intitulado El Encubierto. En el cine, fue llevado a la pantalla por el célebre director Manoel de Oliveira, entre otros. En la música y en la escultura también ha habido obras dedicadas al mítico rey.

La persistencia del mesianismo, a pesar de su evolución y por tan largo tiempo, y siempre el mismo en la expresión, animando la mentalidad de un pueblo, es un fenómeno que, a excepción de la raza hebrea, no tiene igual en la historia. Incrustado en el fondo de poesía inmanente al carácter portugués, se puede decir que en éste se integró. Nadie cree ya que don Sebastián vaya a resucitar, pero ¿se puede decir que el sebastianismo despareció del todo? Nacido del dolor, nutriéndose de la esperanza, éste es en la historia lo que la saudade es en la poesía, un rasgo inseparable del alma portuguesa.

Finalmente, reproducimos los poemas tanto de Pessoa como de Fiama y Torga, el de este último en magnífica traducción de Pilar Vázquez Cuesta, para que los lectores se empiecen a adentrar en este mito mesiánico.

FERNANDO PESSOA

Don Sebastián, Rey de Portugal

Loco, sí, loco, porque quise grandeza

cual la Suerte no la da.

No cupo en mí mi certeza;

por eso donde el arenal está

quedó mi ser, el que hubo, no el que hay.

 

Mi locura, que otros me la tomen

con lo que en ella iba.

¿Sin la locura, qué es el hombre

más que la bestia sana,

cadáver aplazado que procrea?

 

[de Mensagem]

 

FIAMA HASSE PAIS BRANDÃO

Sebastián Rey

No llegó con manto

ni con pañuelo y llanto

No entró en la barra

con pendón y amarra

No vino en corcel

con toda su gente

No volvió de la guerra

con los muertos de ella

No volvió de púrpura

con herida o sutura

No regresó con corona

ni con cetro a Lisboa

No vino de la batalla

en traje de gala

No trajo buriel

ni visera y yelmo

No se vistió con estopa

ni llegó a puerto

No vino enfermo

ni con bastimento

No llegó en la flota

o náufrago llegó a la costa

No alzó pendón

ni sello de mano

No vino a los maitines

con sayo de lino

No calzó zapatos

con hebilla y vira

No volvió al muelle

ni en un mes o un año

Perdió campamentos

y tiendas de paño

 

[de Barcas Novas]

 

MIGUEL TORGA

 

El que a la luz del Cielo va con luz de la Tierra

sólo halla oscuridad en su camino.

Desamor, soledad es el destino

del que busca a su novia en son de guerra.

 

Encuentra oscuridad hasta en el sol ardiente

que ciega al que, confiado, mira al cielo.

Deslumbrador, mortífero, a su frente

descubre al Ángel Negro.

 

Muerte en la arena seca del desierto

y a su cuerpo, incapaz de remisión,

lo deja ahí, pudriéndose, cubierto

por el llanto sin fin de una Nación.

 

¡Y yo fui a Dios con alma natural!

¡Y mi grito de amor desafió!

Y Él se nubló cuando hice la señal.

Mi novia ni siquiera me enterró…

 

[De Poemas Ibéricos]

 

 

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